Monólogo de Alsina: "En el debate quedó en evidencia el escapismo de Sánchez ante las preguntas que le perjudican"
A cinco días de las urnas. Y seis de que comience el cortejo.
Madrid | (Publicado 23.04.2019 08:00 )
El domingo les contaremos cómo queda el nuevo Parlamento español, Congreso y Senado. El lunes, qué queda de todas las promesas que hicieron los aspirantes a gobernar este país sobre con quién pactarían o dejarían de pactar. Los aspirantes que queden en pie el lunes, porque dependiendo de cómo les salga la cuenta, igual alguno no llega entero a la hora de comer.
La mañana de hoy es de digestión del primero de los debates y diseño de estrategias para la revancha, que esta noche:el segundo y refinitivo debate, que es el de Atresmedia.
Sobre el de anoche, más allá de lo contentos que dicen estar todos, se percibe euforia en casa Rivera, alivio en casaSánchez porque pudo ser peor, ni frío ni calor en casa Casado y la autosatisfacción de siempre en casa Iglesias.
¿Fue un uno contra tres o un dos contra dos? ¿Debate entre partidos o entre parejas de hecho? Pues fue un dos contra uno con Pablo Iglesias fuera de plano.
Casado y Rivera buscaban el cuerpo a cuerpo con Sánchez (cada uno su propio cuerpo) y en esa pugna fue Rivera quien le madrugó el debate a Pablo Casado. El naranja robó más balones que los demás, tocó más las narices y metió la cabeza en casi todas las jugadas decisivas. Gana quien mete más goles, aunque sea haciendo falta. Combinó reflejos para meter la pierna con elementos tan pedrestres como llevarse el portafotos con la imagen de Pedralbes como si fuera la prueba de cargo en un juicio por traición y trucos de primero de tertulia, como ese 'no se ponga nervioso' que debería estar penalizado con tarjeta roja y que le colocó repetidamente a Sánchez para hacer creer que cualquiera que le interrumpe a él es porque le tiemblan las canillas.
En buena medida lo de anoche fue un cara a cara Sánchez-Rivera donde además se percibía la pésima relación personal que ahora tienen ambos. Cuestión de piel: era evidente que ambos (quién nos ha visto y quién nos ve) en 2019 no se tragan. Rivera le llamó carca cuando Sánchez sacó el tema de la gestación subrogada.
Y le llamó cutre cuando a cuento de corrupciones andaluzas y ERE Sánchez le recordó las primarias de Silvia Clemente.
Estuvo sobrevolando todo el debate aquella relación fallida de 2016, cuando Sánchez y Rivera se reconocían el uno en el otro como regeneradores progresistas de la vida pública española (como cambian las cosas, señora). Quién de los dos está más decepcionado con lo que acabado siendo el otro.
A un lado estaba Casado, recordándole aquel noviazgo a Rivera sin querer hacerle daño, y al otro Iglesias, receloso de que Pedro, su compadre Pedro, acabe relegándole de nuevo en favor del antiguo amor naranja. Con la misma insistencia que el tándem Casado-Rivera le pregunta a Sánchez por el indulto de Junqueras, Iglesias le pregunta (tres veces anoche) por su deseo de casarse de naranja.
A Rivera le recriminaron los otros tres la frecuencia con que cambia de pareja. Y a Sánchez, que no respondiera a las preguntas. Es verdad que ahí el presidente tuvo poca cintura. Aferrado a la queja ésta de que le agobian a insultos y mentiras, quedó en evidencia su escapismo ante las preguntas en las que tiene calculado que le perjudica comprometerse.
A Sánchez le salió el líder de la oposición que lleva dentro cada vez que recordó cuál fue el motivo de la moción de censura: la Gürtel. Fue al recordar los casos de corrupción del PP cuando más convincente estuvo el presidente.
Y cuando menos convincente estuvo, a juicio de Pablo Iglesias, fue cuando habló de Villarejo y de por qué el PSOE pactó con el PP que no compareciera en la comisión parlamentaria. El líder de Podemos denunciando las cloacas.
Iglesias apretando son suavidad a Sánchez para que no se le rompa. Intentó Iglesias presentarse como el más sosegado, más didáctico y más preocupado por los problemas reales. Con la Constitución en la mano y reivindicándola como mejor programa electoral.
Por si sirve de pista, la prensa de esta mañana. Los diarios más afines a Sánchez, El País, La Vanguardia, El Periódico, sostienen que salvó el debate, así, sin entusiasmo. Que salió vivo, no que ganara. Sólo en un diario, La Razón, puede leerse la palabra ganador al lado del apellido Casado, y lo hace aludiendo a su encuesta en la web, que es una forma de decir Casado ganador de compromiso, o sea, sin creérselo mucho. En El Mundo y el ABC el ganador es Rivera. En El Confidencial, también. "No dijo nada nuevo pero atizó sin piedad a Sánchez y dio un golpe en el hígado a Casado al mencionar a Rato". Sobre Iglesias, El diario y El País afirman que ha remontado.
¿Y Vox qué? El quinto elemento. Pues en el debate de anoche salió poco. Sánchez quería, pero los demás no le seguían. Ni siquiera Iglesias se sumó a la alerta antifascista, y eso que fue él el primero en ponerla en circulación hace cuatro meses.
Abascal sigue a su aire, de mítin en mítin y sin tener que examinarse en el debate. La Junta Electoral no le dejó participar (o si usted prefiere, la Junta Electoral le ha librado de tener que debatir con los demás) y así va a ser ya hasta el mismo día de las elecciones. Abascal predicando la buenanueva de la reconquista y el ocaso del consenso socialdemócrata (o en la jerga vox, la dictadura pijoprogre) y llenando aforos en las ciudades donde actúa. Ayer estuvo en Coruña y juntó dos mil personas dentro y mil fuera. Cargando contra la Junta Electoral y colocando el estribillo del sentido común.
Y como estaba en Coruña, a su colección de referentes históricos (don Pelayo, Blas de Lezo, los Reyes Católicos, Agustina de Aragón) añadió a María Pita. Lo mismo contra el moro, que contra los franceses y contra los ingleses. Falta Viriato, contra los romanos.