con javier cancho

Historia de la Ronda Nocturna, el cuadro que no se llamaba así

Qué pasaría si pudiéramos observar una obra de arte pintada hace casi 400 años aplicando la tecnología, con una precisión de detalles imposibles de captar a simple vista. Qué sería lo que veríamos.

Javier Cancho

Madrid | 02.06.2020 11:13

Piensen en lo que se puede ver en una fotografía de hiperresolución hecha sobre un cuadro pintado en 1642. Es una fotografía conseguida mediante la suma de 528 imágenes individuales que se unieron por medio de un sofisticado programa de inteligencia artificial, utilizando 45 millones de pixeles. Se trata de poder contemplar la obra maestra de Rembrandt como nunca antes pudo ser vista, escudriñando los pigmentos más escondidos, los pormenores más oscuros de un cuadro donde no todo es lo que parece.

La Ronda Nocturna, que es como el cuadro se conoce, en realidad no era una ronda nocturna… era diurna. Pero, el lienzo presentaba un aspecto tan deteriorado en el siglo XIX que se pensó que la escena transcurría de noche. Y por eso se le puso ese nombre, al desconocerse cuál era el que había elegido el artista. Se pensó que la ronda era nocturna cuando era diurna. Por tanto, la restauración de la claridad en el lienzo terminó conduciendo a otra sorpresa: el título no podía ser el original, lo que se confirmó tiempo después cuando se descubrió un boceto del pintor neerlandés. El título elegido por Rembrandt fue 'La compañía militar del capitán Frans Banninck Cocq y el teniente Willem van Ruytenburgh'.

Rembrandt pintó una cuadrilla de arcabuceros. Lo hizo con los cánones del barroco y en el siglo de oro de la escuela flamenca. Pero, qué pasa si -ahora- casi 400 años después vemos ese cuadro como nos propone el Rijksmuseum de Amsterdam. Con el movimiento del ratón y un click nos acercamos a la parte del lienzo que más nos llame la atención. Con otro click más, en este momento, estoy observando de cerca al capitán Frans Banninck Cocq. Clickeando de nuevo puedo aproximarme hasta su pupila, pudiendo apreciar -en este instante- que ese pequeñísimo brillo en el ojo que antes intuía no es resultado de una pincelada de Rembrandt, sino de cuatro aplicaciones separadas de pintura, cada una impregnada -por el genio- con un tono intencionado ligeramente distinto.

Y aquí, llegados a este punto, encontramos otra revelación: ni siquiera en ese nivel de ampliación la imagen pierde nitidez. A pesar de que probablemente nadie de su tiempo iba a ser capaz de apreciarlo, Rembrandt usó cuatro colores diferentes para pintar un minúsculo efecto de luz en el ojo de uno de los 18 personajes de tamaño real representados en un retrato de grupo, en un cuadro de tamaño superlativo. Puede decirse que Rembrandt fue un tipo que respetaba su oficio, que amaba al máximo los detalles. Por eso, incluso, parece lícito plantearse si el pintor tuvo algo de visionario. La pregunta es ¿fue Rembrandt un iluminado de la fotografía?

Entra dentro de lo posible que Rembrandt imaginara que los primeros experimentos con técnicas de cámara oscura que en su siglo hizo el matemático y astrónomo Johannes Kepler, eventualmente, podrían llegar a culminar -con el transcurrir de los años- en una tecnología fotográfica capaz de registrar al detalle la representación visual de su gigantesco lienzo más allá de lo que pude permitirse la vista. Pensemos en que allá por el siglo XVII también se imaginaban cómo iba a ser el futuro.

Y es posible que Rembrandt imaginara algo parecido a la fotografía de gran resolución. Su lienzo de grandísimo formato, después de estar colgado en unas cuantas paredes, fue trasladado al Ayuntamiento de Amsterdam, donde tuvieron la osadía de cortar un poco cada uno de los cuatro lados del lienzo para que el cuadro cupiera por la puerta. Ya ven, Rembrandt fue un virtuoso de los detalles imaginando el nivel de detalle al que se podría llegar siglos después. Pero, allí, en Holanda también existen los chapuzas capaces de cortar el lienzo de una obra de arte para que quepa por la puerta.