OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "El funeral eran ellos"

Carlos Alsina reflexiona en su monólogo sobre la imagen de los reyes Felipe VI y Letizia junto a los reyes eméritos -don Juan Carlos y doña Sofía- juntos en el funeral de Estado de la reina Isabel II.

Carlos Alsina

Madrid | 20.09.2022 08:31

Hoy ya es día normal en el Reino Unido. O sea, de crisis múltiples y gobierno recién llegado. Hoy ya es pasado, ya es historia, ya es memoria cuanto ocurrió estos últimos días días de duelo por la muerte de Isabel II.

Quién sabe si alguna vez veremos, dentro de muchos años, la ceremonia de coronación no te digo ya de William, sino de George, este crío de nueve años que hoy es nieto de rey e hijo del Príncipe de Gales. O sea, el siguiente en la lista de relevos. Quién sabe si los periodistas que narren entonces la coronación de Jorge VII evocarán el entierro de ayer con la misma sensación de estar hablando de la prehistoria con que ayer evocábamos nosotros el funeral de Churchill o de Jorge VI. Y se sorprenderán, al repasar la transmisión televisiva de ayer, del aplomo con que aguantó el chavalito dos funerales de los largos. Como un campeón.

Yo a Nueva york, tú a la Zarzuela, el emérito a Abu Dabi y doña Sofía a donde quiera

Terminado el entierro, los invitados extranjeros se fueron yendo. En el caso de los reyes nuestros, y nuestras reinas, pues ya sabe usted: yo a Nueva york, tú a la Zarzuela, el emérito a Abu Dabi y doña Sofía a donde ella quiera.

La reina Letizia está en Nueva York amadrinando actos de Unicef y el rey Felipe se vino para España para cumplir con su agenda de jefe del Estado. Que lo es. Sólo él. De esta imagen que ya comentamos ayer en directo, cuando por primera vez se vio en el plano general de la abadía -don Felipe de uniforme, Letizia a su derecha, al lado de ella, el suegro y por fin, dona Sofía-, de esta imagen sólo cabe concluir que mucha conversación entre los cuatro no hubo.

La imagen de Felipe VI y Letizia sentados junto a los reyes eméritos Juan Carlos y Sofía
La imagen de Felipe VI y Letizia sentados junto a los reyes eméritos Juan Carlos y Sofía | Reuters

No es que un funeral de Estado sea el lugar más indicado para ponerse a hacer tertulia, pero tampoco hace falta ser un experto en lenguaje no verbal de estos que pueblan ahora nuestras televisiones para entender que cómodos, allí los cuatro (dos y dos) no estaban. O mejor, tres y uno.

No hace falta ser un experto en lenguaje no verbal para entender que cómodos, allí los cuatro, no estaban

El uno es don Juan Carlos, el expatriado, que quizá estaba en sus propias reflexiones sobre el elogio casi unánime que ha merecido su prima Isabel por el modo en que dirigió el país, el modo en que lidió con sus follones familiares y el modo, en fin, en que sobrevivió setenta años como referente de integridad y de buen juicio.

A estas alturas ya sabe don Juan Carlos que sea como sea la despedida que se le brinde a él, el día que su vida concluya, difícilmente alcanzará el grado de adhesión institucional, política y popular que ha alcanzado la prima.

La vida, hoy, sigue. Para quienes seguimos vivos. En el Reino Unido, por supuesto, con su nueva primera ministra, su crisis económica, los desajustes que ha causado el Brexit y la nueva subida de los tipos de interés que anunciará pasado mañana el Banco de Inglaterra.

Ya sabe don Juan Carlos que sea como sea la despedida que se le brinde a él, el día que su vida concluya, difícilmente alcanzará el grado que ha alcanzado la prima

Y la vida sigue en el resto de Europa, con su guerra en Ucrania -209 días-, sus fosas comunes, su caudillo ruso, su crisis de la inflación en Europa, sus precios disparados y su cesta de la compra que hay quien ya no tiene dinero suficiente para comprarla entera.

Se supone que es la Asamblea de las Naciones Unidas donde a lo largo de esta semana habrán de pasar revista al mundo los gobernantes que van a ir desfilando por la tribuna. Incluido el nuestro, Sánchez. Pero teniendo la ONU en su Consejo de Seguridad, y con derecho a vetarlo todo, a dos gobiernos como el ruso y el chino -amigos para siempre- tampoco cabe hacerse muchas ilusiones.

En España el debate gira en torno a los impuestos

Con Sánchez disfrutando de Nueva York, donde una vez le compararon con Superman, en España el debate político gira hoy en torno a los impuestos. Hoy y cuándo no. Con esta disidencia tan notable que manifestó anoche en entrevista con Rafa Latorre la señora Díaz Ayuso. Contexto: Feijóo abrazó la semana pasada el recargo fiscal a las compañías energéticas por los beneficios extraordinarios que están obteniendo. Es decir, que Feijóo aplaude esta subida de impuestos. Ésta, sí. Pero Díaz Ayuso, no.

Un tremendo error. El de la presidenta conservadora de la Comisión Europea y el del presidente conservador del PP, que ha hecho causa común con la tasa que abandera la amiga Úrsula. Hasta ahora la doctrina oficial del PP era nada de subir impuestos a nadie. Ahora la de Feijóo es: qué necesario es subirle los impuestos a las compañías energéticas. Ayuso, ahí, se queda fuera.

Feijóo aplaude esta subida de impuestos. Ésta, sí. Pero Díaz Ayuso, no

Hoy el Consejo de Ministros, por cierto, aprueba la bajada del IVA del gas que entrará en vigor en octubre. La doctrina oficial del PSOE, hasta hace cuatro días, era que bajar el IVA causaba un destrozo a la recaudación del Estado y perjudicaba a los servicios públicos, ni servía ni convenía rebajarle el IVA al gas.

Ahora la docrina es la contraria: qué inteligente, qué empático, qué necesario es aliviar la factura de los consumidores. Porque llega el invierno, dice el gobierno contorsionista, aunque aún no hayamos dicho adiós al verano.

Se consumó la sucesión

Fue a un oficial de la orden de la Jarretera, el rey de armas, a quien correspondió proclamar la grandeza de la reina difunta en la capilla de Windsor.

La más alta y más excelente monarca. Hasta ayer. Porque ahora el más alto y más excelente monarca es el vivo, su hijo Carlos. De fondo se escuchaba el lamento que interpretaba el gaitero. El gaitero de la reina en un pasillo lateral, fuera, en realidad, de la capilla.

Y así, con el gaitero doliéndose y el arzobispo de Canterbury colocando en el altar la corona imperial, el orbe y el cetro que durante setenta años pertenecieron a la reina, se consumó la sucesión. El traspado de los títulos, y de los símbolos, marcó el final de las seis horas de homenaje funerario y de los diez días de luto. Los restos de la reina reposan ya en la cripta real del castillo de Windsor.