OPINIÓN EN LA BRÚJULA

La carta de Ónega a Salvador Illa: "Produce la impresión de un respeto al respetable que se agradece"

Buenas noches al señor ministro de Sanidad, don Salvador Illa. Me comentaba fuera de micrófono la primera persona que acabo de saludar, don Juan Ramón Lucas, que usted se vino al Gobierno como cuota de Iceta y el PSC, y mire en la que se metió: le pilló la crisis coronavirus, ha dejado de ser el tipo aquel de gafas que aparece con Iceta, habla poco, pero se entiende con Rufián, y ahora habla más que un presentador de las noticias.

Fernando Ónega

Madrid |

Habla casi tanto como el doctor Fernando, al que le deja la doctrina sanitaria y usted se reserva la información de las medidas.

Y debo decírselo: cuida usted tanto su imagen, que produce la impresión de un respeto al respetable que se agradece. En la forma, no lo hace mal. Aunque demuestra más cautelas que un gallego cuando nos hacen una pregunta, transmite la serenidad posible, que para eso se dedica a la política.

Es, además, realista: viene a decir que se hace lo que se puede en una realidad cambiante, y cambiante para peor, y que las decisiones se van adoptando según varían los datos de infectados y los lugares de riesgo.

Lo hace tan bien, que me fui a la Wikipedia a ver si había estudiado Medicina y es usted un licenciado en Filosofía con un máster en Economía y Dirección de Empresas, extraña mezcla que agranda su mérito.

Pero se empapó. Desplegó rápidamente su capacidad para la selección de mensajes, dejando claro que el asunto suyo es frenar los contagios. Lo demás es cosa de otros. Lo imagino estas semanas en su despacho y en el Consejo de Ministros viendo la entrada del virus, mientras sus compañeros de gabinete se peleaban por la ley de libertad sexual, los desarreglos con los compañeros de baile de Podemos y, según el presidente Sánchez, del salón en el ángulo oscuro, veíase el plan de choque.

Y usted, con los datos de Italia, la contabilidad de afectados en España y los expertos pidiéndole medidas. ¿Habrá sentido la soledad, señor Illa? No lo descarto. Habrá sentido lo que sienten todos los ministros técnicos: que los ministros políticos siempre se consiguen colar en la agenda. Hasta que aparece un virus.

No es mala suerte, seño Illa. Es lo que casi siempre les ocurrió a los ministros de Sanidad.