CON JAVIER CANCHO

#HistoriaD: El último guerrillero de Asturias

Javier Cancho recupera la historia de Manuel Alonso, más conocido como Manolín el de Llorío. Uno de los pocos maquis que logró a ser viejo, a pesar de recibir un disparo y una condena de muerte.

Javier Cancho

Madrid | 17.05.2022 12:49

Estaba acorralado en una cuadra. Llegado cierto momento, entendió que iban directos hacia donde ellos se escondían. Cuando les tenía muy cerca, tiró una granada que no explotó. Si lo hubiese hecho, seguramente, la bomba también le habría matado a él.

La cuadra, en un lateral, tenía una pequeña ventana, por la que salió corriendo precipitadamente. Al doblar la esquina de una de las casas, se topó cara a cara con uno moro de los regulares. Manolín le empujó con violencia para seguir corriendo desesperadamente.

Había mucha nieve. Casi un metro de espesor. Y no lograba correr deprisa. Era como en las pesadillas.

Manolín trataba de llegar desesperadamente a Barredos, que es un poblado minero que está en la Cuenca del Nalón. Sabía que era su única oportunidad. Pero, iban trás él. De vez en cuando escuchaba los tiros, a pocos metros.

Eran los disparos con los que intentaban matarle. Y uno de aquellos disparos le alcanzó en una pierna. Antes de aquel momento, antes de aquel disparo, los últimos 8 años los había pasado en el monte.

Ocho años huyendo. Luchando contra el régimen franquista, como se podía.

Cuando les arrinconaron en la cuadra fue por un chivatazo. Estaba con dos compañeros. A Joaquín lo mataron a tiros, mientras huía. A Bautista le cogieron, le condenaron a muerte y ejecutaron la pena. Ellos habían formado parte de la resistencia.

Manolín el de Llorío contaba que, antes de la guerra, no tenían apenas ropa. Las alpargatas que no estaban rotas se reservaban para los domingos. Recordaba una infancia dura, como la de todos en su comarca.

La Guerra Civil pilló a Manolín pescando truchas a mano, para la comida de la familia. Con 18 años se apuntó como miliciano.

En las semanas posteriores a la caída del frente norte, el ejército de Franco hizo circular un anuncio por todos los pueblos de Asturias. Quien se entregase, sería perdonado, eso se decía; pero, quienes siguieran en el monte bajarían con los pies por delante.

Entre 1937 y 1945 vivió perseguido. Formó parte de una de las partidas más activas de toda España. La de los Caxigales. Con Casimiro, el canijo y los hermanos Aurelio y Manolo. Usaban leña de avellano y fresno, cortada muy menuda. Era la madera que menos rastro dejaba.

Hubo mucha presión y mucha represión, especialmente con las familias de los que andaban por el monte.

A la tía de Manolín le hicieron la vida imposible preguntando por el sobrino. Un día apareció muerta. Había miedo; no ya ayudar a los maquis, había miedo a encontrarse con los del monte por si, después, los franquistas les acusaban de colaboración. Se fue creando un régimen de terror a los pies de la montaña.

Al final un chivatazo les delató. Manolín tiró una bomba que no explotó. Cayó por un disparo en una pierna, mientras huía. Le apresaron y condenaron a muerte. Aunque, su pena no se ejecutó. Salió libre, sólo después de 20 años en la cárcel.