MÁS DE UNO

De dónde viene el preciso conocimiento que Agatha Christie demostraba sobre las sustancias venenosas en sus novelas

En pocas semanas, como cada Noviembre, Reino Unido rinde tributo a aquellos ciudadanos que participaron en las dos Guerras Mundiales. Como parte de las conmemoraciones del Armisticio, la Cruz Roja Británica ha dispuesto un nuevo archivo online abierto permanentemente al público, en el que, entre otras cosas podemos ver las hojas de servicio de las enfermeras del Destacamento de Ayuda Voluntaria.

Juan Carlos Vélez | ondacero.es

Madrid | 22.10.2018 12:13

Cuando la joven de 24 años, Agatha Miller, inició su voluntariado en Octubre de 1914, estaba prometida con su primer marido, Archie Christie, quien también se había enrolado en las Fuerzas Aéreas. Se casaron en la víspera de aquella Navidad. A partir de entonces, y para la posteridad, sería conocida como Agatha Christie.

Su hoja de servicios detalla un total de 3.400 horas de voluntariado como enfermera en su localidad natal, Torquay, en Devon. Allí se encargó de atender a los heridos muy graves, asistir en operaciones y limpiar tras amputaciones. Luego se encargó de dispensar medicinas en el hospital hasta el final de la guerra. Aquello alimentó una imaginación homicida que quedó plasmada en sus novelas.

Tuvo que pasar varios exámenes para poder convertirse en boticaria. Estudió química teórica y práctica, y ser aleccionada por farmacéuticos de su localidad. Era esencial conocer los efectos de los químicos para prescribir la dosis adecuada… pasarse podría ser letal.

Años más tarde, en sus novelas, muchos de sus criminales, tienen amplios conocimientos médicos. Son el reflejo de todo aquello que aprendió Christie en tiempos de guerra.

En su primera novela, El Misterioso Caso de Styles -donde conocimos al detective Hércules Poirot-, el asesino usa ESTRICNINA, un alcaloide que, como el arsénico, aún se empleaba para uso clínico al inicio de su trayectoria como escritora.

La propia Agatha Christie recordaba cómo fue precisamente trabajando en la farmacia del hospital cuando por primera vez concibió la idea de escribir una historia de detectives y supo ver en aquel trabajo una oportunidad única: estaba rodeada de venenos, así que los escogió como compañeros de viaje.

La ya mencionada ESTRICNINA, la BELLADONA, plantas tóxicas administradas con efectos letales, químicos extraños como el TALIO o la RICINA. Una treintena de venenos letales se derraman por las páginas de sus obras…

Pero hay uno por el que desarrolló un gusto particular… el CIANURO. El arma letal favorita de Agatha Christie. Se vendió hasta mediados de los años 40 como pesticida doméstico, así que siempre estuvo al alcance de sus asesinos en buena parte de su producción literaria, y que incluso dio título a una de ellas: cianuro espumoso.

En la segunda Guerra mundial, Christie volvió a inscribirse como voluntaria, dispensando medicamentos, mientras planificaba nuevos métodos de asesinar. Tiempo después ella misma escribió que no disfrutaba tanto de aquel trabajo como el de enfermera, porque dispensar medicamentos era interesante durante un tiempo pero luego se volvió monótono.

Aunque, por fortuna para los lectores, extraordinariamente prolífico.