CON JAVIER CANCHO

Historia de la estupidez

Lucien Jerphagnon se topaba una y otra vez con ella, en todas partes y en todo momento, en el espacio y el tiempo. ¿De qué se trababa, qué era eso con lo que recurrentemente se encontraba?

Javier Cancho
  Madrid | 10/12/2019

Ha estado ahí, omnipresente, desde el comienzo de los días. Ha permanecido durante toda la historia de la humanidad. Flota en el ambiente de todas las épocas. De algún modo, se encuentra en la atmósfera de nuestro mundo desde la larga noche de los tiempos. Y desde el principio, se lamentaron sus estragos, buscándose -a continuación- sus causas. Aristóteles llegó a especular con que surgiera en aquella época que hoy llamamos prehistoria, mientras que san Agustín vio en ella la consecuencia del pecado original. Pero, de dónde procede…y ¿algún día terminará?

Qué es eso de lo lleva hablándose -sin parar- durante 28 centurias. Se llama estupidez. Es curioso que la estupidez, como la muerte, tenga nombre femenino. Sobre esa condición, El Roto, en un viñeta, ya escribió que en realidad la dama de la guadaña era varón. Yendo más allá incluso de los géneros, el filósofo Lucien Jerphagnon hizo una advertencia. Procuremos no olvidar, dijo... procuremos no olvidar nunca que nadie se desprende completamente de la estupidez.

Nadie en este mundo puede creerse exento de comportarse como un estúpido en algún momento. Desde luego, la estupidez no es algo que incumba solo a los otros como en tantas ocasiones nos parece. Ningún ser humano puede decir que nunca en ningún momento ha cometido una estupidez.

En el eclesiastés ya se decía que el número de necios es infinito. Nunca se acaban. Hay cretinos a todas horas y en todas partes. Y aunque los españoles tendamos a pensar que los tenemos todos nosotros. Sé que puede parecerlo, pero en realidad no es así. Se comprueba leyendo, por ejemplo, a François Mauriac. El escritor dijo que "en Francia, el poder, tanto si es monárquico como republicano, siempre se ha inclinado por los mediocres. La inteligencia, en Francia, siempre ha resultado sospechosa".

Esa sentencia escrita por un francés podría suscribirse en cualquier sociedad creada por los seres humanos. Otro francés, Henry de Montherlant hizo otra advertencia fundamental: "hacemos el idiota para complacer a los idiotas; y sin darnos cuenta acabamos convirtiéndonos en idiotas". Estamos ante un asunto que ha preocupado a las mentes más luminosas, el propio Albert Einstein proclamó que hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana; y de lo del universo no estamos seguros del todo.

Habiendo asumido, por tanto, que todos somos muy capaces de comportarnos como estúpidos. Podemos ya recrearnos en el hecho de que hay gente mucho más estúpida que otra. El historiador Carlo Maria Cipolla estableció las leyes fundamentales de la estupidez humana.

Primera Ley Fundamental: inevitablemente todos subestiman el número de estúpidos en circulación. Cualquier estimación numérica resultaría ser una subestimación.

Segunda Ley Fundamental: la probabilidad de que cierta persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de esa persona.

Tercera Ley Fundamental: una persona estúpida es aquella que causa pérdidas a otra persona o grupo de personas sin obtener ninguna ganancia para sí mismo, incurriendo -incluso- en pérdidas.

Cuarta Ley Fundamental: las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas.

Quinta Ley Fundamental: la persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe.

Puesto que las acciones de una persona estúpida no se ajustan a las reglas de racionalidad, es lógico pensar que tienen todas las de ganar porque: generalmente el ataque nos coge por sorpresa. Pero, incluso cuando se tiene conocimiento del ataque, no es posible organizar una defensa racional porque el ataque, en sí mismo, carece de cualquier tipo de estructura racional. En definitiva, puede tomarse como certeza que nos extinguiremos seguro. Y será por la estupidez.