Sevilla me dio anoche la oportunidad de anestesiar los dolores de Cataluña porque aquí hicimos el Transistor, junto a la nueva representación de los futbolistas del Sevilla, que lo mantienen segundo en la Liga española, Navas, Nolito, Sarabia… que me hicieron de tertulianos y hasta de buenos consejeros en según qué situaciones e imaginándose otras que hubiesen sido posibles en sus vidas, si su hada madrina no les hubieses convertido en estrellas de fútbol.
Sevilla vive bajo la luz soleada de un otoño estival que aún mantiene los aires acondicionados encendidos, ahora, camino de la estación, observo en muchas ventanas y balcones banderas nacionales que interpreto como una reivindicación patriótica de quien se siente ofendido, y pienso en tantos andaluces que emigraron a Cataluña hace años y contribuyeron a construir y a crear tantas infraestructuras que ahora nos resultan ejemplares y envidiables.
Generaciones que perdían su acento andaluz, pero no la memoria y que sienten la incertidumbre de estos días. Y en estos días y hasta el viernes, tenemos a la Selección española a las puertas del Mundial.
Será tan fácil abrirlas como ganar pasado mañana a Albania en Alicante.Después, allá por el mes de Julio, puede que esa selección vuelva a colgar toda España de banderas, unidas por la misma ilusión de verles ganar un Mundial.
Si lo pensamos con frialdad nos unen más cosas de las que nos separan, incluso cosas simples como el miedo a perder o las mismas ganas de verles ganar otra vez.