Y buenas noches a los ocho presidentes autonómicos que hoy se reunieron en Santiago. El 62 por ciento del territorio nacional, se dice pronto. La cuarta parte de la población nacional, eso sí que refleja la España vaciada, despoblada, abandonada y, encima, envejecida. Lo vuestro, presidente, ha sido un clamor. Habéis sido las voces que claman contra la desigualdad, que es la forma económica de la injusticia. Habéis levantado una bandera que proclama: todos los ciudadanos, los mismos derechos.
¿Quién se puede oponer a tan noble objetivo? ¿Quién puede decir que pueden existir ciudadanos con menos derechos que otros? Pues lo ha dicho el gobierno de la nación, queridos presidentes. Ha dicho por boca de su portavoz que lo que se decida se decidirá por unanimidad.
Quienes procedemos de la España que sabe de marginaciones históricas decimos: no, presidente Sánchez. Usted, como socialista, debería ponerse al frente de quienes más necesitan; de esos ancianos de la montaña ahora mismo cercados por la nieve y no pueden ponerse enfermos; de esos niños que tienen que recorrer kilómetros para ir a la escuela; de los pueblos que se han quedado sin un triste cajero automático, sin médico, ni farmacéutico, ni maestro.
Esa es la España que habló en Santiago, en un memorable ejercicio de superación de la lucha partidista. No la deje pendiente, señor Sánchez, de lo que diga Arnaldo Otegi ni Gabriel Rufián. Y ustedes, presidentes, no decaigan. Hoy han inaugurado un camino de consenso.
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Van a luchar contra los elementos, que son los votos y los votos, dijo Revilla, están donde vive mucha gente. Pero si se olvida a esos españoles del abandono, habremos renunciado a la igualdad. No cedan, presidentes. Son la España minoritaria, pero la España que también tiene un derecho sagrado: el derecho a vivir con dignidad.