OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Soberano gatillazo"

Carlos Alsina reflexiona en su monólogo sobre el fracaso de la manifestación independentista ayer en Barcelona en la que Oriol Junqueras fue abucheado e insultado y donde se demostró en qué poca cosa ha quedado el 'procès'.

Carlos Alsina

Madrid | 20.01.2023 10:12 (Publicado 20.01.2023 08:42)

Fue arrolladora, en efecto, la manifestación. Mucho más de lo que esperaban los propios convocantes. Multitudinaria. Impactante. Un éxito. Más de un millón de personas en la calle contra las políticas del presidente. En Francia. Contra Macron. Por las pensiones.

La manifestación de Barcelona dio para poco más que un estridente cacareo

Las de Francia, sumando manifestantes, sí alcanzan la categoría de toque de atención al presidente. La de Barcelona, esta cacareada manifestación independentista, dio para poco más que un estridente cacarero. Ruido, ruido, ruido, decíamos ayer.

Y eso es todo lo que supo hacer el movimiento nacional indepentista en su cacerada manifestación de Barcelona: meter ruido. Y darle la razón a quienes pensaban que no era buena idea, para los intereses indepes, plantear lo de ayer como la prueba de lo vivo y musculado que sigue el entramado de asociaciones y partidos políticos responsable del naufragio histórico de 2017.

Porque lo que exhibió fue lo contrario. Siete mil personas según la policía municipal de Barcelona. Diez mil, si usted quiere, tirando por lo alto. El domingo pasado se manifestaron treinta mil en Madrid en favor de la sanidad pública, el triple. Veinticinco mil se manifestaron en Colón hace dos años contra los indultos.

A escaquearse de los himnos deben de considerarlo algunos una hazaña a la altura del tambor del Bruch, pero todo era dramaturgia consensuada con la Moncloa

Lo primero, por tanto, flojera manifiesta, o manifestera. Lo segundo, la fraternidad entre las organizaciones independentistas. Oriol Junqueras, el pope que hace cinco años prometió a la parroquia indepe que no aceptaría del Estado nada que no fuera la consumación de la secesión, escapando ayer de la manifestación increpado, insultado, por estos camaradas indignados que le llamaban traidor y le expresaban, a voz en grito, su deseo de verle otra vez en la cárcel.

Un gatillazo soberano (o soberanista)

Primero, flojera. Segundo, trifulcas familiares. Tercero, fingimiento. Este Pere Aragonès que reclama estar en la cumbre como anfitrión, al que Sánchez le hace un hueco para que se deje ver, que se hace el simpático con Macron y se hace el antipático con Sánchez y se quita de en medio (cuánto cuento) antes de que suenen los himnos para que no le salgan sarpullidos al escucharlos. A escaquearse de los himnos deben de considerarlo algunos una hazaña a la altura del tambor del Bruch, pero todo era dramaturgia consensuada con la Moncloa. Numeritos.

Si ésta es la manifestación histórica que prometía Puigdemont, en qué poquita cosa se ha quedado la Historia. Si ésta era la prueba de que no se ha acabado el procés, dése el procés entonces por enterrado. Si ésta era la medida de la tensión que aún puede alcanzar el músculo independentista, les ha salido un músculo bien flácido.

Si ésta era la medida de la tensión que aún puede alcanzar el músculo independentista, les ha salido un músculo bien flácido

La manifestación de la señorita Pepis, un bluf, un gatillazo soberano (o soberanista). Bolaños, 1 – Convocantes, 0.

Un nacionalista necesita hacerle la guerra al vecino

Al presidente Macron se le preguntó por la extrema derecha en Europa y su relación con los partidos tradicionales. Dejó un par de mensajes interesantes para nuestra política doméstica. Uno, de interés (quizá) para el PP.

Y otro, de interés para la izquierda que, en España, se muestra tan cercana, tan comprensiva y tan deseosa de ir de la mano de los partidos nacionalistas. Porque para Macron la extrema derecha es nacionalista (nacionalismo español, diríamos aquí). Y el nacionalismo, todos los nacionalismos, están basados, dice, en hacerle la guerra al otro.

Un nacionalista necesita hacerle la guerra al vecino. Bien lo saben los puidemones, los Junqueras y compañía.

Dificultad de Sánchez para expresar lo que quería

A Sánchez se le preguntó por su socio preferente, este partido que gobierna Cataluña pretendiéndose moderado y medio centrista, Esquerra, y eludió la respuesta directa. Optó por meter en la misma frase la manifa indepe contra la represión española y la concentración convocada para mañana en Cibeles por colectivos que ven en la política de Sánchez un riesgo para la Constitución y el Estado.

Y fue revelador lo que dijo el presidente. Primero, porque sin querer hizo una interpretación de la concentración de mañana que seguro que los convocantes comparten. Veamos. Dice Sánchez: la Constitución reconoce el derecho a manifestarse por cualesquiera ideales.

Bueno, si la de ayer eran ideales contrarios a la Constitución y la de mañana es lo contrario, entonces los de mañana son ideales perfectamente constitucionales. Quizá deberían los convocantes de Cibeles agradecerle el aliento, aunque fuera fruto de una dificultad del presidente para expresar con precisión lo que en realidad quería decir. Porque lo que quería decir es que ayer se manifestaron unos extremistas en Barcelona y mañana se manifestarán otros extremistas de signo opuesto en Madrid.

Esquerra Republicana como partido extremista

Lo revelador de esta descripción sanchista de España no es que el presidente considere a asociaciones como el Foro España Cívica, o Libres e Iguales, o Convivencia Catalana, como peligrosos extremistas de derechas que repudian la diversidad de España -que esto no es sorpresa viniendo de Sánchez- sino que sitúe, sin pretenderlo, a Oriol Junqueras, el manifestante, en el otro extremo. Esquerra Republicana como partido extremista.

Sánchez viene pactando todo con este señor que ayer se manifestó en contra de la represión del Estado

Con la salvedad, claro, de que Sánchez jamás pactaría nada con quienes se van a manifestar mañana y lo viene pactando todo con este señor que ayer se manifestó en contra de la represión del Estado. La pretensión de Sánchez de situarse él en el medio, alejado por igual de los dos extremos, la refuta su ejecutoria de los tres últimos años. Él con quien se entiende es con el Oriol Junqueras manifestante y con el Pere Aragonès que rehusó quedarse a escuchar los himnos de España y Francia.