En juego, un escaño. Por la circunscripción del Occidente Asturiano. Encargados de resolver quién se lo lleva: los ausentes, la voz de los ausentes (también llamados emigrantes o votantes en el extranjero). O sea, el CERA, (Censo de los Españoles Residentes Ausentes) que este epílogo que siempre tienen las noches electorales, cuando se abre la valija y se cuentan los votos emitidos fuera de España. Sólo en contadas ocasiones el voto de los ausentes decanta el sentido de la mayoría parlamentaria. Galicia ha vivido esa experiencia en alguna elección autonómica.
Asturias la vivió hoy. Emoción este mediodía en la Junta Electoral porque había margen para que cambiara de manos un escaño, y para que cambiara del Foro al PSOE, que era tanto como cambiar un gobierno seguro de Álvarez Cascos apoyado por el Partido Popular en el Parlamento por una opción totalmente distinta: el gobierno del PSOE apoyado por, o compartido con, con Izquierda Unida. Aunque son cinco los partidos que obtuvieron el domingo representación en el Parlamento asturiano solemos agruparlos en dos parejas y un verso suelto. Pareja primera: PSOE e IU. Pareja segunda: Foro y PP. Verso: Unión Progreso y Democracia, que esta vez sí metió la cabeza en el nuevo Parlamento y que tiene ahora el voto que deshace los previsibles empates entre las dos parejas, el que decidirá hacia dónde se decanta la mayoría, el golden vote, escaño de oro, en la persona de Nacho Prendes, de extraparlamentario a llavero (el custodio de la llave)
Veintidós escaños a la izquierda y veintidós a la derecha. En medio, o donde decida situarse, Unión Progreso y Democracia. Que alcanza de repente el puesto de mayor influencia que hasta ahora ha tenido (se convierte en decisivo) y que precisamente por eso se enfrenta a su decisión más...relevante. E igual hasta la más delicada de cuantas ha tenido que tomar este partido hasta ahora, en la medida en que si de algo hace bandera UPyD es de no actuar, ni funcionar, ni moverse por los mismos criterios que los dos partidos mayoritarios, y mucho menos los partidos nacionalistas. Es decir, que no buscan cuota de cargos sino coherencia con sus principios e interés general.
Esta tarde ha dicho Prendesque él no aspira a entrar en el gobierno ni a que le dén una consejería -cabe pensar que tampoco está en la negociación la presidencia del Parlamento autonómico-, sino a buscar coincidencias en los programas de gobierno. La pregunta del día es si UPyD en Asturias está más cerca de la derecha o de la izquierda, si le produce más simpatía un presidente socialista llamado Fernández o uno conservador llamado Cascos. Durante toda la campaña, IU se ha referido a UPyD como “un trozo más de la derecha”, pero el señor Prendes ha rechazado siempre esta etiqueta y ha repartido estopa a los otros cuatro partidos dice que ninguno ha sido positivo para Asturias y que hay que romper esta dinámica de bloques antagónicos. Que no se sabe muy bien en qué se traduce, o en qué se va a traducir.
¿Romper los bloques antagónicos es acaso forjar una alianza imprevista, con parejas que nadie, ahora mismo, se plantea? Combinaciones matemáticas hay muchas, claro. Un acuerdo de PSOE y PP suma 27 escaños. PSOE con Cascos, 29. UPyD con el PP e IU, 21 (ah no, esta no sirve). Incluso cabe la opción de romper los bloques haciendo sólo uno: gobierno de concentración de todos con todos. El papel lo aguanta todo. Pero no parece que se vaya a abrir tanto el abanico de noviazgos y la liturgia del cortejo.
Llegará el debate de investidura, los 22 diputados de Foro y PP dirán “Cascos”, los 22 de PSOE e IU dirán “Fernández” y UPYD dirá...o uno de los dos nombres o abstención. El partido más votado en Asturias, de largo, ha sido el PSOE, beneficiado del divorcio entre el Foro y el PP, pero también ha aclarado Prendes que facilitar que gobierne el partido más votado no es un principio de su partido. ¿Y entonces?
