Y así pasa el día Shivani, (9 horas del día), con un margen para moverse de menos de un metro y medio, que es lo que mide aproximadamente esa cinta que la mantiene dentro del solar, con temperaturas que a veces llegan a los 40 grados y sola. Su madre, Sarta Kalara, tiene 23 años, y dice que no le queda otra opción, que su otro hijo de tres años y medio es aún pequeño para controlarla y que no quiere que salga del lugar y cruce la carretera. Que lo hace por la seguridad de la cría.
Ella y su marido trabajan en el sector de la construcción, cavando agujeros para cables de electricidad. Por cada turno de trabajo cobran poco más de tres euros. Es un sector en el que hay 40 millones de trabajadores en India, y uno de cada cinco son mujeres, la mayoría tan pobres que además de las duras condiciones en las que realizan su labor, deber migrar de una obra a otra por esos poco más de 3 euros al día, por lo que no es raro encontrar a niños como Shivani, cubiertos de arena y barro mientras sus padres cargan material para levantar edificios o carreteras a lo largo del país.
Shivani llora cada día cuando sabe que le toca ponerse la cuerda; lo que probablemente no sepa es que con 7 u 8 años sus hermanos fueron enviados con los abuelos a una aldea sumida aún más en la pobreza.