Antes de comenzar queremos hablar del responsable de la Operación Aquiles, que trataremos hoy. Es un comisario que hace pocos días se jubiló…. Y tuvimos la oportunidad de estar en su despedida. Andrés Diéguez es otro de esos comisarios, como Serafín Castro –que también se jubiló recientemente– que han abierto caminos. Es uno de los policías que mejor ha entendido y ha explicado a jueces y fiscales los nuevos fenómenos del crimen organizado. El comisario Diéguez ha sido uno de los artífices de operaciones contra la mafia rusa, la mafia china y contra redes colombianas, como de la que vamos a hablar hoy. Diéguez supo combinar mejor que nadie su olfato y sus habilidades de viejo policía con una preclara visión sobre el futuro del crimen. Y en su despedida, resumió, antes 200 compañeros, su familia y unos pocos periodistas, lo que decimos: “A través de Tueti, me podéis encontrar…” Un tipo que lo sabe todo de las nuevas redes criminales, pero nada de las redes sociales. Y no le ha hecho ninguna falta.
Nuestros mejores deseos para el comisario Diéguez y, sobre todo, nuestro agradecimiento por todos esos años de servicio. De uno de sus últimos servicios queremos hablar hoy. De esa oficina de cobros desmantelada por la Brigada de Crimen Organizado, esa que dirigía el comisario… Para empezar, ¿qué es una oficina de cobros?
Se trata de un fenómeno casi exclusivamente colombiano, que no se da en criminales de otras nacionalidades. Son pequeños grupos de delincuentes que se dedican a varios delitos, pero que están especializados en el cobro de deudas o en los ajustes de cuentas. Aunque, a la vez, también tienen sus propios canales para, por ejemplo, traficar con drogas o dedicarse a los atracos. Para entendernos, la oficina de cobros no precisa dedicación exclusiva.
Suelen tener una sede, un lugar en el que organizan las citas con los suyos o con sus clientes. En el caso de la oficina desmantelada en la operación Aquiles se trataba de un restaurante colombiano –Hágale Pues– situado en Leganés, en la calle Carmen Martín Gaite, a pocos metros del piso en el que se inmolaron y asesinaron al Geo Javier Torronteras los terroristas del 11-M. Allí, en ese local, se reunían los responsables de esta oficina que eran viejos conocidos de las policías a este y al otro lado del Atlántico.
Para situarnos, vamos a hablar de los dos máximos responsables de esta oficina. Luis David García Quintero, alias Conejo, lleva más de una década en España, donde ha sido detenido varias veces y por hechos muy graves. Por ejemplo, en el año 2000 fue arrestado por atracar un furgón blindado con dinero y unos años después, en 2008, le detuvieron acusado de torturar, asesinar y meter en ácido sulfúrico a un compatriota, un ex policía colombiano. El Conejo cayó en la operación Maceta, una coproducción de la policía y la Guardia Civil que sirvió para desmantelar otra de esas oficinas de cobros.
La razón por la que se dio este nombre a la operación es que al ex policía lo torturaron, le arrancaron los dientes y lo mataron a tiros. Después, lo metieron en una cuba de ácido sulfúrico, boca abajo y lo que quedó de él lo enterraron, pero sin mucho empeño, así que parte de las piernas y los pies quedaron al aire en el paraje de Ciempozuelos en el que fue hallado… Como si fuera una planta. Por eso alguien lo bautizó como operación Maceta.
En un principio solo fue condenado por un delito de asociación ilícita, que el Supremo le retiró, así que se convirtió de nuevo en un hombre libre y se trasladó a vivir a Valencia. Allí, en un restaurante, volvió a abrir oficina. Como su antiguo jefe, Pampo, conocido por razones obvias como el señor del ácido, cayó detenido en Colombia, el Conejo se puso a trabajar para uno de los clanes más poderosos y temidos de Colombia, el de los Comba: un grupo que originalmente dirigían los cinco hermanos Calle Serna y que habían trabajado como sicarios para Wilber Varela, alias Jabón. Desde su nueva oficina, el Conejo también aprovechaba, según las informaciones de la policía, para traficar con cocaína que le llegaba desde el puerto holandés de Rotterdam.
