Era padre y se enfrentaba a un divorcio. Y había comenzado a cuestionar la naturaleza de la sociedad soviética, y si EE.UU. era realmente tan malvado como el régimen comunista sugería.
Belenko se dio cuenta de que había un nuevo y enorme caza que los soviéticos estaban probando y que podría ser su vía de escape. Era el MiG-25, cuyos test de pruebas comenzaron en 1965.
Había 700 especialistas trabajando en ello, cuenta uno de sus diseñadores, trabajamos todo lo necesario para llegar donde queríamos, todo el mundo estaba entusiasmado ante la posibilidad de que fuera el avión ganador.
Viktor se encontraba en la base aérea de Chuguyevka, cerca de la ciudad de Vladivostok, en el extremo más oriental del país. Y Japón quedaba sólo a 644 kilómetros. El 6 de septiembre de 1976, vuela en una misión de entrenamiento, rompe formación y sobrevuela las olas.
Los japoneses se encuentran con un piloto desertor y un avión de combate que había logrado eludir las agencias de inteligencia occidentales. La CIA lo analizó detenidamente, pero se dieron cuenta de que los soviéticos no habían construido el "súper caza" que temía el Pentágono. Era caro y pesado, y no era particularmente efectivo en combate.
El avión que la Unión Soviética había escondido del mundo durante años se envió de vuelta a la Unión Soviética con una factura de 40.000 dólares por los costes de envío y los daños que Víktor había causado al aterrizar en el aeropuerto de Hakodate. El piloto no regresó con él, se fue a vivir a Estados Unidos, donde se convirtió en ingeniero aeronáutico y en consultor de la Fuerza Aérea estadounidense.