OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Casado debe verse como el hombre del que dirán que hundió el barco por una mala maniobra"

Cuando Pablo Casado intenta conciliar el sueño estos días, sufre una pesadilla recurrente. Se ve a sí mismo, en un futuro no lejano, diciéndole a sus nietos que él vio cosas que ellos no creerían. Un PP con 186 escaños. Un mapa autonómico de España todo pintado de azul. Multitudes en la calle Génova pidiéndole al líder del partido que bote que bote en las noches de apabullante victoria. En serio, no os lo creeríais.

Carlos Alsina

Madrid | (Publicado 03.05.2019 07:57 )

Debe de verse a sí mismo Casado como el capitán Schettino del Costa Concoria. El hombre del que dirá la historia que hundió el barco por una mala maniobra menos de un año después de que las crónicas dijeran de él todo lo contrario: que había tomado el timón para evitar que el trasatlántico naufragara.

Aún veréis cosas que no creeríais.

Porque el Partido Popular —y ésa es la sensación (y la preocupación) dominante hoy en el Partido Popular— nunca se había visto en una situación como ésta. No sólo porquetiene menos escaños que nunca. No sólo porque le ha salido más competencia electoral que nunca. Nunca se había visto como se ve ahora porque nunca estuvo metido en una crisis tan honda a sólo tres semanas de una convocatoria electoral. El calendario es endemoniado para un partido en estado de desconcierto, depresión y riesgo de desbandada. Los votantes que han devolver a decidirse el 26 de mayo asisten a un espectáculo inédito. El miércoles, los títulos de prensa decían que los barones regionales habían obligado a Casado a dar un giro y confrontar con Vox. El jueves, que el barón andaluz se desmarcaba y acariciaba a Vox porque de Vox depende su propia pervivencia. El viernes, que es la cúpula del PP la que achaca a los barones la decisión de ser blanditos con Vox durante la campaña ya pasada. Y que Feijóo critica los giros que se han ido dando, mejor llámele bandazos. Y que el portavoz de Juan Vicente Herrera,barón en fase de salida, reclama que el joven Casado cambie de compañías.

El portavoz de un gobierno autonómico del PP, el señor De Santiago, reinvindicando el centro político al grito de 'menos Aznar y menos FAES'. Aflora todo lo que en campaña permaneció soterrado. Emerge la convulsión interna, las facturas pendientes, el arrieritos somos y en el camino nos hemos encontrado. El nuevo lema del PP no es 'Centrados en tu futuro'. El lema es 'Y tú más' Centrados en discutir si tenemos o no futuro.

¿Quién ha tenido más culpa del tortazo electoral? SiRajoy, el tibio, que diluyó la ideología y se dejó ganar el gobierno en una moción de censura (Rajoy el que se fue a comer mientras su escaño lo ocupaba un bolso); o Casado, el duro, que devolvió el trono honorífico a Aznar-el-antipático, sembró las listas de meritorios y trató al censor Abascal como un socio, un colega, un futuro ministro.

Se arrojan las culpas a la cara los náufragos del aznarismo y los náufragos del marianismo.

El riesgo de competir en público los náufragos de una familia y de la otra es que acabe pareciendo que todo el PP es, en sí mismo y hoy, un naufragio. Sólo hay un elemento más nocivo para un partido político que la desolación tras la derrota. Y ese elemento es el desconcierto. El no saber ni por dónde hay que ir ni por dónde se ha venido para llegar hasta aquí. No saber si hay que tratar a Abascal como el hijo pródigo o como un dinamitero.

Nicolás Maduro sabe del valor de la propaganda. La última exhibición de poder que ha hecho es la más eficaz: no se ha dejado ver en las calles rodeado por las multitudes chavistas que lo aclaman, se ha dejado ver en el patio de un cuartel con cientos de soldados arrodillados y coreando estos gritos de orgullo. El jefecito apareciéndose entre los militares arrodillados que le manifiestan subordinación. Es en los uniformes, y en las armas, donde descansa el poder que aún le queda a Maduro. Y él quiere que se vea la cantidad de uniformes, y de armas, que aún tiene.

Es Maduro, y es el chavismo, quien todos los días pronuncia las mismas tres palabras: baño de sangre. Acusar a la oposición de desear un baño de sangre es la manera de sacudirse la culpa cuando luego van los paramilitares que controla el gobierno y manchan de sangre cualquier calle. El baño de sangre, que se sepa, lleva produciéndose a diario en Venezuela desde hace meses: el país tiene uno de los índices de violencia más altos de América y no parece que eso le haya preocupado nunca al profeta que habita el palacio de Miraflores.

El Tribunal Supremo de Venezuela, controlado por Maduro y reducido a la condición de mascarada judicial del régimen, emitió anoche la orden de detención de Leopoldo López. Muy lógica la orden porque para el gobierno López es un preso condenado que estaba cumpliendo la pena en su domicilio y que se ha fugado. O que se le ha escapado al régimen con la complicidad de militares que han cambiado de bando.Leopoldo López permanece en la residencia del embajador de España en Caracas con su esposa. De hecho, buscó el cobijo de la embajada española para eludir la detención y el encarcelamiento. Ni España va a entregar a López a Maduro ni éste va a allanar la residencia del embajador: la relación entre los dos Estados es de tensión, pero sin llegar nunca a la ruptura.

Ayer, por cierto, les decía a esta hora que el gobierno de España haría bien en aclarar cuál es su posición respecto de Juan Guaidó y respecto de la afirmación que hizo el miércoles Pablo Iglesias. Sostuvo el compadre morado de Sánchez que el gobierno le había confesado a él, en la intimidad de esta relación tan frecuente que tienen, que había sido una equivocación reconocer como presidente a Guaidó porque está buscando un baño de sangre (la terminología de Iglesias coincide milimétricamente con la de Maduro). No sé si fue Borrell personalmente quien escuchó el llamamiento que hicimos aquí para que dijera algo pero lo cierto es que lo dijo.