A esa reunión asistieron muy pocos de los invitados, dicho sea de paso, ayer ofrecieron un documental sobreLuis Aragonés, de escenas, e imágenes grabadas y olvidadas en algún despacho de la Federación, que Jesús Paredes, el preparador que acompañó siempre a Luis, rescató y se encargó de organizar en ese documental que proyectaron anoche.
Yo fui muy amigo de Luis. Le conocí siendo un chaval que empezaba como reportero, cuando él ya había sido campeón intercontinental entrenando al Atleti….después al Betis, y nuevamente al Atleti. Y entonces llegaba yo. Como a casi todos los reporteros primero me maltrató y después me ayudó y protegió. Mucho. Y creo que llegó a quererme. Yo a él mucho. En una de esas malas noches que tuvo como seleccionador, discutimos por una frase desafortunada mía, un error, un calentón.
Pero no fue el comentario que a él le dijeron. Eso nos separó. Entonces enfermó, y no me atreví a ir a verle. Conociéndole, sabía que mi visita le sonaría a despedida más que a perdón. Lloré su muerte a solas y en silencio, porque me parecía descaradamente frívolo asistir al entierro. Finalmente hablé con su hija Rocío, y encontré la paz que me negaba yo a mí mismo.
Esta mañana, escuchando los comentarios sobre ese documental de ayer, pensé que debía dar una humilde explicación, que no justificación, de aquella amistad y aquellos tiempos, tan lejanos pero tan próximos y recordados. Era como era no como dicen que era. Pero era auténtico.