Desde que una bala rozó la oreja de Trump y casi lo mata no han parado de extenderse teorías de la conspiración. Espera, ¿pero seguro fue una bala? Esta vez, la teoría de la conspiración contra Trump la alimentan muchos de los que criticaban las teorías de la conspiración del trumpismo. ¿Y por qué son tan irresistibles las conspiraciones?
Dice Pepe Tesoro en su libro ‘Los mismos malvados de siempre’ que tenemos necesidad de darle una explicación al mal, a suplir la falta de racionalidad de muchas de las cosas que nos pasan. ¿Puede realmente el futuro del mundo estar en manos de un chaval de 19 años con un fusil y un mal día?
Pues a juzgar por lo rápido que se están extendiendo todo tipo de teorías conspiratorias del atentado, a mucha gente le resulta más tranquilizador pensar que efectivamente hay un complejo plan detrás o que es una farsa, a pensar que vivimos en un mundo tan incierto en el que todo puede cambiar porque un chaval sin motivo ni plan aparente coja un día un rifle semiautomático y disipare a Trump ante las narices del servicio secreto del país más poderoso del mundo. ¿Qué da más miedo, el plan malvado o la incompetencia? ¿La incertidumbre y el caos o la maldad?
Las conspiraciones triunfan en tiempos de incertidumbre. Mejor creer que hay alguien al mando, aunque sea malvado, a aceptar que más a menudo de lo que pensamos estamos en manos del azar y la chapuza. Alguien muy malo muy malo y muy listo muy listo que lo tiene todo controlado resulta paradójicamente tranquilizador frente a la alternativa, el descontrol. Además, está el ego. Si estas teorías conspiratorias prosperan es porque, a los que se las toman en serio, les hacen sentir que son más listos que los demás (ellos sí qué saben lo que ha pasado, que lo han visto en Twitter). Aunque no hace falta creérselas para sentirse fascinado por ellas. Son, por qué negarlo, de lo más entretenidas. Aunque últimamente la realidad no se quede atrás.
¿Moraleja?
Triunfan tanto las teorías de la conspiración porque importa menos la realidad que tener razón.