Opinión en La brújula

La mirada cítrica: Hacienda busca ingresos hasta por debajo de los microchips

Las protestas de los agricultores no aflojan. Han cortado carreteras y autopistas en Extremadura y en Andalucía. Los tractores se multiplican y marchan por las autovías. Este miércoles lo harán por las calles de la Estafeta y Telefónica del centro de Pamplona.

Ignacio Rodríguez Burgos

Madrid | 18.02.2020 21:25

Si Hemingway levantara la cabeza no se lo creería y preguntaría ¿Por quién doblan las campanas en el campo español? Las organizaciones agrarias se han reunido, por fin, con la ministra de Trabajo y con el vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, que les ha recomendado que sigan presionando.

Podemos se juega poco en el campo español, pero el conflicto del terruño, a lo largo de la historia española, ha terminado enterrando políticamente a más de un dirigente. El campo no es una Fiesta y las movilizaciones continúan como las marchas del pimentón de la Vera. Rojas, como el pimentón, están las cuentas.

El Gobierno saca pecho por bajar unas décimas la deuda pública, pero sigue por encima del 95% del PIB. Hacienda busca ingresos hasta por debajo de los microchips. Ha aprobado la Tasa Google para que paguen impuestos los gigantes tecnológicos.

Pero Hacienda reconoce que no se va a recaudar lo que se prometía. Ahora culpan a la desaceleración, como si la ralentización fuera un fenómeno meteorológico y el Ejecutivo no tuviera nada que ver.

El Consejo de Ministros también ha aprobado la tasa financiera. Le pone este nombre para que parezca que la van a pagar los bancos, pero no, la pagarán todos aquellos que decidan invertir sus ahorros en grandes empresas españolas. Es curioso. Si se compran acciones de Telefónica, Santander, Iberdrola o Inditex u otras nacionales habrá que abonar el impuesto.

Pero si se adquieren títulos de General Motors, de Nokia, de Apple u otra foránea, entonces no hay que pagar. Pregunto. ¿Este impuesto es inteligente? ¿No es pegarse un tiro en el pie? Los viejos de la bolsa, que no son tan viejos como los del mar de Hemingway, la verdad es que no lo entienden. ​