Ese lujo de las letras españolas llamado Arturo Pérez Reverte ha descubierto un libro de texto que cae en la trampa del lenguaje inclusivo y en solo un par de párrafos se expresa así: sospechosos y sospechosas, condenados y condenadas, cristianos y cristianas, conversos y conversas. Y Pérez Reverte califica en un tuit: "libros de texto escritos por idiotas y para idiotas".
Apreciado autor o autores de ese libro: no os diré palabras tan duras, pero quizá os sintáis renovadores de lenguaje por la simple razón de romper el uso genérico del masculino aceptado durante siglos para designar los dos sexos. Pensáis que eso es lo moderno, que eso es lo igualitario, que eso es lo justo con la mujer. En ese mismo pecado cayeron ilustres personalidades políticas españolas, que nos dejaron en sus discursos joyas como "jóvenes y jóvenes" y "miembros y miembras" y quiero recordar a la vicepresidenta Carmen Calvo, que le pidió a la Real Academia un dictamen para reformar la Constitución y reescribirla en los dos géneros porque tal como está le sonaba masculina y probablemente machista.
Y Darío Villanueva, que dirigió la docta institución, recuerda en su último libro, "Morderse la lengua" a dónde puede conducir el uso de los dos géneros. Palabra del presidente del gobierno, señor Sánchez: "Hay que evitar una fractura interna entre catalanes y catalanas", de lo cual se podría deducir que el conflicto político de Cataluña es un conflicto entre hombres y mujeres.
Pero mirad: como todo esto está inspirado en Venezuela, faltaría más, solo hago una cosa: tomo del libro de Darío Villanueva un párrafo de la Constitución bolivariana. Escuchad, comillas: "solo los venezola-nos y venezolanas podrán ejercer los cargos de presidente o presidenta de la República, vicepresidente ejecutivo o vicepresidenta ejecutiva, presidente o presidenta y vicepresidentes o vicepresidentas de la Asamblea Nacional, magistrados o magistradas del Tribunal Supremo, presidente o presidenta del Consejo Electoral, procurador o procuradora general de la República, contralor o contralora general, defensor o defensora del Pueblo, ministros o ministras, gobernadores o gobernadoras, alcaldes o alcaldesas…". Fin de la cita. ¿Queréis, autores, que todos hablemos así? Algunos políticos andan cerca. Nuestra Constitución oye eso y sale de las Cortes gritando por la Carrera de San Jerónimo: "Virgencita, que me quede como estoy".