CON MANU MARLASCA Y LUIS RENDUELES

La señora de Mainat y otras viudas negras

Manu Marlasca y Luis Rendueles hablan en 'Julia en la onda' sobre el caso Mainat, el productor televisivo que estuvo a punto de morir presuntamente asesinado por su mujer. Además, nos traen otros casos de otras cuantas viudas negras que están de actualidad por diversos motivos.

ondacero.es

| 13.10.2020 17:10

El fundador de La Trinca y productor televisivo José María Mainat estuvo a punto de morir hace unos meses, después de que su esposa le suministrase varias dosis de insulina, según la investigación de los Mossos d’Esquadra, que detuvieron a la mujer de Mainat.

El caso se ha convertido en un enredo de herencias, cruces de acusaciones y otras cosas de las que nos hablarán hoy en su Territorio Negro Luis Rendueles y Manu Marlasca.

¿Cómo ocurrió todo?

La noticia la desveló hace unos días Toni Muñoz en las páginas de La Vanguardia, pero lo cierto es que todo ocurrió meses antes, concretamente el pasado 22 de junio. Esa noche, Mainat, de 74 años, cenó junto a su esposa, Ángela Dobrowolski, de 37, con la que tiene dos hijos, de ocho y cuatro años. Ambos llevan tiempo en un proceso de separación que está siendo complejo, sobre todo desde que ella leyó unos correos electrónicos entre su marido y su abogado acerca del testamento, del que ella quedaría fuera si finalmente se divorciaban.

Las versiones difieren sobre la noche en la que ocurrió todo. Según Mainat, los dos tuvieron una agria discusión por la herencia, mientras que según ella la noche acabó tan bien que tuvieron relaciones sexuales. El productor declaró a los Mossos que Ángela estaba sumida en un estado de ansiedad y que esa noche consumió drogas, algo que ella negó.

Antes de irse a dormir, él le dejó a ella que le inyectase testosterona y un suplemento vitamínico, algo habitual en Mainat, que consume toda clase de suplementos y complejos para mantenerse joven. Poco después de la medianoche, Ángela comienza a hacer viajes hasta la cocina, un total de trece. Allí, según registraron las cámaras de seguridad de la casa, a las que accedieron los Mossos, abre la nevera, saca algo y lo manipula, tapándose con la puerta, sabedora de que las cámaras la están grabando.

Según la investigación, lo que hace a hurtadillas es preparar las dos inyecciones de insulina que le suministró a su marido con la intención de provocarle una hipoglucemia para acabar con su vida.

Ella debió hacerse con la sustancia de alguna forma que no ha podido ser acreditada, pero pensemos que Ángela está a punto de acabar la carrera de Medicina, así que no debió ser difícil para ella. Mainat declaró que, pese a dormir profundamente, se dio cuenta de que su esposa le inyectaba algo y que ella le dijo que era una sustancia adelgazante. Con lo que no parece que contaba Ángela era con que el glucómetro, el aparato para medir el azúcar en la sangre, tiene una memoria que registra las mediciones que se hacen y los niveles del paciente.

Un glucómetro con cuatro mediciones en una noche

La primera, a las 2.41. A esa hora, Mainat ya había entrado en hipoglucemia, porque el glucómetro marcaba 47 miligramos por decilitro, algo que se puede revertir rápidamente si ser administra al paciente azúcar, fruta o una bebida azucarada. Sin embargo, según registraron las cámaras, Ángela no hizo nada: no se movió de la habitación. Según ella, en la casa no había azúcar. Media hora después, la mujer llamó a emergencias.

La investigación apunta a un error de cálculo. Ella pensaba que Mainat había entrado en un coma ya irreversible y que esa llamada no era más que un intento de montarse una coartada. Lo cierto es que 45 minutos después de la primera medición hay otra que da unos niveles mortales, 10 mililitros.

Cuando llegaron los servicios de emergencia, la mujer atribuyó el bajón de azúcar de su marido a la sesión de sexo que habían tenido y dijo que había intentado revertir su estado dándole unas coca colas y unas ciruelas. Los Mossos sostienen que los refrescos se los dieron sus hijos y que las ciruelas, llenas de hormigas, llevaban mucho tiempo en la habitación.

Los médicos le administraron un fármaco para subir los niveles de azúcar, mientras que Ángela cometió un nuevo error, según quedó registrado en el glucómetro, que dio un nivel inusualmente normal de azúcar, seguramente porque ella midió su nivel y no el de su marido, para intentar hacer ver que todo estaba en orden.

Lo cierto es que Mainat, cuando recobró el sentido, llamó a la niñera y le dijo que su mujer le había intentado matar. Ella, por el contrario, siempre sostuvo que le había pinchado cuatro veces para salvarle la vida.

¿Qué pasó con su mujer?

Los Mossos cuentan con el testimonio de la mujer que acude diariamente a limpiar la casa del matrimonio. Ella dijo que a la mañana siguiente vio como Ángela salía de casa con unas bolsas de basura y que le dijo que “se fumaría un par de porros sentada en el sofá mientras esperaba a que llegase la Policía para detenerla”. Su defensa dice que sólo estaba bromeando, peor lo cierto es que la Policía acabó deteniéndole cinco semanas después.

Fue su hijo mayor, Pol, fruto del matrimonio entre el productor y Rosa María Sardá, quien denunció los hechos a los Mossos cuando su padre aún estaba en el hospital. Él ha sido quien ha acusado con mayor energía a Ángela, a la que acusó en un comunicado de querer destruir a su familia. La investigación de los Mossos acabó con la detención de la mujer el pasado 1 de agosto y con un atestado en el que apuntan a que quiso acabar con la vida de Mainat, ante el inminente divorcio, que le privaría de una suculenta herencia.

