Algo tienen los aniversarios de número redondo que no tiene el resto. Para los medios de comunicación, al menos. Se cumplen veinte años del 11M y hay infinitas más páginas en los diarios, más minutos en la televisión y en la radio, que el año pasado ---que se cumplieron diecinueve--- o el anterior ---que se cumplieron dieciocho---. Será porque el aniversario es redondo o será porque en la España que debate qué es la mentira y qué son los cambios de opinión, en la España en la que la oposición reprocha al gobierno su permanente afán de distorsionar la realidad y el gobierno califica de bulo casi cualquier cosa que le resulte molesta tirar de retrovisor forma parte de las herramientas de la pelea de barro diaria. O será porque hay medios que, veinte años después, siguen intentando ajustarse cuentas.

Se ha escrito más de los terroristas que sobre el infierno que se abrió para las ciento noventa y dos familias de los asesinados

Más páginas y más minutos sobre la matanza de marzo. O en realidad, sobre lo que sucedió después de la matanza. No es novedad. Basta una excursión rápida por la hemeroteca, y por las bibliotecas, para comprobar que se ha escrito más ---muchísimo más, sin comparación posible--- sobre la investigación posterior al atentado, el empeño del gobierno Aznar en alimentar la duda sobre la autoría al menos hasta que hubiéramos votado, el empeño del PSOE en atribuir el atentado a la guerra de Iraq y en alentar el asedio a las sedes populares, el resultado del domingo electoral, las teorías conspiratorias y el juicio al que sólo llegó vivo un número reducido de los terroristas; se ha escrito mucho más sobre eso ---Aznar, Pedro J, El País (que tituló con ETA), el terrorista suicida de la Ser--- que sobre los propios terroristas, su iniciación en el yihadismo, la forma en que pudieron organizarse para convertir kilos y kilos de dinamita asturiana en mochilas bomba, los planes que aún tenían para seguir cometiendo matanzas; se ha escrito más sobre eso que sobre el infierno que se abrió para las ciento noventa y dos familias de los asesinados, para los miles de heridos, para decenas de profesionales de emergencias que hubieron de recibir tratamiento psicológico.

El 12 de marzo de 2004, España reunió en las calles de sus capitales de provincia ---Madrid, singularmente--- al mayor número de personas que se hayan manifestado nunca para repudiar una matanza terrorista. Fue un hito. Que ha quedado diluido en la memoria y en la historia.

Si hoy saliéramos a la calle a preguntar a los ciudadanos un nombre, uno, de los ciento noventa y dos asesinados, no estoy seguro de que obtuviéramos respuesta. Si preguntásemos los nombres de los autores de la matanza, los terroristas que reventaron los trenes, intuyo que, todo lo más, alguien alcanzaría a decir ‘el chino’, o ‘Trashorras’, no mucho más. Porque el 11M en España duró poco como matanza. Sólo para los familiares de los muertos la matanza dura veinte años, tantos como la ausencia. Para el resto el 11M quedó pronto reducido a una pugna, un asunto político (y mediático) sobre el que tomar postura, salpicado de medias verdades, grandes mentiras, aprovechamientos mezquinos y lagunas elevadas a la categoría de prueba de que nada era lo que parecía.

Veinte años después ---algo tienen los aniversarios de número redondo--- a la vista está que de ahí no hemos salido.

Portugal giró a la derecha

Portugal giró a la derecha. Muy a la derecha. Dos años después de la mayoría absoluta, histórica, del Partido Socialista (con Antonio Costa), la izquierda se resigna a la segunda posición y cede la primera plaza al Partido Popular de allí, que se llama Partido Socialdemócrata. Se presentaba en coalición con otras formaciones y ha superado el 29% de los votos. Le saca apenas un punto a los socialistas, que han resistido mejor de lo que anticipaban las encuestas. Pero el gobierno será conservador porque la izquierda no suma. El subidón, en todo caso, lo tiene la extrema derecha, que pasa de un 7% del voto a un 18%. Anhelaba tener la llave para investir al candidato conservador, como si fuera aquí Abascal con Feijóo, pero no la va a tener porque el candidato socialista cumple con lo que prometió y, ayuno de opciones para gobernar él, facilitará el gobierno en minoría de Luis Montenegro.

En la España donde gobierna la izquierda por la gracia de la derecha independentista, siguen adelante los dos seriales de estos días: los koldos y ‘amnistiar es para siempre’.

Koldo deja oír su voz

En el de los koldos ---‘Juego de troncos’--- se emite hoy un capítulo de autor: el primer protagonista que tuvo el serial, Koldo García Izaguirre, ha dejado oír su voz por primera vez. Es ésta que escucharán ahora, gentileza de Ok Diario.

Éste es Koldo. Sin manta de la que tirar. Ofrecemos este pasaje en primer lugar para tranquilidad de todos aquellos que estuvieran temiendo que el asesorísimo empezara a rajar contra propios y extraños. No hay nada irregular, o eso piensa él. Que ya le ha dicho a Guirao, autor de la entrevista, más de lo que le dijo al juez cuando se negó a declarar. ¿Se compró pisos con mordidas de las mascarillas o qué?

Errores, no. Si acaso, delitos, Koldo.

En el serial de la amnistía el próximo episodio llega el jueves: será aprobado el proyecto de ley por el pleno del Congreso. Esta vez sin sorpresas desagradables para Sánchez y habiendo publicado este domingo la prensa amiga que la negociación se hizo fuera de España aunque sin verificador salvadoreño porque el hombre anda malito. En qué poquita cosa ha quedado este otro Galindo.

El Congreso aprobará una ley que la sociedad no quiere

El Congreso aprobará así, por decisión del presidente Sánchez, una ley que el presidente sabe que la sociedad no quiere. Expresamente lo admitió aquí el viernes el ministro Bolaños.

El gobierno sabe que usted no quiere amnistiar a Puigdemont, pero le hace saber que para eso está el gobierno, para hacer lo que a usted le conviene aunque usted no alcance a ver que le convenga. El gobierno es como un padre: sabe lo que nos conviene a los ciudadanos. Igual por eso se resiste a tratarnos como adultos, porque nos ve menores.

El siguiente paso lo dará la amnistía en el Senado. O no lo dará, porque rechazará la ley por mayoría absolutísima. En el Congreso la mayoría es gubernativa, en el Senado la mayoría es de la oposición. Hecho diferencial de esta legislatura que añade debilidad a una ley sin respaldo social. El ministro improvisó el viernes una doctrina sobre la soberanía nacional representada en las dos cámaras, pero más en una que en otra que tiene dudoso ajuste constitucional.

Legítimo es, pero no hay Constitución que diga que el Senado es menos representante del pueblo que el Congreso. Y que sea este gobierno, que hace bandera de la política territorial y explica la amnistía también en términos de integración de los territorios, que sea este gobierno quien alude a la condición de cámara territorial del Senado como si eso la hiciera de menos es sorprendente. Tan sorprendente, en fin, como todo lo demás.