CON JAVIER CANCHO

#HistoriaD: El jurisconsulto Melquíades Álvarez

Javier Cancho recupera un caso judicial"imposible" en el que el abogado y político Melquíades Álvarez logró la libertad de dos inocentes procesados.

ondacero.es

Madrid | 13.09.2022 13:28

Lo que estamos escuchando se grabó hace cien años. Es la voz de Miguel Fleta en Rigoletto. El gran tenor, Fleta, era el último de una familia de catorce hijos. Aunque, cuando él nació, ya sólo vivían siete.

Fleta debutó en el Teatro Comunale Giuseppe Verdi de Trieste. Lo hizo interpretando a Paolo il Bello. Durante los años 20, recorrió todos los grandes escenarios de la ópera mundial. En 1926, dirigido por el maestro Toscanini, protagonizó el estreno en la Scala de Milán, de Turandot, de Giacomo Puccini. El gran Puccini sentía entusiasmo por Fleta. Y tenemos un fragmento de aquel instante.

Durante varias temporadas fue la estrella indiscutible del Metropolitan Opera House de Nueva York. Miguel Fleta era un gran talento, que no se cuidaba demasiado. Una faringitis se le complicó. Su voz no volvió a ser la que había sido. Y el Metropolitan rescindió los contratos. De modo que el tenor contratacó contratando al mejor abogado del que se tenía referencia: el letrado Melquiades Álvarez.

Melquiades Álvarez también se ocupó del crimen de Mazarete. Dos peones de obra encontraron un cadáver en la carretera que salía de un lejano pueblo de Guadalajara. El cuerpo estaba a cien metros de una fonda. El difunto apareció en una cuneta, tenía un disparo en el pecho y a su lado había una pistola. El muerto era vecino de una aldea próxima. Le apodaban el Aceitero. El día anterior lo había pasado en Mazarete vendiendo aceite y huevos y recibiendo la negativa de una muchacha de la que andaba enamorado.

Su última noche transcurrió en la posada próxima al lugar donde se hizo el hallazgo. Un cabo de la guardia civil escribió el informe que se remitió al juzgado. Y en el reverso de la parte oficial acusó implícitamente a uno de los más ricos de la comarca. Pero, a las pocas horas, se apresó a los dos obreros que se toparon con el cuerpo.

La investigación duró poco, el proceso aún menos. Y casi nada, las deliberaciones de los doce integrantes del jurado. Un puñado de conjeturas endebles, un sumario mal enfocado y un fiscal empeñado contribuyeron a la condena. La sentencia fue a pena de muerte.

Melquíades Álvarez fue quien finalmente consiguió, después de un recurso de casación ante el Tribunal Supremo…logró que los dos inocentes recuperan la libertad después de haber pasado cinco años en la cárcel.