En España llevamos desde 2007 con el asunto de las cuotas. En 2007, se aprobó la Ley de Igualdad. También recomendaba alcanzar 40% de mujeres en consejos de administración de grandes empresas en 2015. Solo lo recomendaba. En 2015, seguían siendo apenas el 16% en las cotizadas en bolsa. Estamos en 2023 y solo un 22% de los cargos de alta dirección del Ibex los ocupan mujeres. ¿Dónde están las mujeres que mandan? Sin cuotas que aceleren su contratación, a este ritmo la paridad difícilmente se lograría en menos de cinco décadas. Y no vale que sean recomendaciones. Se comprobó en Noruega, Francia, Alemania, Italia, Bélgica y Grecia. El mercado, autorregula muchas cosas, pero está muy comprobado que no autorregula la igualdad.
El Consejo de Ministros aprobará hoy el Anteproyecto de Ley para acercar la paridad en los centros de decisión tanto del sector público y privado. Se obliga a las grandes cotizadas a que un 40% de mujeres ocupen puestos en sus consejos antes de fin junio de 2024. Es una norma europea, pero España es la primera en imponerla.
¿Por qué sigue siendo más difícil encontrar mujeres directivas si somos la mitad de la población y desde hace décadas igual o más formadas que los hombres? ¿No será que los comités de dirección no las buscan hasta que les obligan a ello?
Uno de los sesgos clave está en los procesos de selección. El currículum o los méritos objetivos no son el único criterio de selección. Para llegar a un consejo de administración, las redes informales y los contactos son muy relevantes. Estar en el círculo de confianza del presidente de turno es crucial. No solo tienes que ser bueno o buena, los que mandan tienen que saber que existes. Y cuando la cúpula es masculina, está comprobado que la inercia retroalimenta liderazgos igualmente masculinos. ¿De verdad no vemos todavía que ser hombre ha supuesto tradicionalmente una ventaja indirecta en la contratación donde no solo pesa el mérito?
Estamos tan acostumbrados a la cuota masculina de poder que durante mucho tiempo ni siquiera chirriaba el privilegio del que se alimenta. Por eso las cuotas paritarias no imponen una ventaja por género, la equilibran.
¿Moraleja?
Pensar que en la contratación de hombres solo pesa el mérito, es un razonamiento pretérito.