Había dos jefes en la oficina. Hemos hablado de Conejo y el otro es Sergio Moreno Palacio, conocido como el Monstruo. Un alias que, al parecer, le va que ni pintado, porque este tipo es un verdadero criminal. Ya en 2011, la misma Brigada de Crimen Organizado le detuvo por extorsionar a un empresario francés, que tuvo que huir de España con su familia, aterrorizado por este Monstruo y los suyos. De manera inexplicable, la jueza encargada del caso le puso en libertad y eso que en su poder tenía una ametralladora Uzi con silenciador y una pistola. La mera posesión de la Uzi –considerada arma de guerra– acarrea una condena de seis años de prisión.
Sergio Moreno es un profesional del crimen. En su negro curriculum tiene el asesinato de un joyero en Medellín y de más personas en Colombia. De hecho, las autoridades colombianas le reclamaban para cumplir cuarenta años de prisión. Incluso ofrecían una recompensa de medio millón de dólares por él.
Un dinero que, no podrán cobrar los policías españoles que le detuvieron… Pues no y mira qué buena jubilación le esperaría al comisario Diéguez con ese dinerito, pero España no es como Colombia, donde los policías ponen testaferros para poder cobrar las recompensas.
Los policías colombianos, en teoría, no pueden cobrar tampoco las recompensas, pero cuando tienen noticias del paradero de algún criminal buscado, lo que hacen es hacer que un familiar no demasiado directo o un amigo de mucha confianza sea el que da la pista y cobre así la recompensa.
Bien, tenemos a esos dos criminales, Conejo y Monstruo asociados en esa oficina de cobros en Madrid. La duda es: ¿estas oficinas trabajan para cualquiera? ¿No pertenecen a ningún cartel?
Aquí es donde muchas veces entra la leyenda y otras veces el afán de fanfarronería de los propios criminales colombianos. Estas oficinas sí son algunas veces el brazo armado de carteles instalados en Colombia, pero en la mayoría de las ocasiones trabajan para el mejor postor. Lo que ocurre es que si uno abre una oficina diciendo que trabaja para Martín Bala –uno de los número uno del narcotráfico mundial en la actualidad– o para los Combas, intimida mucho más y las deudas se cobran, digamos, con una mayor presteza. Como dice un policía que conoce muy bien a estos grupos, “nunca se cobijan bajo sombra pequeña”.
La oficina desmantelada en la operación Aquiles la forman restos de otras que dependían de gente como Niño Malo, Pampo, Jabón… Gente bastante poco recomendable con la que no os vamos a aburrir. Lo cierto es que Conejo y Monstruo, aunque estaban asociados al clan conocido como Los Rastrojos del Valle del Cauca, daban servicio a casi cualquiera, aunque Conejo tenía su guerra particular con otra oficina.
Un hermano y un sobrino de Conejo fueron asesinados en Colombia por los Urabeños, un clan con el que los Rastrojos mantiene una guerra por el control del narcotráfico… El sicario ya había empezado a ajustar cuentas: ordenó asesinar a una mujer en Colombia y ametralló la casa de un colombiano residente en Holanda con toda su familia dentro. Este hombre hasta envió a los criminales una foto de su vivienda para que comprobasen lo que habían hecho.
Estamos hablando de asesinatos y de intentos de asesinatos en otros países… En nuestro país estaban a punto de hacerlo y seguramente la operación Aquiles ha salvado alguna vida. En el casi año y medio que la policía lleva detrás de esta oficina, los agentes han podido escuchar muchas veces una frase que en el lenguaje de los sicarios no deja lugar a dudas: “hay que enviarle flores”. Un español que estaba acabando de cumplir una condena por narcotráfico era uno de sus objetivos. Él o su hermano tenían que pagar una deuda con la organización o, del contrario, les enviarían flores.
Reciben distintos encargos y, mientras, ellos se dedican a traficar con droga, a atracar… A veces solo hace falta amenazar a alguien para que pague. Hacerle saber que ha contraído una deuda porque, por ejemplo, ha sido interceptado un alijo por la policía y él era el responsable. En estos casos, digamos que se dan facilidades. No así, por ejemplo, cuando se trata de delincuentes dedicados a los vuelcos o de sapos. Otras veces, basta con hacer un amarre para que el moroso reaccione.
Los volcados o vuelcos son los robos de dinero y droga que sufren grupos de traficantes, generalmente a manos de otros traficantes. Eso en las reglas del narcotráfico no tiene perdón posible. De hecho, en las investigaciones de la operación Aquiles, un narco encargaba desde Colombia asesinar a seis personas que sospechaba que habían hecho un vuelco, que le habían quitado cocaína en el puerto de Valencia. Un sapo es un soplón, un confidente, un delator. Y un amarre es el secuestro de alguien: secuestras a la hermana, a la hija, o a la mujer del deudor y los utilizas como moneda de cambio. Y una más que nos encanta, como literatura. Si se quiere salvar la vida, a veces hay que pagar “la vacuna”, una tasa, un chantaje a la organización en Colombia.
