En Moscú lo kitch y lo criminal se han encontrado en la Plaza Roja . Un concierto de luz y de color ha sido con el que hace tan sólo unas horas, el Kremlin ha celebrado la usurpación de cuatro regiones ucranianas. Aquellas a las que sometieron a una pantomima de referéndum. Putin ya las considera suyas para siempre y avisa de que cualquier ataque que allí se produzca, en Donetsk, Lugansk, Zaporiyia o Jerson, será considerado un ataque al territorio ruso con todas las consecuencias que ello implica.
En la Plaza Roja tenía lugar este cruce entre Eurovisión y Starship Troopers entre Eisenstein y los Pet Shop Boys, una ceremonia más ridícula que aterradora. A unos kilómetros de allí, Rusia ha cometido un nuevo crimen de guerra de una crueldad difícil de concebir.
El día que Putin se anexionaba la región de Zaporiyia, su ejército masacraba a su población. Rusia ha asesinado a 25 civiles en un ataque contra un convoy humanitorio. Los vehículos fueron bombardeados cuando iban a recoger a familiares que huían de los territorios ocupados. No dejan de llegar a la redacción imágenes de la matanza. No son soldados, son civiles.
La crueldad de Putin apenas puede ocultar el desastre de la invasión. De hecho el estado mayor ruso ha reconocido que las fuerzas ucranianas mantienen prácticamente rodeada Limán, una ciudad estratégica hasta ahora en manos de Rusia.
La crueldad de Putin apenas puede ocultar el desastre de la invasión
El paso que ha dado el imperialismo ruso no tiene marcha atrás y aleja cualquier posibilidad de que Ucrania vuelva a una mesa de negociación. No ya este crimen de guerra, sino la anexión de un territorio del tamaño de Portugal que supone el 15% de Ucrania y su blindaje legal de ese territorio. La Unión Europea ha asegurado que nunca reconocerá los referendos que Putin ha empleado como excusa para la operación imperialista.
Ha habido otra reacción inmediata, veremos si de consecuencias más profundas. Volodimir Zelensky ha solicitado que se acelere todo lo posible su incorporación a la OTAN. Quien quiso ver en el intercambio de prisioneros de la semana pasada entre Rusia y Ucrania un preludio de la paz o al menos de unas conversaciones de paz, se equivocaba. Hace unas horas el secretario general de la OTAN, Jen Stoltenberg recibía con buenas palabras la solicitud de Zelensky pero sin concretar una respuesta.
Giro inesperado sobre la fiscalidad en España
El debate sobre la fiscalidad en España ha dado un giro inesperado esta mañana en Más de Uno. Qué cosas provoca Carlos Alsina en sus entrevistas, que hoy nos hemos enterado de que después de años dando la matraca con la desigualdad en España, resulta que nuestro país ha cumplido el ideal igualitario del más ambicioso socialdemócrata.
El salario más habitual es 18.000 euros. ¿Clase media el 99%?
El país en el que el 99% es clase media. A mí me da que la ministra nos quiere hacer confundir la clase media con la media de la clase. Miren, el sueldo medio en España es 23.000 euros. Pero claro, esa media se establecen sumando a todos, desde cualquier pobre quincallero a Amancio Ortega. El salario más habitual es 18.000 euros. ¿Clase media el 99%?
El problema quizás esté en que el plan fiscal del Gobierno ignora por completo a la clase media, que si bien menguante, en España existe y no es el 99% de la población. La clase media dinamiza un país, se considera su garantía de estabilidad y por el contrario su ausencia se asocia con la decadencia, la falta de dinamismo económico y de paz social.
Su primera respuesta no fue fruto de la ignorancia sino más bien de la confusión. La confusión en la que pretende sumirnos. Por lo demás, la ministra de Hacienda defiende ardorosamente su plan fiscal, por más que haya sido motivado por la angustia y la necesidad. La angustia por la ofensiva fiscal del PP a la que se iba sumando barones socialistas y la necesidad de satisfacer determinadas demandas de Podemos como el impuesto a las grandes fortunas o el IVA a los productos de higiene femenina.
Estas cuestiones que en su día el PSOE dijo que eran imposible y que hoy celebran sin rubor. Ahora que mencionamos el rubor. Resulta bastante embarazoso el providencialismo con el que el ministro para todo Félix Bolaños ha llevado al límite de revoluciones la máquina de propaganda.