He sabido ayer, porque lo has contado, que en China han empezado a hacer test anales para detectar el coronavirus. Hay gente que se lo ha tomado a broma, pero a mí me parece tan importante, que te pido permiso para dedicarles mi carta. Apreciadísimas, aunque todavía no experimentadas pruebas, me parecéis un avance sensacional. Tan sensacional, que estoy por pedir explicaciones a la Organización Mundial de la Salud de por qué se ha tardado tanto tiempo en llegar al culo, que es donde más tiempo está el dichoso virus.
Ahora me empiezo a explicar, por ejemplo, por qué se encontraron señales de Covid en aguas fecales de ciudades. Yo creí que eran fabulaciones, pero la ciencia acaba por explicarlo todo. Ante la noticia, lo primero que sentí fue pena por los telediarios. ¿Cuántas veces ponen al día la imagen de un señor o de una señora a quien meten un no sé qué, creo que le llaman hisopo, por la nariz? Como salgáis de China, test anales, los telediarios se van a hartar de ponernos culos.
Sobre todo al principio, por el afán educativo de la televisión: observen ustedes, señores espectadores, cómo el hisopo ha abandonado la nariz y penetra por “salva sea la parte”. Vean en el siglo XXI lo que decía Benito en un entremés de Cervantes: “por las espaldas bajaba el hisopo hasta la canal maestra”. Y después de ver muchas horas de tele, habremos comprobado que sigue siendo cierta y no es una “fake”, la clasificación que hacía Jaime Campmany: “Hay culos respingones, esféricos, plenilunios, escurridos, mapamundis, esteatopigias, menudos, marítimos por lo ancho y fluviales por lo agudos, antífonas de matronas…” Oiremos cientos de veces lo que dijo uno de los primeros en experimentar: “no hace daño, pero es de extrema humillación”.
Veremos a algún amigo con andares dudosos y nos dirá que le acaban de hacer el test. Sabremos que la zona geográfica estaba predestinada, porque una usted los conceptos “test y culo” y oirá cómo le suena. Y para decirlo todo, test anales, tendréis que someteros a pruebas portentosas y legendarias aventuras. Necesitaréis excavadoras, espeleólogos y buzos con linternas para saber si las Kardashian tienen el virus. Y a ver cómo os internáis en las montañas de Jennifer López, a quien una vez le escuché que podría servir café en la repisa que tiene por detrás.