Esta enfermera comienza aclarando la situación de su labor en el día a día. "Nadie sabe, ni puede llegar a imaginar lo que una enfermera ve, huelo o escucha", afirma.
Continúa hablando de la muerte y la vida. De la lucha por curarse. Y comenta que "nadie sabrá lo que es sonreír a un paciente cuando en la habitación contigua ha muerto otro".
Y reconoce que "no podemos parar de sonreír, porque nuestra labor es ayudar, y lo hacemos calladas para que no se note y sigan fuertes". Aunque en los momentos que corren una siente miedo, pero los pacientes no deben notarlo y hay que ser valiente".
Hasta que esta enfermera llega a su casa. "Allí me doy cuenta que también necesito que me cuide alguien como yo hago con los demás". "Cuidas, sigues cuidando y cuidando y nadie te cuida", añade.
Y ahí llegamos a las 20:00 horas de cada día. "Un día, sin saber cómo, escuchas un aplauso precioso", se sorprende. "Lo difícil ya no se ve tan difícil, y lo peligroso ya no es tan peligroso", continúa.
Y termina con un rotundo: "ahora resuena un aplauso dentro del alma que te hace más querida y para siempre valiente... nunca he llorado tan bonito".