Traigo las notas del 30 de junio, está el Congreso de los Diputados peor que el Bellver Palma. Los chavales de Palma de Mallorca enseñan por las terrazas carteles de libertad y pectorales como si vivieran en un motín de una cárcel de Honduras. Por la ventanas se piden matrimonio y el Habeas corpus. Unas zagalas han desplegado unas sábanas para que les suban las bebidas y la orden judicial, como Rapunzel pero con una botella de Johnny Walker y dos litros de refresco.
Está el verano para hacer promesas, así que Pedro Sánchez ha prometido que no apoyará un referéndum de autodeterminación. Me quedo mucho más tranquilo. En realidad, ha dicho que si quieren un referéndum, tendrán que cambiar el artículo dos de la Constitución, que tendrán que convencer a los tres quintos de la cámara y que el PSOE no lo apoyará nunca jamás. Han cantado nunca. Ah, cuando ha dicho nunca se han parado los relojes, han echado a volar las palomas y se ha retirado el mar seis kilómetros.
Nunca, adverbio de tiempo, señal de que no va a pasar de que no va a darse nunca, enfatiza en nunca jamás, como por ejemplo, nunca pactaré con el populismo, nunca gobernaré con el apoyo de los independentistas y sobre todo, nunca indultaré a los condenados por el procés.
El sanchismo es una metáforas sobre el tiempo. Cuando Sánchez dice que algo no va a pasar nunca es señal de que ya se va a acercando. Ha pasado tantas veces que ya parece un modus operandi. Se dice nunca, se abre el debate y dentro de un tiempo uno se desdice en contra de lo que dijo, todo sea por el bien de España.