El espacio de ciencia de Más de uno ha compartido hoy una mirada dirigida a los insectos y su papel esencial en los ecosistemas, pero también en nuestra cultura. Santi García Cremades y Alberto Aparici, con la complicidad habitual de Carlos Alsina, nos han llevado desde la entomología de Edward O. Wilson hasta la revolución científica y artística de Maria Sibylla Merian, pasando por un cómic ambientado en Nueva York.
La conversación comenzó recordando los Premios BBVA Fronteras del Conocimiento, donde en 2010 fue reconocido el biólogo y entomólogo Edward O. Wilson, pionero en popularizar el término biodiversidad. Wilson solía decir que todo niño pasa por una etapa de fascinación con los insectos, su "bug period"—, pero que él nunca la superó. Fallecido en 2021, Wilson sigue siendo una referencia mundial en sociobiología, el estudio de las sociedades animales y humanas desde la biología.
Con esta idea han rescatado el cómic Insectópolis, de Peter Kuper, donde se plantea un futuro dominado por insectos y se alerta sobre la pérdida de biodiversidad. El libro abre con una frase del propio Wilson: "Si la humanidad entera desapareciese, el mundo volvería a regenerarse. Si los insectos desaparecieran… el medioambiente se sumiría en el caos."
Mariposas en crisis
Ese punto sirvió de arranque para hablar de las mariposas, uno de los insectos más emblemáticos, y de su alarmante retroceso. Un estudio en EEUU publicado en Science revela que el país ha perdido, desde el año 2000, un 22% de su población de mariposas. En algunas especies, el descenso supera el 50%. En España, las cifras no son mejores: Cataluña ha registrado una caída del 39% entre 1994 y 2024, y el Parque Nacional de los Picos de Europa muestra un desplome del 45% en apenas nueve años.
Las causas son múltiples, según los científicos: pérdida de hábitat, agricultura intensiva, pesticidas y cambio climático. Las mariposas, además, son excelentes bioindicadores, y la Comisión Europea las utiliza como termómetro del estado ambiental mediante el Índice de Mariposas de Pradera.
La vieja teoría de la generación espontánea
Pero el programa no se quedó solo en datos. Aprovechando la excusa veraniega de las mosquitas de la fruta, Aparici repasó cómo durante siglos se creyó que los insectos surgían espontáneamente de la materia en descomposición. Esa era la tesis de Aristóteles, quien afirmaba que gusanos y moscas nacían de forma natural en cadáveres o lodo. La idea perduró más de mil años.
Fue en el siglo XVII cuando esa visión empezó a cambiar, gracias a científicos… y a una artista con vocación científica: Maria Sibylla Merian, nacida en 1647. Fascinada desde niña por las mariposas, Merian criaba orugas, observaba su metamorfosis y la documentaba con ilustraciones tan precisas como bellas. En su primer libro, mostró cómo los insectos tienen ciclos vitales específicos y requieren determinadas plantas para alimentarse.
Merian descubrió que las orugas son altamente selectivas en su dieta y que muchas mueren si no encuentran la planta adecuada. No solo retrató insectos, sino también sus hábitats y relaciones con el entorno, motivo por el que algunos la consideran la madre de la ecología.