UN PODCAST DE DANIEL RAMÍREZ GARCÍA-MINA

Centenarios capítulo 12: Un cubano de antes de la Revolución

En esta entrevista, Daniel Ramírez García-Mina no puede pronunciar el nombre del entrevistado, de 92 años. Tampoco el lugar donde se realiza. Estamos en una ciudad de Cuba, en el interior de la isla.

ondacero.es

Madrid | 10.06.2022 12:58

Esta es una entrevista en la que no se puede decir el nombre del entrevistado. Tampoco el lugar donde se celebra. Estamos, eso sí se puede contar, en una ciudad de Cuba. En el interior de la isla. Nuestro hombre tiene 92 años y se ha sentado en una sillita casi a la altura del suelo. Acepta contar su historia pertrechado del anonimato. Para que lo entendamos, dice: “Aquí, las paredes oyen”.

"Aquí, las paredes oyen"

Su historia es también la de una revolución convertida en dictadura. La de los regímenes corruptos que se solapan. Porque tener 92 años en Cuba es haber vivido tantas cosas… Parece mentira que quepan en un siglo.

Nuestro hombre nació en Trinidad, una ciudad colonial inundada de casas de colores. En una familia de ocho hermanos. De muy niño, se mudó a La Habana porque su padre consiguió trabajo como contable en una fábrica de manteca.

Era aquella Habana una continua fiesta nocturna gobernada por las mafias y controlada desde fuera por Estados Unidos. Ése era el precio que pagaba el presidente Fulgencio Batista para mantenerse en el poder.

Era aquella Habana una continua fiesta nocturna gobernada por las mafias y controlada desde fuera por Estados Unidos

Se iba dibujando una ciudad donde había unos pocos ricos y muchos pobres. En realidad, en eso no ha cambiado nada. Se iba gestando el caldo de cultivo de la revolución. Nuestro hombre se hizo taxista. Consiguió un permiso y, sin meterse en líos, iba trabajando como podía.

Pero cundía el pánico en La Habana. Batista utilizaba a la policía para detener cualquier conato de oposición, llegando incluso a matar. Los revolucionarios, para crear confusión, destrozaban el cableado eléctrico.

Fidel Castro: Propaganda, carisma y dotes de comunicación

Hasta que Fidel Castro llegó a Sierra Maestra y comenzó a organizar a los suyos. Parecían muchos más de los que eran. Con buena propaganda, carisma y dotes de comunicación, los revolucionarios simularon un ejército capaz de derrotar al ejército oficial.

La gran mayoría de jóvenes como nuestro hombre, sin ser comunistas, apoyaron la revolución. Nuestro hombre lo hizo sin armas, sin violencia; sólo con la cabeza, con el deseo y la esperanza. Quería que Fidel triunfara para que se acabara el régimen de Batista. No ha olvidado aquel día en que los agentes del gobierno destrozaron la redacción de un periódico en la calle San Miguel.

La gran mayoría de jóvenes como nuestro hombre, sin ser comunistas, apoyaron la revolución. Quería que Fidel triunfara para que se acabara el régimen de Batista

En la Cuba de Batista, los niños no podían jugar en la calle. La sanidad y la educación eran bienes de lujo, inalcanzables para la población rural, también difícilmente asequibles para la clase media y baja de La Habana. La revolución prometía revertir todo aquello. Pero la revolución… defraudó a nuestro hombre al poco de triunfar. Era 1959.

El Gobierno naciente de Castro intervino todas las fábricas. También ésa en la que trabajaba el padre de nuestro hombre. Lo intervinieron todo. Los restaurantes, las casas, los negocios… Llegaron la sanidad y la educación, pero permanecieron el hambre, la pobreza y la corrupción. Porque, según nuestro hombre, los dirigentes de Cuba nunca caen para bajo; siempre caen hacia arriba.

