Pero me duele que la justicia vuelva a llevarse por delante a otro hombre del fútbol, como Quique Pina, un hombre de paja de unos empresarios italianos, la familia Pozzo, propietarios de un club en Italia, el Udinese, que tenían a Quique Pina en España al frente de los equipos en donde habían invertido, como fue el Granada, que después vendieron.
A Quique Pina le acusan de blanquear el dinero que obtenía en el fútbol en concepto de quedarse con comisiones por los traspasos que hacía en el Granada o en el Cádiz. Me duele que el fútbol siga perdiendo credibilidad porque le contamina de un olor putrefacto que se hace desagradable y pone todo bajo sospecha. Quique Pina, que fue presidente del Granada hace poco, es otro de los hombres del fútbol que termina en la cárcel, como ocurrió con Gil en el Atlético, con Núñez, presidente del Barça, o Rosell, que aún sigue encerrado, o Del Nido, ex presidente del Sevilla Demasiados.
Demasiados casos como para no sospechar de ese mundo en el que se manejan cifras escandalosas que se aumentan o disminuyen según para qué o según como fue.
Está claro que esto ya no es, ni puede ser, lo que fue, que defraudar a Hacienda no es resolver con nota un problema de matemáticos, que es un delito, y que el dinero del fútbol tiene que ser limpio de manera natural sin que haya que lavarlo para poder justificarlo.