Opinión

Carlos Alsina responde a las críticas a Maribel Vilaplana: "Si Mazón hubiera estado en el Ventorro con un periodista señor, ¿alguien habría sospechado?"

El director de Más de uno ha criticado las suposiciones que se lanzaron sobre un posible encuentro sexual entre la periodista y el expresident de la Generalitat después de su cena en el Ventorro.

Carlos Alsina

Madrid |

Monólogo de Alsina, en Más de uno

Érase una vez una mujer de cuarenta años a la que José Luis Ábalos no le gustaba como hombre. Como ministro, sí. Y como socialista. Pero como hombre, no le atraía físicamente. Le conoció en un mítin en Asturias en el año electoral de 2019. Él se fijó en ella cuando la vio llorar (o igual ya se había fijado antes). Y ella lloraba porque debía dos meses de alquiler y no tenía trabajo.

Tan compasivo era el ministro con las personas que sufrían -al menos con las personas mujeres- que, pese a andar quejándose siempre de lo poco que se gana como ministro, le pidió el número de cuenta y le prometió ayuda. Unos días después, Koldo le hizo una transferencia de mil trescientos euros. Y unos días después, Koldo le pidió su currículum. Y unos días después, fue contratada en una filial de la Renfe.

La mujer siempre creyó, bendita ingenuidad, que su contrato era fruto de las aptitudes manifiestas para el puesto, encargada de los trenes turísticos de lujo. Por eso se llevó una gran decepción al conocer, cuatro años después y por un informe de la UCO, que el ministro había movido los hilos, Koldo mediante (como siempre) para tenerla colocada y agradecida. Ella -ayer lo dijo en el Senado-, nunca supo nada. Vives cuatro años creyendo que conseguiste trabajo por tus méritos y descubres, pasmada, que fue porque al ministro le hiciste gracia.

En el día en que el juez del Supremo dio por terminada la primera parte de la investigación sobre Ábalos, Koldo y Aldama -las mascarillas- Claudia Montes contó en el Senado que el ex ministro, ya defenestrado por su partido, le hizo una confesión auto inculpatoria un día que estaba rebotado con Sánchez por algo que había dicho.

"Lo sabía todo de la corrupción". Es sugerente imaginar a Ábalos diciendo "Pedro lo sabía todo de la corrupción", asumiendo así que lo suyo era eso, corrupción en el seno del gobierno y del partido. Esta vez las crónicas no han recordado que la compareciente estaba obligada, como los testigos en el juzgado, a decir la verdad. Pero quiso, además, la señora Montes desmentir que ella tuviera relación física alguna con Ábalos.

Esto no va a pasar, supongo: "Señor Ábalos, ¿dónde tiene el lunar Claudia Montes?" Y además reprochó expresamente a algunas de las señorías presentes que le hayan colgado la etiqueta de prostituta.

Y en esto tiene razón la señora Montes: si ella tuvo relación con Ábalos pero no relación sexual y no a cambio de dinero, es inaceptable que se pueda decir cualquier cosa de ella sólo porque es mujer y porque, siendo mujer, qué otra relación iba a tener con un ministro que ésa.

A la misma hora en que Claudia Montes comparecía en el Senado, otra mujer, cincuenta años, periodista y ex presentadora de televisión, comparecía en el juzgado de Catarroja para responder a las preguntas de la jueza sobre su comida con Mazón el día de la riada. De Maribel Vilaplana, obligada a decir la verdad, esperaban algunos medios grandes revelaciones.

Pero novedades, sólo aportó dos: que Mazón, en el camino al parking, hablaba de fútbol -nueva prueba de que nunca entendió la gravedad de las inundaciones que ya se habían producido- y que el famoso jersey amarillo con el que llegó al Palau de la Generalitat un rato después se lo había puesto en el Ventorro, no en el piso de nadie y no en el reservado con cama y aseo de ningún restaurante.

Admitió Vilaplana que ella también se equivocó. Al no advertir de la inoportunidad de seguir comiendo cuando Utiel ya se estaba inundando, y al pedirle a Mazón, horas después, que no revelara que era con ella con quien estaba comiendo. Dijo algo más, obligada a decir verdad: que periódicos muy serios han tratado de extorsionarla amenazando con difundir presuntas fotos de ella saliendo de la casa de él. Lástima que no dijera qué periódicos serios han sido esos.

Minutos antes, Carlos Mazón, en la desnortada comparecencia con la que se ha puesto fin a su fracasada carrera política, había dicho, entre medias verdades, distorsiones y auto justificaciones varias, algo en lo que sí tiene toda la razón. Sobre Maribel Vilaplana, y su relación con él, han corrido toda suerte de rumores, bulos y desinformaciones -aireados, también, en conversaciones privadas por dirigentes políticos- cuyo punto de partida siempre era el mismo: dado que ella es mujer y la comida fue larga, qué otra relación puede tener con Mazón que una relación sexual.

Como los relojes averiados, a veces el errático Mazón acierta. Acierta quitándose de en medio y acierta en señalar a quienes han echado a volar su fantasía denigratoria sólo porque la persona con la que comió era mujer. En el diario que dirige Pilar Gómez se planteaban el otro día una pregunta interesante: ¿Y si Maribel Vilaplana hubiera sido… Vicente Vilaplana?, o sea, un hombre.

Como los relojes averiados, a veces el errático Mazón acierta

Si Mazón hubiera estado cuatro horas en el Ventorro con un periodista señor (o señoro) al que le hubiera estado ofreciendo la dirección de la televisión autonómica, ¿alguien habría sospechado que, aparte de comer, habían hecho algo más? ¿O que Mazón se cambió de ropa después de tan larga sobremesa no se sabe dónde? Si Maribel Vilaplana hubiera sido un señor no se le habría escuchado a un presentador de Televisión Española bromear sobre si Mazón, en el Ventorro, comía con los pantalones subidos o bajados, intuyo.

