MÁS DE UNO

El monólogo de Alsina: "Tanto PP como PSOE son conscientes del riesgo que tuvo hacerse amigo de Villarejo"

Es un final de la película. Pero, en realidad, es un comienzo. El mítico final de Casablanca. Rick y el capitán de policía Louie Renault. Presiento que éste es el comienzo de una hermosa amistad. El final de la cita en Génova, 13 -planta séptima, no hay nadie que pueda vernos- entre Cospedal y Villarejo no tuvo nada mítico. No había pista de despegue, ni niebla, ni sonaba la Marsellesa de fondo. Pero sí debió de ser el comienzo de algo parecido a una hermosa amistad porque terminó de esta manera: López del Hierro, muñidor de la cita y amigo de Villarejo, le propone a éste realizar trabajos puntuales para Cospedal con el visto bueno de ella.

ondacero.es

Madrid | 31.10.2018 07:56

El lenguaje de los sobrentendidos: ¿a tí te importaría hace algún trabajo puntual de temas? Ningún problema. Por lo menos me pagaréis los gastos. De eso no te preocupes.

Pregunta obligada: ¿Qué trabajos puntuales de temas, y de qué temas, realizó el comisario para Cospedal, o para López del Hierro y Cospedal, que en esta reunión aparecen como si fueran una sola persona? Nada de un particular, como dijo la ex secretaria general en su comunicado de anteayer: son un particular y su esposa, la secretaria general del partido, reclutando a un comisario que les ha pasado información confidencial sobre las investigaciones judiciales para que haga algunos trabajos.

Como les vengo contando desde las seis, el digital Moncloa.com y El Confidencial, aportan fragmentos de aquella primera cita de Cospedal y Villarejo. Habla, sobre todo, el comisario. Haciendo méritos para ser visto como un amigo del partido con larga experiencia en actividades encubiertas (entiéndase extra policiales y posiblemente ilegales) para los gobiernos socialistas. Villarejo ofrece información y ayuda para entorpecer investigaciones. ¿Qué información? Que la policía tiene un topo, una garganta profunda, en Génova 13. Cuyo nombre dice Villarejo que no conoce pero que se propone averiguar.

Que si puede ser el gerente, pregunta Cospedal. El policía, como se ve, no dice en realidad nombre alguno. O porque no lo sabe o porque se está tirando un farol. Que Villarejo diga cosas no significa, obviamente, que todas sean verdad. Es un tipo que trabaja a la vez para clientes diversos (y para sí mismo) y que le dice a cada uno lo que más le puede interesar. ¿Qué más le cuenta a Cospedal en su despacho? Que el cargo policial que mejores servicios presta al PP es José Luis Olivera, entonces en la UDEF: es quien ha boicoteado mil cosas cada vez que ha habido un tema duro. Escuchen cómo Villarejo le identifica y cómo Cospedal apunta que Cotino, ex director de la policía, le ha dicho lo mismo.

El comisario Olivera boicoteaba las investigaciones a favor del PP. Este comisario ascendió con el ministro Fernández Díaz a director del Centro contra el Crimen Organizado. ¿Qué más le dice Villarejo a Cospedal? Que contra Bárcenas hay mucha chicha y que va alardeando por ahí de que se ha llevado papeles del partido por si acaso. A lo que Cospedal añade que se ha llevado menos de los que dice.

En la conversación se analiza qué conviene más al partido, si que se dilate la petición del suplicatorio para imputarle o se produzca cuanto antes. Cospedal, que da por hecho que lo van a imputar, apuesta por lo segundo para evita que la situación se alargue. Recuerden que la semana siguiente Bárcenas dimitía como tesorero del partido. Dimisión temporal lo llamó el aludido.

Esto es el resumen del capítulo de hoy.

El PP dijo ayer, por boca de Dolors Monserrat (dirigente cospedalista) que el partido está con su ex secretaria general porque no ha mentido. Del discurso popular ha desaparecido la expresión cloacas, rehén o zombi para referirse a Villarejo y a quienes se vieron con el comisario. Pablo Casado no ha dicho ni media sobre la ex ministra y su hermosa amistad. Del discurso del PSOE ha desaparecido, a su vez, aquello de atribuir cada grabación que se difunde al intento de chantaje del comisario al Estado.

En ambos partidos ya han probado el amargo sabor de la exhumación de contactos y conversaciones que parecían enterradas para siempre. En ambos partidos son conscientes del riesgo que tuvo hacerse amigo, o amiga, de un tipo con tantísimos amigos con intereses contrapuestos y con una idea tan peculiar de la amistad. A Cospedal le dijo soy de los vuestros, puedes confiar en mí. Probablemente les dijo lo mismo a otros políticos de otros partidos. Con una mano ofrecía información confidencial y con la otra sonsacaba más información y más confidencial.

Algo caerá en la sesión de control de esta mañana sobre Franco, la sepultura y los obispos. Es Halloween. Es decir, sobre la resolución del Parlamento que aún no ha podido cumplir el gobierno: sacar lo que queda de Franco del Valle de los Caídos y entregárselo a la familia para que proceda. Ahora el asunto, como usted sabe, ya no es si se le saca, sino dónde lo mete la familia una vez que haya sido sacado. A los Franco les apetece llevarlo a la cripta de la catedral de la Almudena y al gobierno, semejante apaño le parece que es casi peor que dejarlo donde está.

La única solución es persuadir a la familia de que se lo lleve a otro sitio menos céntrico, y es para eso para lo que el gobierno está intentando conseguir la ayuda del Papa. Que le diga a los Franco que en la catedral no va a poder ser a ver si, así, afloja. Que haya tenido que viaja la vicepresidenta al Vaticano a plantear este asunto da la medida del embrollo en el que se siente ahora mismo el Ejecutivo. No parece que andarle pidiendo favores a los obispos cuando tiene abierto el frente de los impuestos que paga (o deja de pagar) la Iglesia, el frente de la mezquita de Córdoba y el frente del concordato, entre otros, no parece que pueda tener ganas el gobierno de andar poniéndole velas a Francisco, pero en eso está. Intentando reeditar la vicepresidenta de ahora la relación especial que forjó su antecesora Fernández de la Vega con el cardenal Cañizares.

El exceso de confianza de Carmen Calvo le llevó a creer que podía atribuir al Papa una posición que en público no ha expresado sin que los obispos se revolvieran.

El Vaticano hizo sabe que le parece oportuno que el gobierno hable con la familia Franco, pero sin tomar postura sobre dónde debe acabar sepultado el dictador. Lo que no significa que en la conversación del cardenal con la vicepresidenta no dijera el cardenal lo que Calvo dice que dijo. Lo que significa es que, aunque lo dijera, en público no lo piensa decir. En resumen, lo que titulaba ayer La Razón en portada: que el problema con los restos de Franco ahora mismo lo tiene el gobierno, no la Iglesia. Eso es lo que el Papa, a través de su cardenal, quiere que se sepa. Tampoco en esto ha resultado Francisco tan revolucionario como algunos de su club de fans pretendía. Y si al final es la Iglesia quien acoge en su cripta de su templo madrileño lo que queda del dictador, será responsabilidad de la Iglesia en qué se convierta esa sepultura. Si acaba siendo un lugar de exaltación de la dictadura franquista será la Iglesia quien tenga que dar también explicaciones por ello.