CON JAVIER CANCHO

Historia de un libro robado, Unamuno y Alas

Unamuno envió diez cartas a Clarín entre 1895 y 1900, en aquella relación epistolar Unamuno le confesaba al autor de La Regenta que él era el único escritor español que le hacía pensar.

Javier Cancho

Madrid | 26.02.2020 11:19

Don Miguel admiró a Leopoldo Alas Clarín. Sin embargo, cuando a Clarín se le preguntaba por Unamuno, en sus comentarios no se atisban consideraciones elogiosas sobre la calidad literaria del autor de Paz en la Guerra.

Había en Clarín cierta desconfianza intelectual hacia lo que en los primeros tiempos de Unamuno fue llamada la gente nueva, es decir, los nuevos escritores entre los que estaba don Miguel, que había nacido en 1864. En la segunda mitad del XIX, Unamuno era parte de la gente nueva.

En la primera mitad del siglo XX, Unamuno tuvo relación directa con el hijo de Clarín, siendo los dos rectores al mismo tiempo en la Universidad española, uno en Salamanca y el otro en Oviedo. Y siendo ambos designados diputados constituyentes, en las cortes republicanas, el 12 de julio de 1931.

Nos lo ha contado el bisnieto de Clarín, Leopoldo Tolivar Alas, el nieto del rector de la Universidad de Oviedo a quien Unamuno le regaló la primera edición de ‘El Sentimiento Trágico de la Vida’. Ese libro fue robado de la propia casa de Leopoldo García-Alas cuando le arrestaron las tropas franquistas.

Esa primera edición robada fue hallada en una librería de viejo, hace poco, casi 83 años después del expolio. 83 años que son los años que este mes se acaban de cumplir del asesinato del rector de la universidad de Oviedo. Leopoldo García-Alas fue fusilado tras una farsa con aspecto de juicio. Le mataron, en parte, por ser hijo de Clarín. Influyó en el crimen no tanto su ideología ni su cargo como rector, sino más bien ser el hijo de Leopoldo Alas, el autor de ‘La Regenta’, quien 40 años antes había hecho un retrato mordaz del Oviedo mezquino y provinciano.

El rector fusilado era una persona intelectualmente comprometida y nada radicalizada. Radicales fueron los que le mataron y los que casi linchan al canónigo Bonifacio Ortiz, que tuvo que salir protegido de la sala del juicio, después de haber testificado en defensa del rector. Fueron varios partidarios del golpe los que pidieron indulgencia al tribunal. Pero, no la hubo. Y así, antes de que el pelotón de fusilamiento disparara, el rector gritó “viva la libertad”