Y no habría alimentado tanto el ministro Puente la sospecha -se pasó semanas haciéndolo- de que Mazón, en realidad, no había estado aquel día en el Ventorro. No son Mazón y Vilaplana los únicos que han cambiado de versión en este tiempo. También lo han hecho respetuosísimos ministros con la verdad y los hechos que no tuvieron empacho en profetizar que algún día se sabría dónde estaba, en realidad, Carlos Mazón. Como tiene dicho Marta García Aller, lo que siempre supimos, en rigor, es dónde no estaba. Y eso es lo que ha acabado con su presidencia.

Hoy le toca Ángel Víctor Torres

Ángel Víctor Torres, ministro para la Memoria Democrática que habrá de hacer, en su comparecencia, un ejercicio de memoria para detallar ante la prensa -espero que acepte preguntas- de qué se habló en la cena de julio de 2020 que compartieron, según los guasaps que aparecen en el informe de la UCO, Ábalos, Koldo, Angel Víctor Torres y Víctor de Aldama.

Con el informe conocido ayer ocurre que tiene trescientas y pico páginas y que, por un fallo informático, sólo aparecen las primeras ochenta y siete (todo llegará). Y ocurre que la página 87 termina como las series de intriga, con un elemento de suspense. Ángel Víctor Torres está en Madrid ese día.

Le escribe a Koldo, con quien tenía una relación frecuente: "Tengo cena con Ábalos pero no viene Francina. Te tengo que ver para tema factura". Koldo responde: "Dime dónde voy". Y quedan en el restaurante. Último párrafo de la UCO: "Como más adelante se detalla, a este encuentro también ha acudido Víctor de Aldama". Y ahí termina.

El ministro tiene hoy ocasión de continuar desde ahí el relato, antes de que lo haga la UCO. Porque, de lo conocido ayer, el único problema serio que se le plantea es que él dijo en su momento que con este Aldamaigual coindió alguna vez, pero que no tenían trato. Y cuando le preguntaron por la afirmación de Aldama de que se habían visto hasta cuatro veces en Canarias y Madrid, lo desmintió.

Si asistió a una cena en la que, cuatro eran cuatro, él ha quedado con Ábalos y Koldo y se presenta Aldama, digo yo que lo recordaría. O lo recordará, ahora que lo menciona la UCO. Es verdad que de estos ochenta y siete primeros folios no se deduce que Torres tuviera la estrecha relación con Aldama que éste dio a entender. La tenía, eso sí, con Koldo. Que ejercía a la vez de representante del ministro de Transportes y representante de los intereses de Aldama -esto segundo también podrá aclarar Torres si lo sabía o lo ignoraba-.

No se deduce que Torres tuviera la estrecha relación con Aldama que éste dio a entender. La tenía, eso sí, con Koldo.

Koldo como abridor de puertas que, primero, consigue que el gobierno canario le compre las mascarillas a Soluciones de gestión y, después, cuando el pago no termina de ejecutarse acude directamente al presidente autonómico, palabras mayores, para que agilice el desembolso y ponga en su sitio a la funcionaria que anda poniendo pegas.

La urgencia por conseguir mascarillas en aquellos meses era patente, y a eso podrá achacar Ángel Víctor Torres su implicación en el pago de las facturas. No hay, en lo leído ayer, y de momento, nada que tenga que ver con pisos de señoritas.

Choque entre fiscales por el Fiscal General

Y en el juicio al fiscal general, primeros testigos, queda para la historia de la fiscalía este momento en que su máxima autoridad, juzgada por la comisión (presunta) de un delito, negó como tantos acusados en tantos juicios, que él sea culpable de aquello de lo que se le acusa.

Y asintió la teniente fiscal del Supremo, subordinada del procesado, no porque él sea su jefe -que no es eso- sino porque está convencida de su inocencia y de que se han vulnerado sus derechos fundamentales. Declararon los testigos, que también son fiscales. Sin novedad respecto de lo que ya habían declarado en la fase de investigación.

El fiscal Salto, por ejemplo, contó que le sacaron del fútbol para que enviara el correo del abogado porque el fiscal general no puede esperar. Y dijo que es legal que tus superiores te pidan papeles, sólo faltaba. Que te saquen del fútbol también es legal, aunque Yolanda Díaz tal vez tenga algo que decir porque esto atenta contra el derecho a la desconexión laboral.

Que el fiscal general era el más interesado en conseguir ese correo -filtrado por alguien antes, durante o después, el tribunal dirá- está fuera de toda duda. Que a las diez de la noche esté en plena actividad el equipo del fiscal general recabando documentos y redactando una nota de prensa es, también, un hecho, y un hecho que escama. En palabras de la fiscal jefe Lastra, te deja pasmada. Por la nocturnidad y por la urgencia.

Aunque alegó ayer la mano derecha del procesado, el también fiscal Villafañe, que Lastra tiene animadversión al fiscal general y eso lo explica todo. Y aunque ya explicó García Ortiz que se trataba de que no les ganara el relato Miguel Ángel Rodríguez, que para intoxicar es verdad que nunca ha tenido horario.

Era tal el compromiso del fiscal del Gobierno con la lucha contra la desinformación y los bulos -la principal amenaza que sufría España en aquel tiempo, según diagnóstico del doctor Sánchez-, era tal el compromiso que no veía el momento de salir con la nota a poner las cosas en su sitio (si además de la nota, se apresuró enviar, o hacer enviar, el correo confidencial tendrá que establecerlo el tribunal que lo juzga).