No debe de quedarles mucho oxígeno. A bordo del sumergible desaparecido en medio del Atlántico para ver los restos del Titanic viajan cinco personas. Hay aviones de búsqueda de Estados Unidos y Canadá escaneando la superficie. Hay margen hasta la mañana del jueves para rescatarlos. Medios de todo el mundo están pendientes de ellos.
Este no es el peor naufragio, pero sí el más mediático. El peor, el más mortífero en mucho tiempo, es el que hace una semana dejaba cientos de cuerpos sumergidos en el fondo del mar Jónico de los que también se han perdido el rastro, probablemente para siempre. Pero sabemos muy poco de ellos. Las autoridades griegas han impuesto el silencio informativo.
El sumergible del Titanic con cinco personas a bordo se llama OceanGate Expeditions, el pesquero que naufragó en el Jónico llevaba cerca de 700 personas y se llamaba Adriana.
Los pasajeros del sumergible OceanGate pagaron 250.000 dólares cada uno por la experiencia. Los que viajaban hacinados en el Adriana pagará unos 5.000 dólares por cabeza a los contrabandistas.
Uno de los que viaja en el sumergible, el que lo pilotaba, es Stockton Rush, director ejecutivo de OceanGate. Los otros cuatro son Hamish Harding, un empresario británico; el empresario británico-pakistaní Shahzada Dawood y su hijo, Suleman; y Paul-Henri Nargeolet, un experto marítimo francés.
De los 104 supervivientes del Adriana las autoridades griegas no ha dado sus nombres y los tienen aislados, tampoco han identificado los 80 cuerpos recuperados del agua. Sus familiares están desesperados. Entre los desaparecidos hay más de un centenar de mujeres y niños.
De la operación de rescate del OceanGate conocemos cada detalle técnico. De lo que pasó en el naufragio del Jónico no sabemos casi nada. Los pocos supervivientes con los que ha logrado hablar la prensa europea contradicen la versión oficial. Afirman que la Guardia Costera griega fue la que los hundió al querer alejarlos y no fueron los guardacostas los que ayudaron inicialmente al rescate, sino un yate de lujo que pasaba por ahí.
La industria de viajes de alto riesgo para ricos está en auge. También las rutas de tráfico de migrantes. No solo los contrabandistas se saltan la ley. Tampoco embarcaciones de exploración como Ocean Gate cumplen los estándares de seguridad.
¿Moraleja?
No ponemos el mismo interés en rescatar a todos los que se juegan la vida en el mar.