Madrid |
La democracia española está de luto le dijo anoche Fernando Ónega a Juan Ramón Lucas. Porque Oneto, desde que empezó a foguearse en las agencias de noticias y en el diario Madrid hasta esta última etapa de comentarista y columnista fue de todo y lo fue todo. Figura esencial del grupo 16, del grupo Z, de Antena3, autor de libros periodísticos y entretenedor original y genuino.
No es solo este programa quien llora la muerte de un colaborador. Ni el periodismo. Ni tan siquiera una generación. Cualquiera que en el último medio siglo haya leído un periódico o una revista, haya visto un informativo o escuchado una radio sintió en la tarde de ayer un escalofrío cuando se hizo noticia la muerte de Pepe Oneto.
Estamos acostumbrados en este país a que cuando alguien muere se hable bien de él. El estremecimiento generalizado de ayer tarde es lo que da fe de quién ha sido Oneto en la historia de este país. Luchó por la democracia en tiempos de Franco desde el diario Madrid. Después, aunque conociera más secretos de Estado que nadie, su batalla siempre fue la verdad. Estudiado en universidades y referente de periodistas su grandeza le venía precisamente por no tener pelos en la lengua. Ni ahora, con la democracia asentada, ni nunca.
Los obituarios de la prensa escrita son hoy un homenaje a su forma de ser y de trabajar.
En ABC, recuerda Antonio San José que Oneto afirmaba que con una atenta lectura de los diarios no había servicio de inteligencia que te pudiera sorprender. "Siempre quedarán lagunas en su biografía por minuciosa que sea" dice El Mundo. "Ha muerto uno de los últimos testigos fieles que quedaban", afirma La Razón.
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