Entonces cualquiera sabe lo que va a salir. UPyD tendrá que retratarse, interpretando como mejor pueda la voluntad de sus votantes. Es un partido que promueve la participación en las decisiones estratégicas, de modo que no cabe descartar que abra esa decisión al voto de la militancia. En último caso, y si la abstención de Prendes perpetuara el empate entre Cascos y Fernández, habría que convocar elecciones -otra vez, no es posible- y en ese caso sí es bastante probable que no fuera a votar ni Rita. Y UPyD ya sabe lo que le espera: si abre camino al gobierno del Foro-PP, el PSOE se pasará el resto de la legislatura etiquetándolo de “derecha bis”. Si abre camino al gobierno socialista, será el PP el que les diga que ya se ve de qué pie cojean. Le toca a Prendes, y a Rosa Díez, afinar en los argumentos. Y le toca al PP revisar la afirmación, interesada, que en la noche del domingo hizo Cospedal: aquello de que había ganado las elecciones “el centroderecha” -como si pudieran celebrar los populares los trece escaños, ahora doce, de Cascos como si fueran propios-.
Bueno, las cosas que se dicen en una noche electoral ya sabemos cómo son. Se parecen a las cosas que se dicen en un día de huelga general, como éste que está convocado para mañana y sobre el que ya se han hecho todas las lecturas posibles antes incluso de saber qué grado de seguimiento cosecha la llamada. Mañana nos enfrentaremos -también los medios- al problema de medir el éxito o fracaso de una huelga en función de los pocos datos, y siempre inflados o jibarizados por las partes, que se ofrecen en una jornada de huelga. Tal como Bush ejercía la guerra preventiva, en vísperas de una huelga se produce la guerra de argumentos preventivos. Los convocantes de la huelga ya han explicado -por si acaso fracasara- que hay mucha coacción de los empresarios, mucha necesidad de hasta el último euro del salario y mucho miedo a perder el empleo.
Es decir, que la mayoría está por la huelga y si mañana no se nota, será por todo esto previo. Los “desconvocantes”, digamos, los que están llamando a no secundarla, han explicado, a su vez -y por si acaso triunfara-, que los piquetes son coactivos, que se boicotea el acceso a las empresas, se señala como apestado al trabajador que no quiere hacer huelga y...que muchos comerciantes van a cerrar por miedo a que les rompan los escaparates. Es decir, que la mayoría está contra la huelga si mañana no se nota, será por todo esto previo.
Cuesta imaginar al gobierno de la Nación admitiendo que el país se ha parado en contra de su reforma laboral tanto como cuesta imaginar a los líderes sindicales admitiendo que la mayoría les ha dado la espalda. No se recuerda una huelga en la que los líderes sindicales hayan dicho: puff, ha sido un poco bluff, no esperábamos este pinchazo. Hoy ya han dicho que mañana habrá una gran huelga y mañana, la haya o no la haya, dirán que la ha habido. La de septiembre de 2010 recordamos todos cómo fue y la conclusión que ofrecieron Méndez y Toxo fue que había sido un “rotundo éxito”. Mañana veremos lo que pasa y escucharemos lo que cada parte diga. El “éxito” o “fracaso”, en todo caso, lo empezaremos a percibir después, cuando el gobierno diga si la reforma se queda como está o se rectifica, cuando Rajoy mantenga el trato distante que hoy tiene con Méndez y Toxo o los invite a sentarse en un sofá de la Moncloa.
Ésa es la unidad de medida del éxito o fracaso de una huelga general: qué sucede luego. Y en esta huelga, como en la de 2010, hay que añadir al tablero, para terminar de entenderlo, un nombre de ciudad que empieza por “B” y termina en “S”. Se llama Bruselas.