TERRITORIO NEGRO

Territorio Negro: Los crímenes de Pioz fueron en directo y por whatsapp

Hemos hablado en estos territorios oscuros de Patrick Nogueira, un joven de 19 años, que mató a sus dos tíos y sus dos sobrinos (estos de cuatro años y apenas catorce meses) en Pioz el pasado 17 de agosto. La Guardia Civil logró que regresara de Brasil y se entregara. Pero la investigación a los dos lados del océano no ha concluido. Y los nuevos hallazgos han llevado a la cárcel a Marvin Henriques, otro joven, amigo de Patrick, que estaba en Brasil el día del crimen. Vamos a explicar por qué está en prisión este joven y cómo ambos Patrick y Marvin, jugaron a matar cuatro inocentes intercambiándose mensajes y selfies por whatsapp.

Luis Rendueles y Manu Marlasca

Madrid | 21.11.2016 17:42

Esta es una de esas tardes en las que el territorio negro es duro, durísimo. Que hace dudar de muchas cosas y preguntarse muchas otras. Cómo un joven de buena familia, Patrick, mata a esos cuatro familiares y mientras lo hace disfruta y bromea con su mejor amigo. Le envía, de hecho, unos cien mensajes de whatsapp y unas veinte imágenes de lo que ha hecho y lo que va a hacer con sus víctimas. ¿Cómo se han encontrado esos mensajes?

Contamos aquí que el asesino confeso, Patrick Nogueira, se había deshecho del cuchillo y había borrado los mensajes de su teléfono móvil. Recordemos que tras cometer los cuatro asesinatos Patrick se fue a Brasil y allí estuvo hasta que la Guardia Civil convenció a su familia para que regresara a España y se entregara. Allí, en Brasil, quedó el mejor amigo de Patrick, Marvin Henriques, de 18 años. Y una tarde, otro amigo suyo, esta vez menor de edad, llamado Victor, le cogió el teléfono a Marvin. Y allí estaba el horror. No queda claro si fue el padre este chaval o una chica que también vio las imágenes la persona que las entregó a la policía brasileña. Lo cierto es que han dado una nueva dimensión a los asesinatos de la familia Campos Santos.

Lo que se ha descubierto es que el asesino, que llega con dos pizzas a la casa de su tía Janaina, donde están también los dos niños, Carolina y David, empieza a escribirse con su amigo, que está en Brasil

Que se sepa, el primer mensaje (decimos esto porque la Guardia Civil trata de recuperar ahora lo borrado en el móvil de Patrick) se escribe poco después de las siete de la tarde. A esa hora, Patrick ya había matado a su tía Janaina y a sus dos sobrinos. Y le ha enviado a su amigo, en Brasil, imágenes de lo que ha hecho. En algunos de esos selfies Patrick posa sin camiseta, con un amuleto de guerra vikingo al cuello, que significa protección en la batalla. En otros, los hemos visto y son terribles, se ve al joven posando al lado de los charcos de sangre que han dejado sus víctimas e incluso con lo que queda de su tía, a la que ha cortado en dos. En uno de esos selfies se ve a Patrick junto al cuerpo sin vida, seccionado de su tía, que tiene una bolsa tapándole la cara. Para que su amigo disfrute como él, le va escribiendo también mensajes de whatsapp en los que le explica las imágenes.

Buena parte de esos mensajes se han publicado en la revista Interviú. Son repugnantes pero son ilustrativos de la mente de los dos jóvenes, el asesino y su audiencia, su espectador

Con los tres cuerpos sin vida en la cocina de la casa, Patrick escribe, para explicar ese último selfie en alusión al rostro cubierto de la cara de su tía. “Me agobiaba mirarle para la cara de mierda. Tuve que colocarle una bolsa (se refiere a sobre su rostro) porque tenía aquella mirada de pez moro… Su boca espumaba sangre”. Su amigo Marvin, que ha visto la foto del cadáver, le responde inmediatamente al móvil: “Jajajajaja”. Están bromeando con toda la situación: el pez moro es un pez al que llaman ojos de diablo y tiene, en efecto, los enormes ojos casi fuera de las órbitas. Luego, su amigo Marvin le pregunta: “A quién le diste el primer navajazo?, a la mujer?”. Patrick le envía entonces otra imagen del cadáver de Janaina, su tía. Y un nuevo mensaje: “Ahora ha llegado el mejor momento: descuartizamiento”.

