opinión

Monólogo de Alsina: "La unidad y el consenso se cultivan, no se imponen"

Diario de la pandemia. 31 de marzo. Ya queda un día menos para dejar todo esto atrás.

Carlos Alsina

Madrid | 31.03.2020 08:16

· Ha nevado. Vuelve a parecer invierno, a punto de empezar abril. Era febrero cuando queríamos pensar que, llegado a abril, el virus se acabaría él solo. Se irá con el calor, decían algunos expertos a los que entonces aún teníamos por tales.

· Cumple hoy tres días de vida el nieto de Toña. El tercer nieto, aunque como ella dice, 'cada nieto es el primero, único e irrepetible'. Nació antes de tiempo, prematuro, en un parto rápido y sin complicaciones. 'El nano nació sano y la matrona dijo que era precioso', me cuenta. El grupo familiar del whatsapp ardía pidiendo una foto, porque como cada uno está confinado en su casa, no podían ir a conocerle en persona. 'Cuando llegue el día en que podamos achucharlo, no va a haber niño pa tanta gente', escribe Toña. Que me cuenta que a las tres horas de nacer, y cuando la madre lo tenía piel con piel, llegó un enfermero y le dijo que tenía que llevárselo a neonatos. Porque la madre había dado positivo en coronavirus. A ella la aislaron en una habitación y al padre lo mandaron para casa. Han sido tres días de montaña rusa emocional. Él y ella hablando por teléfono y preguntándose cómo seguiría todo. Toña me informa: la prueba a su hijo ha dado negativa y la del nano, también. La nuera está sin síntomas y se encuentra bien. Le van a dar el alta con aislamiento en una habitación de casa y restingiendo al máximo el contacto con el bebé. Me pregunto cómo se consigue eso, cuánta fuerza de voluntad requiere una madre para separarse cuanto pueda de su recien nacido. Toña dice que todo va a ir bien y yo lo creo. Difícil, pero bien. Vive en Valencia, por cierto. Igual lo has adivinado por lo del nano.

· Releo a Pedro García Cuartango. 'Tal vez la vida sea algo mucho más simple de lo que queremos creer. Tal vez sea inútil buscar la coherencia y el sentido de las cosas. Nos trazamos una serie de metas y desarrollamos una actividad febril en pos de un futuro sobre el que carecemos de garantía. Y lo hacemos a costa de olvidar el presente, que es lo único que tenemos aunque sea malo y deseperanzador'.

· Intento digerir cada mañana los números que facilita el ministerio de Sanidad. Y tener presente, antes de sacar conclusiones, todas las cautelas que plantean los gurúes estadísticos de los que me fío. Como que no se está haciendo el test a miles de personas, que hay contagiados en sus casas que no han recibido aún la visita de un médico, que cada país cuenta los casos de una manera, o que nadie sabe todavía cuántos contagiados reales hubo en Wuhan antes de que estallara todo. Temo perderme en el océano de curvas, tendencias, acumulados, porcentajes, variaciones y desglosados.

· Prefiero escucharle al ministro, o a quien sea, que los contagios aumentan pero menos, que aumentan cada día más. Y prefiero oír, como ayer, que el número de muertos es menor que el del día anterior que viceversa. Espero que, de tanto repetirla, no acabe sonándonos lo de 'ya estamos casi en el pico' como si fuera un salmo anestésico.

Si no estamos ya en el pico es que aún quedan miles de enfermos, de hospitalizados y de fallecidos antes de que lleguemos al pico. Hace bien el gobierno en recordarnos que el pico no equivale a tener superada la epidemia. Aliento, sí, falsas expectativas, no. Me pasa lo que a la Organización Mundial de la Salud, que deseo fervientemente (así lo ha dicho un alto funcionario) que la expansión de la epidemia se haya estabilizado ya en Italia y en España. Lo que viene luego es hacer que bajen (no sólo que crezcan menos) los contagios, y los enfermos y, sobre todo, los muertos. Bajar los muertos es mantener vivos. Los fallecidos, solos e invisibles, son lo único claramente irreversible de lo que nos está pasando.

· Conservo el mensaje de whatsapp en el que un médico se preguntaba, hace semana y media, por qué no se enviaban enfermos graves de Madrid a otras provincias con unidades de cuidados intensivos más desahogadas. Ayer anoté en el diario que los cálculos que se hace el ministerio dicen que será mañana cuando el colapso de Madrid y Cataluña se produzca. Hay mil quinientos críticos en cada una de estas comunidades. Triplicar las camas no ha sido suficiente. Le escuché a la número dos de Fernando Simón decir ayer que se está valorando ahora el traslado de pacientes.

Quiero pensar que valorado ya está. Y planificada la manera de ponerlo en marcha. Sólo falta que se active el procedimiento cuando se considere imprescindible para que nadie se quede sin cama y sin respirador. Hay médicos denunciando que ese punto ya lo hemos sobrepasado.