Llegaron la sanidad y la educación, pero permanecieron el hambre, la pobreza y la corrupción

Nuestro hombre se enamoró de una chica nacida en la misma ciudad que él. Se casaron. Dejaron La Habana. Él siguió trabajando como taxista. El hambre iba cundiendo en una revolución que se estiraba décadas y décadas. Muchos huían. Los balseros lo hacían por el mar, sabiendo que, como cuenta Pedro Juan Gutiérrez, el escritor, podían ser comida para tiburones.

Nuestro hombre vio robos en las tiendas. Y vio a esos ladrones en la cárcel. Pero nuestro hombre nunca ha visto en la cárcel a quienes llama “los ladrones estatales”.

Las ciudades, en Cuba, se caen a trozos. Resulta paradójico, pero son preciosas. Tienen el encanto de la decadencia, que es agradecido desde un punto de vista estético, pero muy peligroso para los viandantes.

Aquí, alrededor de esta entrevista, hay muchas casas en alquiler que llevan sin tener clientes desde antes de la pandemia. Nuestro hombre se queja al gobierno revolucionario por no haberles prestado ninguna ayuda. Y, para más inri, si te pillan alquilando por tu cuenta y sin pagar al Estado…

"El capitalismo es el sistema menos malo de los conocidos"

Al final, dice nuestro hombre, está todo inventado. Cree, como decía Churchill de la democracia, que el capitalismo es el sistema menos malo de los conocidos. ¡Y eso que nunca ha salido de Cuba! Pero está convencido de que si la gente tiene negocios, la gente no se muere de hambre.

Nuestro hombre, cuando quiso darse cuenta, ya era demasiado mayor para emprender la huida. Por el camino, ha perdido amigos

Nuestro hombre tuvo hijos. Uno de ellos se exilió en Estados Unidos hace 16 años. Jamás ha podido ir a verle. Nuestro hombre, cuando quiso darse cuenta, ya era demasiado mayor para emprender la huida. Por el camino, ha perdido amigos. Algunos viven, pero es como si no existieran, porque no puede comunicarse con ellos. Otros perecieron a causa de la revolución.

No olvida a aquel que un día le animó a huir juntos. Nuestro hombre le dijo que no. Su amigo, poco después, perseguido por el gobierno revolucionario, se suicidó.

La primera parte de la revolución, la más dura

Como suele ocurrir en todas las dictaduras, la primera parte de la revolución fue la más dura. En aquellos años sesenta, las paredes escuchaban todavía más que hoy. Una sola palabra opositora y…

Todavía hoy, en las calles de Cuba, se pueden ver, en muchos edificios, los CDR. Comités en Defensa de la Revolución. Son Comités de Vigilancia participados por los propios vecinos.

Nuestro hombre mira a los lados cuando lo cuenta, para cerciorarse de que no pasa ninguno de esos vigilantes

Nuestro hombre mira a los lados cuando lo cuenta, para cerciorarse de que no pasa ninguno de esos vigilantes. Pero celebra que a los chivatos de hoy se les exige… una formación profesional. Antes, dice, cualquiera era chivato.

La permanencia de la revolución sólo es comprensible a través de la represión

Pero, ¿cómo es posible que la revolución siga viva sesenta años después? Nuestro hombre va a contestar esa pregunta, pero… cuidado, que viene la policía.

Ahora, sí. Nuestro hombre dice que la permanencia de la revolución sólo es comprensible a través de la represión.

Tampoco cree que vaya a conocer una Cuba libre. La seguirá soñando

Nuestro hombre nunca ha salido de Cuba. Y nunca lo hará. Seguirá contemplando el mundo desde esta sillita. Lo ha conocido a través de esas colecciones por fascículos que hablan de Roma, París, Londres, Madrid… Pero no es sólo eso. Va más allá.

Nuestro hombre no verá el mundo, pero tampoco cree que, antes de partir, vaya a conocer una Cuba libre. Desde aquí, desde su sillita, la seguirá soñando.