Recuerden que esta mujer y su familia habían acogido a Patrick en su casa, en España. Le habían dado un techo, un hogar, aunque luego, huyendo de él, de su comportamiento, se habían ido a vivir a Pioz, donde Patrick volvió para matarlos

Patrick escribe a su amigo sobre el trabajo que le ha costado descuartizar el cuerpo de su tía. Le habla de lo que ha encontrado dentro de la barriga de la mujer, de lo último que había comido. La tarde va cayendo con Patrick esperando la llegada de su tío Marcos, que regresaba hacia las nueve de la noche de su trabajo en un restaurante argentino cercano al aeropuerto de Barajas.

Y mientras espera para cometer el cuarto asesinato, sigue escribiendo a su amigo Marvin. Esta vez, sobre lo que va a hacer cuando su tío entre en casa. La espera se le hace interminable y escribe: “No veo la hora de terminar con esta mierda. Comer, dormir e ir para mi casa, dormí en mi camita”. Marvin le anima y le aconseja: “Ten cuidado que con el hambre no te desmayes y no puedas acabar con el último”. Al parecer sus crímenes le han dado hambre y continúa anunciando lo que va a hacer con su tío: “lo dejo desangrándose y me hago un atún con pan, que me lo merezco”. Cuando el hombre llega a casa, Patrick deja de escribir a su amigo. Marvin le escribe desde Brasil: “Concéntrate, no falles”.

Y este asesino de 19 años no falló, por desgracia. Mató también a su tío Marcos Poco después de cometer el cuarto asesinato, los dos amigos vuelven a mensajearse por el móvil. “En dónde le metiste el cuchillo?” pregunta Marvin. “A ese lo cogí de frente, mirándole a los ojos”, contesta Patrick. El joven va también a descuartizar a su tío, cortar su cuerpo en dos. Ya tiene experiencia y sabe que no es sencillo. Entonces escribe a su amigo: “Al menos mi tío es más ligero que su mujer, mujer gorda de la porra”.

Y el asesino y su amigo, no sabemos si cómplice también, siguen escribiéndose hasta las dos y media de la madrugada, compartiendo imágenes…Incluso reflexiones sobre lo que han sentido. Patrick va contando a su amigo casi como algo lujurioso, excitante, lo que ha sentido. “Pensaba que iba a vomitar, pero he empezado riéndome. Después, con rabia a causa del trabajo que me daba (se refiere a trocear los cuerpos de los dos adultos, los de los dos niños los metió enteros dentro de las bolsas de basura). “En ese momento no sientes nada”, continuó escribiendo a su amigo Marvin. “Yo creo que lo que me pasa es que no conecto con las cosas”, concluye sobre sí mismo. El último mensaje recuperado es de las dos y treinta y cinco minutos de aquella madrugada de agosto. Patrick ya ha limpiado parte de la casa, metido los cuerpos en bolsas y comunica a su amigo: “He acabado, mañana una última pasada”). Luego, se tumba a dormir en la cama del matrimonio, descansa, y se levanta para acabar de limpiar la casa. Antes de las siete de la mañana se va de la casa y deja allí las bolsas con los cuerpos.

Un vecino alertará un mes después, el 16 de septiembre, del mal olor de la casa, otro advierte que la familia no retira el pan que cada día les dejan a la entrada del chalet. La Guardia Civil entra y descubre los cuerpos. Comienza a investigar, pero Patrick ya se ha ido a Brasil y allí se encuentra, de nuevo, con su amigo Marvin.

Desde Brasil se declara inocente y asegura que ha huido de España por miedo a que le hagan lo mismo que a su familia. Y entonces empieza un proceso de investigación y seducción casi artesanal por parte de los investigadores de la UCO de la Guardia Civil para convencer al asesino. Hay pruebas indiscutibles contra él: se ha dejado ADN en un cuchillo, en una sábana, en las bolsas donde metió los cuerpos de sus víctimas, su teléfono móvil, el que ha usado para retransmitir los crímenes lo sitúa en el escenario y le delata…

Brasil, explicamos aquí, no entrega a sus ciudadanos para que sean juzgados fuera sea cual sea su delito, ¿Cómo se logra que Patrick coja un avión y llegue a Madrid, donde él sabe que va a ser detenido y luego va a acabar en la cárcel?

