Traigo que dicen los científicos que se ha parado el núcleo de la Tierra. Ya me estaba pareciendo a mí. España no se rompe, pero vaya como cruje.
El Gobierno cree que la derecha cuando sale a la calle es una cosa telúrica de mucho cataclismo. Si revientan Urquinaona, pues, se echan unas risas, pero si sale una de esas señoras de Ortega y Gasset con el tinte y la banderita, pues para el sanchismo por poco lleva pistola y es una espía de Bolsonaro. Es Eva Braun, esa señora de la permanente.
Ah, la tierra, planeta de corazón cansado. Sobre la corteza, el Gobierno quiere terminar con la tuna. El ministro de Universidades, Joan Subirats detesta que estén segregadas entre tunas femeninas y masculinas. En mis tiempos, a los chicos de las rondas en la tuna los llamábamos en clave ‘bomberos’. Por la manguera. Si las tunas son mixtas, dinos ministro, si clavelitos dice: “mocita dame un clavel” se dice mocita, mocito o mocite.
Un día conocimos a una tuna femenina de Madrid y eran muy majas. Cantaban muy bien, decían las letras en femenino y bebían como Charles Bukowsky. Una noche, en una fiesta, uno de nosotros se metió en un armario junto a una de ellas y cuando abrieron para coger el abrigo, los encontraron besándose en un amor inocente de saliva y perchas como de Marie Kondo.
Un día, la gente dejó de salir con la tuna. Nos llamaban carcas, nos decían ‘Tuno bueno, tuno muerto’, se reían de nuestros calzones. Nos daba igual. Nosotros siempre nos consideramos unos outsiders, pero no sabíamos que tanto. De haber sabido que estábamos ofendiendo al ministro de Universidades, aún andaríamos por ahí.