La Ley del Solo Sí acumula varios fracasos y consecuencias no deseadas. La última es la brecha en la coalición de Gobierno. Otro fracaso de la ley, el más obvio, es el escándalo por el goteo de excarcelaciones y rebajas de condenas de agresores sexuales, imprevistas por el Gobierno, aunque avisadas por muchos juristas.
Entre los fracasos de la ley hay otro más profundo: el de no haber logrado poner el consentimiento en el centro. En el centro del consenso y del debate público. En el centro de un cambio de mentalidad muy necesario para prevenir violencias sexuales. Pero con tanta polémica y tanta falta de pedagogía lo que ha quedado es en el centro no es el consentimiento sino la polémica. Y así no avanzamos.
El del consentimiento era el cambio fundamental de esta ley. Y sí, ya lo sé, el consentimiento no se lo ha inventado Irene Montero. El consentimiento ya estaba en la norma del anterior Código Penal. Claro que estaba. Cualquier relación sexual en la que no hubiera consentimiento ya era delito. Sí. Pero España, igual que otros muchos países, tipificaba agresión sexual solo si la víctima sufría violencia e intimidación.
Si no, no se entenderían que del Código Penal anterior hubieran salido fallos como el del TSJ de Navarra cuando la Manada. Aquellos magistrados consideraron probado que no había consentimiento, pero no que los acusados emplearan «fuerza eficaz y suficiente». Como la víctima no se resistió entendieron que no hubo violencia y los de La Manada fueron inicialmente condenados solo por abuso y no por agresión. El Tribunal Supremo corrigió aquella sentencia. La nueva ley corregía el Código Penal. Y ahora lo que necesita corregirse es la nueva ley.
Muchos países europeos han cambiado sus leyes en los últimos años para que el sexo sin consentimiento sea claramente violación y deje de exigirse el uso de la fuerza. En 2018 fue Suecia; en 2020 en Dinamarca. Reino Unido, Bélgica, Alemania, y otros tantos ya tienen una ley similar. Poner el consentimiento en el centro es solo el punto de partida para el cambio de mentalidad. Pero para que funcione, las leyes tienen que estar bien hechas. Y si no lo están, corregirse.
¿Moraleja?
Lo importante es el consentimiento, rectifiquen errores sin tanto empecinamiento