Lo normal es que la oficina se quede entre el 20 y el 50 por ciento de la deuda que tiene que cobrar. Si hay que cometer un asesinato, la mayor parte del pago se lo lleva el ejecutor, el que arriesga. Muchas veces es una persona que llega desde Colombia, pero no porque sea especialmente ducho en asesinar, sino porque es de la máxima confianza del jefe de la oficina: son paisanos, han estado en las mismas prisiones o han combatido juntos…A esos que vienen desde Colombia, matan y se van se les conoce hace años como los Tyson, en honor de aquel tremendo boxeador norteamericano.
Muchas oficinas de sicarios están formadas por antiguos combatientes de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), un grupo paramilitar desmantelado en 2002, que durante una década estuvo enfrentado a la narcoguerrilla de las FARC y que también se financió con el tráfico de drogas. Con la desmovilización de las AUC, mucha gente se quedó en el paro y puso su talento criminal al servicio del crimen organizado y pasó a engrosar las filas de las oficinas de cobro.
La policía precipitó la operación Aquiles porque los investigadores detectaron como la banda transportaba en una furgoneta todo ese arsenal, que no podían permitir que circulase ni un solo día por las calles de España. Los agentes creen que era el primero de unos cuantos envíos y que podrían ser el pago de un cargamento de droga: en lugar de dinero, les pagan con armas.
Al parecer, las armas proceden del mercado negro de Europa del Este, posiblemente de Bulgaria. La oficina de Conejo se iba a quedar con parte de ellas. El lanzagranadas iba a servir, según las pesquisas de la Brigada de Crimen Organizado, para atracar un furgón blindado de transporte de dinero. Otra parte de este arsenal, y esto es inquietante, podría ir a parar a un cartel mejicano que querría instalarse en España.
Un buen conocedor de estas organizaciones nos decía preparando este territorio negro que a lo único a lo que tiene miedo un sicario colombiano es a un sicario mejicano. La novela de Don Winslow El Poder del perro está mucho más cerca de la realidad de lo que pensamos. Hasta ahora, los carteles mejicanos no han echado muchas raíces en España. Cuando necesitan algún servicio, subcontratan a grupos colombianos y, sobre todo, dominicanos.
Es decir, esos sanguinarios carteles mejicanos no parecen que se vayan a instalar en España. Lo intentarán. Seguro que lo intentarán, pero hasta ahora están en precario. Una buena muestra de ellos fue la detención de Jesús Gutiérrez Guzmán, primo del Chapo Guzmán, el jefe del cartel de Sinaloa. El primo del capo había viajado a España para supervisar personalmente la introducción de 370 kilos de cocaína a través del puerto de Algeciras. Lo normal es que un pez tan gordo no tenga que asumir tantos riesgos si hay infraestructura.
Y México, mientras tanto, se desangra en la guerra entre bandas y la que mantienen los narcos con el estado mejicano. En México hay un vacío de poder. Nadie logra imponerse: ni el cartel de Sinaloa, ni los de Tijuana y Juárez, sus máximos rivales. La cocaína ha empezado a escasear en Estados Unidos, donde por esa escasez, las leyes del mercado mandan, el precio ha aumentado en los últimos meses hasta en un treinta por ciento.
La droga escasea porque nadie manda en el mercado de la droga y eso provoca mucha inestabilidad y muchas guerras, que llegan hasta España, el principal cuartel general en Europa de las organizaciones colombianas. La DEA está haciendo en los últimos años un gran trabajo en Colombia: han descabezado a los principales carteles, especialmente al de los Rastrojos, con la detención de tipos muy importantes: Niño Malo, Juan Carlos Calle Serna –uno de los Comba–, Rasguño, Rasgado, Cero Seis… Los narcos quieren salir de la zona de influencia de la DEA, que alcanza todo el cono sur, excepto Cuba y Venezuela, y llegan a Europa, especialmente a España.
Pero, afortunadamente, aquí tenemos a comisarios como Andrés Diéguez y policías que, eso sí, sin cobrar recompensas con testaferros, mantienen a raya el crimen organizado.