En la última edición de La Brújula, el historiador Guillermo Cortázar presentó su libro "El cesarismo presidencial" en una entrevista con Rafa Latorre. El diálogo abordó la transformación del sistema político español, la concentración de poder en la figura del presidente del Gobierno y los riesgos que esto supone para la democracia parlamentaria en España.
De la monarquía parlamentaria al cesarismo presidencial
Cortázar explicó que la idea de su libro surge de años de análisis sobre la evolución del régimen constitucional español:
"La idea de este libro tiene muchos años, porque yo vengo escribiendo artículos y libros sobre la deriva del régimen constitucional, que ha pasado de ser originariamente una monarquía parlamentaria a una monarquía presidencialista. Y lo único que pasaba es que ya hacía un año, año y medio, me di cuenta que es que lo que tenemos ahora ya no es un presidencialismo, sino un cesarismo".
El historiador subrayó cómo todos los presidentes, desde la Transición, han contribuido a que el Ejecutivo domine al Parlamento, debilitando los contrapesos institucionales:
"La capacidad política de todos los presidentes, desde Suárez, incluso, ha llevado a un régimen parlamentario, a un régimen en el que el Ejecutivo domina el Parlamento, es decir, en el Parlamento, el que controla al Ejecutivo es el Ejecutivo, el que controla el Parlamento".
El simbolismo de la Moncloa y la hipertrofia del poder
Durante la entrevista, se abordó el simbolismo del Palacio de la Moncloa como sede del poder ejecutivo. Cortázar relató:
"Yo aconsejaría al señor Feijóo o al próximo presidente del Gobierno que no tomara posesión en la Moncloa y que diera un mensaje de que cambian las cosas. No hacen falta 2000 asesores y funcionarios. La señora Thatcher tenía dos asesores en Downing Street. Dos y un encargado de prensa".
El autor defendió que el traslado del Gobierno a la Moncloa fue el primer paso hacia el presidencialismo:
"Yo creo que el primer paso hacia el presidencialismo fue la decisión, probablemente sin darse cuenta del alcance que iba a tener por parte de Suárez, la decisión de trasladarse de Castellana tres a El Palacio de la Moncloa".
El hábito del poder y la dificultad de la reforma
Cortázar advirtió sobre la dificultad de revertir la concentración de poder:
"La lógica en la historia y en la política es que nadie renuncia al poder si no se lo arrebatan, o bien sea por las elecciones o bien porque haya una presión de la opinión o por una serie de acontecimientos que le obligan a modificarse".
El historiador abogó por una reforma profunda, exponiendo que bajo su punto de vista el próximo presidente de Gobierno "tiene no que revertir".
"Como ha llovido en algún político del PP que vamos a revertir todo lo que ha hecho Sánchez. Bueno, esto no se trata de eso. Se trata de mirar al año 77 todas las leyes que han permitido llegar a donde está Sánchez".
La pandemia como ensayo del cesarismo
Cortázar identificó la gestión de la pandemia como un "ensayo general" del cesarismo:
"La pandemia fue un ensayo de desgobierno despótico absoluto... aquí con unas histéricas feministas que teníamos en el salón todos los españoles en casa y no se reunía el Parlamento. Es decir que b, porque es que en el fondo el presidencialismo este que padecemos".
Separación de poderes y amenazas a la independencia judicial
El historiador alertó sobre las reformas que podrían debilitar la independencia judicial:
"Si ahora se modifica todo el tema de quien accede a la carrera judicial será un retroceso de 110 años, porque fue Eduardo Dato en el año 18 el que estableció que para ser juez había que hacer una oposición... Eso es lo que ha hecho que España funcione relativamente bien durante 100 y pico años, porque la justicia de Independiente había que hacer una oposición. Entonces eso se pretende romper con una corona con una ligereza tremenda, no?".
El cesarismo en el contexto internacional y la esperanza en la reforma
Cortázar situó el auge del cesarismo en una tendencia internacional:
"Yo creo que sí es una tendencia, la democracia tradicional tiene, tiene graves problemas de representación y de eficacia, de representación, en el sentido que la calidad de representación es muy baja en muchos sitios y en España es pésima".
A pesar de su diagnóstico crítico, concluyó con un mensaje de esperanza:
"Lo que sí me gustaría es que se quedara la audiencia con la idea de la esperanza, no con la idea del desastre".
