"Estudian cómo se desarrollan y cómo es la funcionalidad", explica, porque cuando se tiene un ojo vago, "uno de los ojos pierde la competencia por el espacio en el cerebro", lo que deriva en pérdida de la agudeza visual.
"Al producirse un déficit en los colores claros, el ojo dañado tiene una incapacidad para recolocar la imagen, entonces eso que es tan importante lo pasa a hacer el otro ojo. si exponemos el otro ojo a una cantidad de luminancia, va a recuperar parte de la agudeza y el equilibrio entre los dos ojos".
Aunque recuerda que "quedan cosas por saber", como por ejemplo, "cómo de brillante debe ser la luz y durante cuánto tiempo hay que exponer al niño".