CON OLVIDO MACÍAS

Cuentos chinos: 'Todo por nada'

Rosaura estaba desolada, vacía entre aquella multitud. Acababan de dar las doce campanadas y la Puerta del Sol de Madrid estaba en puro oleaje. Pitos, matasuegras, champán, abrazos y felicitaciones contrastaban con su decepción. Luisa no había aparecido y era su mejor amiga. Habían quedado para después de las uvas irse a bailar. Sin embargo, allí se encontraba, triste por el olvido, por el torbellino de soledad que le estrujaba el alma. Vamos como cuando llegó de Brasil.

Olvido Macías

Madrid | 20.08.2015 11:53

Recuerda la pena por dejar a su madre, sola en Sao Paulo, pero también la alegría de encontrar sus raíces españolas y conocer a la familia de su padre. Dos años después ¿qué tenía? algo de español, unos parientes a los que veía poco, un puñado de conocidos y un ganarse regular la vida con clases de portugués. Así fue como conoció a Luisa, una fan de la música brasileña y así la alumna y la profesora se convirtieron en amigas.

Aquella noche Luisa no apareció porque había comenzado el año con dos bofetadas. Luisa maldijo el día en que ambas conocieron a aquellos dos latinos veinteañeros. A ellas que ya habían cumplido los treinta, les pareció gracioso que esos niños se les acercaran. Y quedaron varias veces. Roberto comenzó a ausentarse: se alquilaba a señoras solitarias. Matías sin embargo, continuó chisteando con Rosaura y Luisa hasta que se declaró a la segunda. La española hizo su declaración de principios en el que destacaba aquello de “nada serio, eres más joven y bla, bla, bla…”

El chaval, con más vida que un lazarillo, se quería ganar su sitio y cada vez que Luisa decía se acabó, él se agarraba como una lapa. ¿Qué buscaba, la nacionalidad o era puro capricho? Así hasta aquél fin de año, en que harta de no lograr una relación conveniente se castigó a no salir, a no celebrar, pero él apareció y la arrastró a una cena de compatriotas. El joven tenía mal beber y a la mínima le soltó a la muchacha un bofetón, en plena calle, en plena noche…a Luisa se le saltaron las lágrimas, la humillación por la torta pública la hizo empequeñecer, sentirse una babosa. Nadie la había tratado así y aquél mocoso borracho había convertido su vida en una demolición sísmica. Ella le amenazó con la policía y él, beodo, le zampó otro cachetazo…ya no podía más, estaba derrumbada…por eso, no apareció en la Puerta del Sol.

Rosaura escribió una carta al director de un periódico para desahogarse de esa noche de plantón. Luisa se disculpó de verdad por dejarla desamparada, y ambas lloraron por las bofetadas de ese cualquiera que afortunadamente, desapareció.