Ella sostiene que lo único que hizo esa noche fue salvarle la vida y que sus viajes a la cocina no tenían otro motivo que calmar su estado de nervios. Para dar mayor verosimilitud a su historia, los abogados de Ángela han revelado que el matrimonio tiene firmadas unas capitulaciones según las cuales, aún en caso de divorcio, Ángela recibiría una pensión de 8.000 euros mensuales hasta que el menor de sus hijos cumpliera veinticinco años.

Lo cierto es que Ángela está en libertad y siguió viviendo en la misma casa donde ocurrió todo. Pese a que el fiscal pidió su ingreso en prisión, el titular del juzgado 32 de Barcelona la dejó en libertad. El hecho de que tenga dos hijos y que conviva con ellos ayudó en la decisión del magistrado. Además, hay que tener en cuenta algo muy importante a efectos probatorios: la insulina no deja rastro alguno en el cuerpo, es indetectable mediante análisis y en la casa, los Mossos no pudieron encontrar nada que demostrase su teoría de que la mujer le inyectó esa sustancia.

Un caso con segundo capítulo

Los Mossos investigan también un posible delito de falsificación de documentos. Sospechan que, tras el incidente con la insulina, Ángela cobró dos cheques de Mainat que puso a nombre de su hermana. Una mujer vestida con gorra y tapada con mucha ropa entró a la entidad bancaria para cobrar los cheques, según muestran las imágenes de las cámaras de seguridad. Mainat cree que se trata de su mujer y así lo denunció a los Mossos. Fueron dos extracciones, de 2.900 euros y de 1.200. Los Mossos volvieron a detener a Ángela por este episodio el 21 de septiembre y quedó en libertad tras declarar al día siguiente ante el juez.

El Tribunal Superior de Justicia de Cataluña reveló la semana pasada que Ángela había puesto dos denuncias contra Mainat tras el incidente de la insulina. La primera de las denuncias la presentó Dobrowolski a mediados del pasado mes de julio y dio lugar a una investigación por un delito de coacciones, en la que el juzgado denegó la orden de protección que la mujer había solicitado.

La segunda causa, abierta por un delito leve de lesiones, deriva de una denuncia presentada a mediados del pasado mes de septiembre, en la que la mujer no solicitó ninguna orden de alejamiento ni de protección.

El Tribunal Superior de Justicia de Cataluña reveló la semana pasada que Ángela había puesto dos denuncias contra Mainat tras el incidente de la insulina.

Las otras viudas negras

Conchi Martín, la mujer que junto a Francisco Pérez, su supuesto cuidador, mató a José Luis, su marido, quince días después de casarse con él. Ambos recibieron la semana pasada el veredicto de culpabilidad del jurado y están a la espera de la sentencia del presidente del tribunal. La fiscalía pedía treinta años de cárcel para ella y 28 para él. Y según lo visto en el juicio y el veredicto, por ahí andarán las condenas.

Todo ocurrió el 20 de agosto de 2018. Conchi se citó con su marido, con el que se había casado dos semanas antes, para celebrar una cena romántica en su autocaravana, en una zona cercana a la playa de la Albufereta de Alicante.

Una vez allí, la víctima se encontró con su mujer y con Paco. Los dos acusados -que iban vestidos de negro y con manga larga- atacaron a Alonso con un objeto punzante. Mientras Conchi, quien se había levantado de la silla de ruedas en la que supuestamente estaba postrada, sujetaba a la víctima, Francisco le asestó diecinueve puñaladas con un destornillador. Una agente de la Policía Nacional fuera de servicio que paseaba por la zona escuchó los gritos de la víctima, alertó a los servicios de emergencia y acudió a tratar de socorrer a José Luis, que falleció a causa de las heridas sufridas.

En el juicio, Conchi atribuyó el crimen a un hijo de la víctima, pero la policía que fue testigo de los hechos contó en la vista oral lo que dijo en el escenario del asesinato: "La mujer no se quitaba de encima del hombre cuando ya estaba muerto. Sólo repetía que era un borracho y que unos negros le habían dado una paliza porque era un alcohólico”. En el juicio, Conchi dio una exhibición de incongruencias y mentiras que no le ayudaron mucho de cara al jurado.

Y mañana en Valencia –Manu estará allí para cubrirlo– comienza el juicio por la muerte de Antonio Navarro, un ingeniero asesinado a puñaladas en el garaje de su casa. En el banquillo se sientan su mujer, María Jesús Moreno, Maje, y Salvador Rodrigo.

El 16 de agosto de 2017, Antonio Navarro murió acuchillado en el garaje de su casa cuando iba a trabajar. Meses después, la Policía detuvo a su esposa, la enfermera María Jesús Moreno, y a un compañero de trabajo, Salva, con el que mantenía una relación de estrecha amistad y con el que de cuando mantenía relaciones sexuales. La investigación policial concluyó que Maje convenció a Salva para que matase a su marido, algo que él mismo reconoció cuando llevaba un año encarcelado, en una declaración ante el juez que él mismo solicitó.

La fiscalía acusa a los dos del crimen.Pide 18 años para Salva y 22 para Maje, porque considera que fue un plan conjunto. Las defensas piden la absolución de los acusados. La de Salva sostiene que el hombre era una marioneta en manos de la mujer y la de Maje dice que el crimen fue obra de él y que nada tuvo que ver la mujer. Por el juicio pasarán varios amantes de Maje, que llegó a solapar varias relaciones mientras estaba casada y después del asesinato de su marido. Es el paradigma de la mujer fatal.

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