· No sé si alguna vez conseguiré entender cómo es posible que se ofrezcan tantos datos distintos, y contradictorios, cada día sobre un mismo asunto. El ministerio dice que aún no ha producido la saturación de la UCI de Madrid y de Cataluña pero está a punto de producirse; los gobiernos autonómicos lo descartan porque han levantado unidades nuevas y aún quedan camas; el colegio de médicos, que no es que estén desbordadas, es que llevan así al menos una semana. Me pregunto si es que también las camas de UCI las cuenta cada uno a su manera. Una cama es una cama. Y si sólo es un colchón no es una UCI.

· Me gustó escuchar anoche a la ministra Yolanda Díaz en La Brújula apelando al acierto colectivo.

Pero caí en la cuenta de el único colectivo al que está consultando el gobierno para tomar medidas es el propio gobierno. Sánchez consultando a sus ministros y éstos debatiendo entre ellos si es mejor lo de Iglesias o es mejor Calviño. Montero o Escrivá. Luego se informa a las patronales, a los presidentes autonómicos y a los partidos de la oposición de lo que se ha decidido para que lo bendigan. La unidad y el consenso han de ser fruto del trabajo, no de la urgencia. Porque la epidemia pasará en dos meses, confiemos, pero la recesión puede tenernos convalecientes dos años.

· Sigo pensando que los comunnity manager propagandistas de los partidos no son servicio esencial ni siquiera para ellos mismos. El primer permiso retribuido debería de haber sido el suyo. Para dejen de embarrar en twitter con sus campañas de linchamiento al adversario y autodefensa empecinada. Cuánto tiempo perdido en la gresca. Cuánto ocioso que dice estar teletrabajando. Mientras se acaricia el ombligo.

· María Francesca, oyente en Tarragona, me escribe para hablarme del dolor. Y de su marido. El dolor por haber perdido el viernes, cinco de la tarde, a quien fue su compañero cuarenta y cuatro años. El dolor de saberle muriendo solo en un triste box de urgencias y no poder cogerle la mano, no poder despedirle. El dolor de estar sola ahora con su pena, en el mundo confinado de su casa, sola para las decisiones que hay que tomar cuando el marido muere, sola para comprobar que el dolor te impide razonar, sola sin un triste abrazo ni un miserable beso, desamparada.

· Tiene razón Jesús, que me habla de la ausencia y del olvido.'Entiendo', dice, 'que ahora la sociedad esté volcada en mirar hacia adelante y superar este momento, pero no podemos olvidar a los que se marchan. Personas con nombre y apellidos. No podemos ignorar el dolor ni mirar para otro lado. Se lo debemos a quienes se han ido y a sus familias, que se han quedado'.

· Paco, que es farmacéutico en un pueblo de Castilla La Mancha, está de guardia desde el viernes. Me habla de la gente mayor, sencilla y socarrona, que acude a recoger su medicación y a tener conversación. Ellos le hablan de la guerra que vivieron y de cómo esto es otra cosa. Y él les recuerda las medidas de prevención, que eviten el contacto con la familia porque ellos son los más vulnerables. 'Veo la mirada derrotada en muchos de ellos, porque ese contacto que ahora no tienen lo necesitan tanto como la propia vida'. Paco está esperando a que suene el Facciamo para dar el relevo a sus compañeros, que se hacen cargo de la guardia.

· Alfredo exporta aceite de oliva a Italia y dice que sus clientes son durísimos negociadores y bellísimas personas, bendito sea el superlativo. Resulta que él se adelantó a lo que estamos haciendo ahora nosotros porque ya adoptó la canción de Ombretta Colli como himno en sus viajes por Italia hace dos años, de Milán a Cerignola. La ponía en el coche y obligaba a Miguel y Gema, compañeros de viaje, a soportar no la canción, sino lo mal que él la cantaba. Hoy ha conseguido que su suegra, que vive sola, también la cante.

· Es tal mi afición a la radio, me dice, que no soy capaz de meterme en el baño por las mañanas si no es con vosotros. Qué hermosa imagen, Alfredo, feliz día en Sevilla.

· En este programa valoramos mucho las entrevistas. Y por eso te ofrezco ésta. Observa cómo Martina responde con precisión y agilidad al interrogatorio implacable de su madre.

Mua para Martina, que es una gran entrevistada.

· Ahora he de hacer un llamamiento. A los bebés que están haciendo sus pinitos en el difícil mundo de la música. Está permitido, claro que sí, usar a vuestros padres como público cautivo o publiquillo de indias. Y está permitido utilizar el Facciamo para vuestras prácticas. Pero conviene que os pongáis ya de acuerdo, bebés de España, para cantar todos la misma letra, porque esto empieza a ser anarquía.

Hola, diminuto. A esto me refiero. Una cosa es que no seamos italiano y otra, que nos inventemos las palabras. Tenéis que aprender de Teo, que es un señor ya mayor de, por lo menos, seis años y ha estado estudiando para su debut como cantante.

Después de esto, la carrera de Teo es imparable.

Y ahora te toca a ti. Que necesitas creer que hoy será mejor día que ayer, a pesar de todo. Déjate contagiar por este himno que ya se saben hasta los italianos. Repite las tres palabras mágicas: facciamo, finta, che.

Seguro que te interesa...

Última hora sobre el coronavirus