Madrid |
Las protestas del agro español reviven gracias, entre otras cosas, a la torpeza del vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, que decidía marginar, junto a Trabajo, a las organizaciones agrarias en una reunión prevista para hablar de empleo.
Iglesias no es de tractor, ni de horizontes abiertos y vista campestre, es más bien de Vista Alegre y asfalto madrileño. Es más de “koljós” ruso que de interprofesionales agrarias y cultiva más el árbol de la ciencia política universitaria que el olivar, por mucho que sea de Vallecas, antigua tierra de trigales y de panaderos.
El caso es que el rechazo a las organizaciones agrarias en el Ministerio de Trabajo ha generado hoy indignación en el sector y enciende ánimos también en la patronal y ha llegado a zarandear a la Mesa del Dialogo Social. Las cúpulas de sindicatos y empresarios intentaban templar ánimos no vaya a ser que la negociación naufrague antes de que salga de puerto.
La crisis agraria puede ir a más. La Unión Europea propone un recorte del 14% en los fondos de la Política Agraria Común. Y un 30% de las rentas de los agricultores y ganaderos españoles llega de Bruselas.
En un país que lloraba en campaña electoral por la España vaciada, tras vaciar las urnas y contar los votos, falta sensibilidad. De la reunión de hoy en Trabajo solo ha salido el compromiso de rebajar a 20 las peonadas necesarias para recibir el subsidio del PER para los jornaleros.
Pero en un país con elevado paro, en especial en Andalucía y Extremadura, más de uno se pregunta si el PER es el mejor sistema para crear un empleo digno que impida que la gente siga abandonando el campo español.