“Tomo nota”. Frase mítica de se convirtió en latiguillo de media España de la mano de José Álvarez Juncal, el personaje enorme al que dio vida el enorme Paco Rabal en la serie de Armiñán,año 1989. Se estrenó aquella serie el mismo año que se estrenó Aznar como candidato de su partido a la presidencia del gobierno y líder máximo. Y ha sido hoy, veinticuatro años después, cuando...
...el último elemento que le faltaba (colofón) a la caracterización que él viene haciendodel personaje de Juncal, el torero de los sueños frustrados por una cornada inoportuna, el matador que añora el paseíllo mientras la banda interpreta El gato montés, la plaza que se viene abajo con cada natural y cada derechazo, el público que le aclama en la calle, “ahí va un torero”, dicen a su paso.
Juncal (y Aznar) es la historia de un diestro herido en su orgullo y en su historia para el que terminaron las multitudes; el maestro cuyo magisterio no reconocen ya los discípulos; el hombre que alimenta la memoria de sí mismo cuando ya sólo acude Búfalo a recordar con él las tardes de gloria. A José María Aznar le dieron de lado ayer, premeditadamente, todos los dirigentes que hoy pintan algo en el partido del que sigue siendo, honoríficamente (o sea, sin ser nada) presidente. No sólo se ausentaron todos de la presentación de sus memorias, segunda parte, se encargaron de que cundiera la idea de que nadie estaba allí porque a nadie le interesa ya lo que Aznar diga. Aún supura la herida de aquel arranque, con embestida traicionera, que protagonizó el matador retirado en su entrevista de televisión; y en los discursos que ha pronunciado luego; y en las entrevistas que ha seguido dando: siempre alguna puñaladita, alguna tocadita de narices, a quien hoy dirige el partido y el gobierno.
A Aznar le preguntó esta mañana Buruaga, en la Cope, qué le parecieron las ausencias y él no negó que las considera, en efecto, así, “ausencias”, y que si el mensaje que se le está enviando era “de ruptura”, entonces “se toma nota”. Obsérvese el uso que hace el ex presidente del “se” y la forma impersonal: si lo que SE ha mandado es ese mensaje, entonces SE toma nota. El primer “se” se llama Mariano, que es el que envía mensajes,y el segundo “se” es Juncal, que toma nota. El señor Rajoy, a las lecciones magistrales que su ex mentor le quiere dar, reacciona a lo Rajoy, o sea, mirando al cielo y diciendo: “llueve”. La lluvia gruesa, que no cala. Cuando hoy dijo Cospedal que su partido “no deja a nadie atrás” se olvidó, precisamente, de Aznar, a quien sí intentan, Génova y Moncloa, hace tiempo, dar esquinazo.
Los populares han organizado este finde una convención, unas jornadas de convivencia de todos sus parlamentarios en Córdoba, y allí, Cospedal también ha tomado nota, pero no de lo de Aznar, ella toma nota de que la oposición, atención, está “poniendo palos en las ruedas” de la recuperación económica, frase que bien podría parecer de José Blanco cuando gobernaba Zapatero pero que, sin embargo, lo era. Los parlamentarios del PP se reúnen, según la convocatoria oficial, para “analizar las reformas del gobierno”. Bien, antes incluso de que empiecen a analizarlas cabe anticipar que les van a parecer magníficas, todas ellas, ¡justo las que estaba necesitando España!, y no cabe descartar que, al término de esta reunión tan enjundiosa, en lugar del himno del PP canten a coro “y si somos los mejores, bueno y qué, bueno y qué”.
Como la cosa se celebra en Andalucía hay quien ha querido ponerle un poco de pimienta al guiso sugiriendo que tal vez salga de allí alguna pista de quién será el rival de Susana Díaz en las próximas autonómicas andaluzas, pero es mucho aventurar dado el grado de despiste generalizado que sigue teniendo toda la plana mayor del partido, y del PP andaluz, sobre las intenciones de Rajoy en este asunto. Y en otros, también, pero ahora estamos hablando de éste.
Susana Díaz donde va a brillar, o se va esforzar, este fin de semana en el sucedáneo de congreso que celebra el PSOE, que es la cita política más interesante de estos días (y la razón de que el PP haya organizado esta otra historia). No alcanza a ser congreso porque no va a haber ni listas, ni cambios en la dirección, ni discursos victoriosos.
Rubalcaba, que a su manera también añora aquellos tiempos en que todos, en el partido, le reconocían como el primero de la clase -listo, hábil, bien informado de cuanto lo que hacían todos, maquinador y controlator de medios de comunicación afines a la causa- fletó esta Conferencia Política como tablón al que encaramarse para seguir a flote algunos meses más, saciando la sed de debate ideológico que venían manifestando quienes atribuyen el hundimiento socialista a un abandono de las posiciones de izquierda, y pateando, así, el balón de las primarias hacia adelante: de momento nos hacemos una Conferencia Política y luego ya miramos a ver lo de las primarias.
En el argumentario que reiteran los leales al secretario general se insiste en que lo relevante es el programa político con el que el partido se presenta ante los ciudadanos (el para qué queremos gobernar), y se sugiere que hablar de nombres y de liderazgos es hacerle el juego a la derecha, torpedear la esperada conferencia con peleas internas que no le importan a nadie.
El argumentario de la disidencia dice otra cosa: que la actual dirección lleva ya dos años contando sus propuestas sin que la sociedad les preste atención, que ese desinterés es consecuencia de tener como cara visible a alguien que ya perdió y al que todo el mundo recuerda como pieza clave del pasado infausto, y que mientras el liderazgo lo siga encarnando esa persona no habrá manera de que los ciudadanos vuelvan a ver al PSOE como un partido de gobierno renovado. Los críticos aportan como prueba de cargo las encuestas y el alto grado de desconfianza que genera Rubalcaba. Ahí juegan con ventaja, porque no cabe comparar las encuestas que tiene Rubalcaba con las que tendría un Patxi o una Chacón, dado que a hechos que no se han producido no hay medición posible de su resultado.
Todo lo que cabrá concluir de esta convención socialista -salvo que alguien tire los pies por alto- es si además del debate de nombres y estilos existe, como se aseguró en el último congreso, un debate entre distintas posturas ideológicas, es decir, si Chacón y Tomás Gómez están, por ejemplo, mucho más a la izquierda que un Rubalcaba al que antiguamente se consideraba felipista clásico, socialdemócrata más predispuesto al centro político que al ala más izquierda de su partido.
La dirección actual ha planteado la convención como una suerte de confirmación, de reafirmación de su proyecto. La disidencia habrá de esforzarse en combatir esa percepción, la de que Rubalcaba sale de ésta reforzado. Él acaricia la idea de pasar aún a la historia como el hombre que, en tiempos de recesiones y rescates, rescató el PSOE de la recesión electoral en que lo sumió el efecto ZP de mayo de 2010. Sueña con hacer el paseíllo mientras la banda toca El gato montés y en escuchar, montera en mano, en el centro del albero, cómo la plaza socialista se viene abajo, cómo le gritan ¡olé, torero!