Un aspirante a superhumano tiene un amplio abanico de técnicas para elegir: desde la biotecnología hasta la neurociencia, pasando por la ingeniería genética o la cirugía para la autosuperación. El catálogo es cada vez más amplio. Tanto que, y vamos ya con los datos, la industria de la mejora humana se valora en 125.000 millones de dólares.
Hablamos de exoesqueletos, dispositivos que permiten a personas con movilidad reducida caminar nuevamente, o incluso de dispositivos inteligentes implantados que pueden aumentar la memoria o mejorar la atención y concentración, como los desarrollados por compañías como Neuralink. Elon Musk y su equipo han conseguido que una persona parapléjica, por ejemplo, pueda mover el cursor en la pantalla sin mover un solo músculo. Solo con pensarlo.
Con su implante cerebral pretende curar enfermedades neurológicas y restablecer funciones motoras. Pero, Musk también imagina un mundo en el que las personas sanas puedan comunicarse telepáticamente, entre sí y con las máquinas, y adquieran habilidades sobrehumanas.
Al conectar cerebros humanos con inteligencia artificial sueña con ampliar enormemente la capacidad de razonamiento y el conocimiento. El problema es que si la tecnología se vuelve demasiado sofisticada, garantizar la privacidad y prevenir el control mental va a ser difícil. Sin embargo, el fundador de Tesla cree en la muerte, incluso ha asegurado que él tiene que morir. Defiende que la mortalidad es un motor necesario para la evolución de la sociedad, evitando el estancamiento de ideas y la rigidez mental Un pensamiento fuera de lo común dentro de Silicon Valley porque sus principales rivales tecnológicos sí que han invertido en este tipo de desarrollos.
Jeff Bezos, de Amazon, Sam Altman, de OpenIA o Larry Page de Google quieren reescribir las reglas de la biología humana y usan sus multimillonarios presupuestos para investigar la reprogramación celular, para restablecer la salud, para tener vidas saludables durante más tiempo. Supongo que también las suyas. ¿Y si la vejez fuera una enfermedad curable? Lo cierto es que extender la vida humana ha sido una constante a lo largo de la Historia, tanto en la mitología como en la ciencia. Pero nadie ha llegado tan lejos como Bryan Johnson.
El hombre que no quiere morir
"No quiero estar muerto, preocupado" afirma el periodista. No, simplemente no quiero estar muerto. Estoy feliz de existir. No sé qué es estar muerto, pero hasta donde sabemos no hemos tenido noticias de nadie que haya muerto, así que espero evidencias”
Se trata de un multimillonario tecnológico que empeña cada instante de su vida, en evitar que la parca venga a buscarlo. Todos los días se levanta sobre las 5 de la mañana, toma 100 pastillas (una mezcla de suplementos y medicamentos recetados), hace ejercicio 6 horas a la semana y sigue una dieta vegana con control de calorías.
No come después de las 11 de la mañana y se acuesta a las 8:30 de la noche. Y duerme solo. Tiene a un equipo de más de 30 médicos y expertos en salud que monitorean cada función corporal para mantenerse joven. Y algo que a muchos les gustaría, no hablar con nadie al levantarse ni siquiera con su hijo con el que por cierto realiza, eso sí, transfusiones de sangre.
“Durante las mañanas no hablamos porque hemos tenido una buena noche de sueño y estamos pensando en lo que queremos y en pensamientos profundos y en el momento en el que te dicen: buenos días, ¿cómo estás? Se te arruina el hilo de tus pensamientos y tienes que volver emocionalmente y decir, a ver, bien buenos días, ¿cómo estás tú? Y ese es un intercambio de charlas triviales, así que hemos hecho un trato: no hablamos.”
Según él, ha conseguido revertir su envejecimiento en más de cinco años, pero sus tratamientos no convencen a los expertos. En realidad es un conejillo de indias de sí mismo. Hace solo unos días publicaba un video en el que reconoce haberse equivocado con un cálculo en el consumo de un fármaco llamado rapamicina usado en ratones para retrasar el envejecimiento por sus graves efectos secundarios.
El gran problema es precisamente ese, que muchos procesos, aún están en fase de experimentación. Aun así, parece que los actuales líderes estadounidenses podrían contribuir a fomentar esta industria de superhumanos, incluso a saltarse la ética por la fuerza. El mes pasado, Donald Trump Jr., hijo mayor del presidente estadounidense, se unió como inversor a los llamados Juegos Mejorados…
Superdeportistas
“Aunque algunos medios dicen que los Juegos Mejorados son imposible, pero en la América de Trump, “lo imposible es lo que mejor hacemos” Una reinvención moderna de los Juegos Olímpicos que parte de la idea de que con ciencia, incluido todo tipo de sustancias, sin pruebas antidopaje y tecnología se puede alcanzar un rendimiento deportivo sin igual. Así de claro lo explica su presidente Aron D’Souza:
“Hay quien me dice que los juegos mejorados son los juegos de las drogas, y yo les digo no. Los juegos mejorados son los juegos de las drogas y el dinero” Según sus datos, un 59% de los atletas olímpicos estadounidenses ganan menos de 25.000 dólares en un año olímpico. Así que, para cuidarlos o para motivarlos a formar parte del espectáculo aquellos que en estos juegos rompan récords mundiales recibirán una bonificación de hasta un millón de dólares.
La competición, explica el joven Trump por carta, encarna «la excelencia, la innovación y el dominio estadounidense en el escenario mundial, algo que representa el movimiento MAGA. Lo que está claro, es que la industria de los superhumanos ya no es un capítulo de ciencia ficción. Lo que viene no es simplemente una evolución del cuerpo, sino una redefinición de lo que entendemos por ser humano y el tiempo.