Lo que nos cuentan es que influye su hermana mayor, Hanna, una mujer que es abogada y a la que Patrick digamos que respeta, como también respeta y quiere (hasta los asesinos más repugnantes son capaces de querer a algunas personas). En otro de los mensajes de whatsapp que Patrick envía a su amigo Marvin cuando está cometiendo la matanza en Pioz, le escribe: “Yo quería enviarle las fotos (de los cadáveres) a Hanna, pero le iba a dar un infarto. Y nunca me dejaría ver a mis sobrinos de nuevo”.

Mata a dos de sus sobrinos pero no quiere dejar de ver a sus otros dos sobrinos. Pero quizás lo más intrigante es la relación entre el asesino y su amigo. Los dos están encarcelados. Los dos saben lo que está ocurriendo, disfrutan, juegan con ello.

Patrick y Marvin fueron compañeros de pupitre en un colegio prestigioso privado, digamos pijo, de Brasil, el Marista Pio X de la ciudad de Joao Pessoa. Su relación se hizo más fuerte cuando Patrick apuñaló, por cierto en el cuello y de forma muy similar a lo que luego haría con sus parientes, a un profesor de biología que estaba dando clase, en el año 2013. El joven fue condenado a 45 días de trabajos sociales. También visitó entonces a varios psiquiatras para ayudar a entender qué pasaba por su cabeza.

Su amigo y toda la familia de Marvin. La madre de Marvin era psiquiatra y había escrito un libro, apenas cuatro años antes de aquel brutal ataque, titulado “Doctor, mi hijo es normal?” en el que analizaba algunos casos de niños y adolescentes con trastornos psiquiátricos. Patrick acudió a tratarse con ella y Marvin fue, parecía, su apoyo para mejorar su comportamiento, aunque parece que ocurrió lo contrario, ambos chavales formaron entonces una sociedad macabra que acaba de ser desmantelada. La mujer falleció en 2013, no podrá declarar.

En interviú contamos que en algunos de esos mensajes, enviados cuando están cometiéndose cuatro crímenes, tienen un contenido afectivo muy potente. Los dos amigos se envían mensajes muy cariñosos, se envían besos y se escriben, por ejemplo: “Te amo, no quiero perderte”. La policía brasileña le preguntó al tercer chico, a Víctor, el que descubrió las imágenes en el teléfono móvil, si Patrick y Marvin tenían una relación homosexual. Víctor contestó: “No. Personalmente, Patrick parecía una persona normal”. Sea como sea, los lazos entre esta pareja criminal son muy intensos. La contraseña del ordenador de Patrick, por ejemplo, es la fecha de nacimiento de Marvin (16. 5. 1998) y recuerdan a aquella vieja película de Hitchock, La Soga, donde dos jóvenes pijos y aburridos, pagados de sí mismos, invitan a su profesor, James Stewart, y le hacen cenar, mientras discuten sobre el crimen perfecto, sobre un arcón donde guardan un cadáver.

Y una vez más en el juicio se hablará de la influencia en estos dos jóvenes criminales de literatura, cine, televisión y videojuegos violentos. Es un tema muy arduo. En lo concreto diremos que los dos disfrutaban, por otra parte como millones de personas en el mundo, viendo la serie Dexter, que se emitió en España, en la que un forense de día es un brutal asesino en serie justiciero en sus horas libres. En los mensajes hay además una referencia al videojuego de guerra Call of Duty, donde el protagonista va eligiendo armas para eliminar a sus enemigos. Marvin le pregunta a Patrick cómo mató a sus familiares y este le responde: “Yo en Call of Duty usaba el cuchillito”.

Realmente es una historia tenebrosa pero no es algo totalmente nuevo. Hace 24 años, otros dos jóvenes, esta vez españoles, Javier Rosado y Félix Martínez, decidieron matar a un tipo, un pobre hombre al que no conocían y esperaba en la parada del autobús. Para jugar a algo similar al rol. Rosado escribió entonces un diario (no había whatsapp) en el que trató su crimen con el mismo desprecio y frivolidad con el que lo hicieron los dos jóvenes brasileños. Entonces escribió: “Hay que ver lo que tarda en morir un idiota”

Faltan por llegar al juzgado las conclusiones sobre el informe psicosocial de Patrick Nogueira. Los investigadores y el abogado de la familia de las víctimas, Alberto Martín, creen que sabía lo que hacía y que no es un enfermo mental. Eso sí, al igual que algunos otros asesinos, parece que la experiencia de matar a cuatro personas le decepcionó un poco: “Pensé que me iba a sentir más vivo”, le escribió a su amigo Marvin todavía con la sangre en su cuerpo.