Hace unos días se halló en un piso de Valencia el cuerpo de un hombre que llevaba 15 años muerto sin que nadie lo advirtiera ni lo echara de menos. Es la historia de un relato extremo de soledad en una gran ciudad. El hombre, que habría cumplido ahora 86 años, se separó hace 30 y desde entonces se fue alejando del mundo. Tenía dos hijos con los que había perdido el contacto y los gastos propios de su vivienda (agua, luz, comunidad de vecinos...) domiciliados en el banco, por lo que se iban pagando automáticamente.
Aunque la Policía Nacional aún está atando cabos, los investigadores tienen pocas dudas de que su muerte fue natural y atribuyen que nadie en la comunidad de vecinos alertara sobre el olor del cadáver por una ventana de la vivienda que permaneció abierta también durante estos 15 años y que permitió ventilarla.
Para hablar de este caso y de la soledad no buscada, en La Brújula hemos hablado con Albert Quiles, director de Relaciones Institucionales de la Fundación Amigos de los Mayores, que alerta del crecimiento de estas situaciones de vulnerabilidad y soledad no deseada entre los mayores en nuestro país.
El problema se agrava, especialmente, en las grandes ciudades, donde "desconocemos quienes son nuestros vecinos o tenemos muy poca relación" y Quiles asegura que en la fundación cada vez reciben más peticiones "de personas que necesitan este acompañamiento".
Es por esto que alerta de que hay que "hacer un trabajo en prevención a lo largo de toda la vida, que podamos hablar de soledad no deseada ya en las escuelas". "Tenemos programas de acompañamiento a personas mayores que están en sus casas, residencias y hospitales, y también actividades grupales a pequeña escala cerca del domicilio donde viva la persona mayor", por lo que anima a los mayores a llamar a la fundación y pedir ayuda.
El objetivo de esto es la creación de unas redes vecinales que puedan convertirse en una especie de radar para que si estamos varios días sin saber de algún vecino o conocido podamos preguntar por ellos.
