Su madre trabajaba todo el día y su padre bebía, Su vida a los 11 años se resumía también en beber para olvida hasta que apareció un televisor en su casa. Moacir y su madre comenzaron un viaje de no retorno hasta que se encontraron con lo que él llama la “pesadilla mexicana”.
Fue arrestado, encarcelado y con una orden para volver a Nicaragua, que no cumplió. Su madre le llevó a una casa de acogida para niños (“Misión México”) y le dijo que volvería a por él tan pronto como pudiera.
Moacir fue acogido por Pam y Alan, una pareja a la que el resto de pequeños llamaban papá y mamá, aunque él sólo esperaba la llamada de su madre. Llamada que se produjo pero sin opción al reencuentro y Moacir entró en cólera
No volvió a saber nada de ella y así estuvo hasta que un día fue a la playa con el resto de niños y les vio haciendo surf, y supo que quería formar parte de esa alegría que manifestaban. Su orgullo se vio golpeado por las olas hasta el punto de abandonar, entonces su padre de acogida.
Así empezó a apreciar su nueva vida y a perdonar. Y se dio cuenta de que en algún momento de ese viaje que emprendió en Nicaragua perdió su sueño, pero encontró otro mejor. Su nuevo hogar le ha dado grandes oportunidades: a los 20 años recibió una beca para estudiar en Australia. Y ahora sí llama “papá” y “mamá” a Pam y Alan.