JULIA EN LA ONDA

Territorio Negro: El asesinato de James Bulger

Se cumplen 26 años del asesinato de James Bulger, un niño de dos años, cometido en Liverpool, y que estremeció a todo el planeta por su crueldad y, sobre todo, por la corta edad de los asesinos, dos niños de apenas diez años, Jon Venalbles y Robert Thompson.

Madrid | 19.02.2019 17:02 (Publicado 19.02.2019 17:00)

Se acaban de cumplir 26 años de un crimen que conmovió al mundo entero. El asesinato de James Bulger, un niño de dos años, cometido en las inmediaciones de la ciudad inglesa de Liverpool, estremeció a todo el planeta por su crueldad y, sobre todo, por la corta edad de los asesinos, dos niños de apenas diez años, Jon Venalbles y Robert Thompson. Los dos fueron juzgados como adultos, condenados y excarcelados al cumplir dieciocho años. Ahora, un cortometraje nominado a los Oscar, “Detainment” (‘detención’) ha devuelto la actualidad a este crimen del que nos hablan hoy en su Territorio Negro vintage Luis Rendueles y Manu Marlasca.

Comenzamos qué cuenta el cortometraje que se estrena sobre estos hechos. El corto, de treinta minutos de duración, dirigido por Vincent Lambe, y producido en Irlanda, se centra en el crimen y en las primeras horas de las pesquisas. Está basado en las transcripciones y las grabaciones de la investigación policial. Esta escena, por ejemplo, recrea el interrogatorio a Jon Venables, uno de los dos niños acusados del asesinato. Los policías le dicen que su amigo Robert le ha acusado del crimen del pequeño James. La película, como te puedes imaginar, no ha contentado a nadie. Los policías dicen que esos interrogatorios fueron mucho más amables que lo que refleja el corto y la familia de James ha intentado, incluso, que la película no se estrene y que se aparte su candidatura a los premios de Hollywood. El crimen de Bugler sigue siendo una herida que aún sangra en la sociedad inglesa.

Contemos ahora quiénes eran estos dos niños, de diez años, recuerden, Jon Venables y Robert Thompson, el 12 de febrero de 1993, el día del crimen, una época en la que el grupo británico Duran Duran tenía sus últimos estertores de éxito con esta canción, Mundo normal…

Jon nació el 13 de agosto de 1982 en Liverpool y Robert, en la misma ciudad, solo diez días más tarde. Ambos tenían familias desestructuradas y con problemas de alcoholismo, habían sufrido malos tratos físicos y psicológicos y eran pésimos estudiantes. Faltaban a clase con frecuencia, acumulaban sanciones y pasaban los días cometiendo gamberradas y pequeños delitos, como robos en comercios, cuando aún no habían cumplido once años.

El día del crimen, el 12 de febrero de 1993, amaneció para ellos como un día más, en el que no fueron al colegio. ¿Salieron a la calle con la idea de cometer un crimen?

La investigación demostró que unos días antes habían intentado llevarse un niño, pero fueron sorprendidos por la madre del pequeño. Poco antes de ese 12 de febrero, Jon y Robert habían visto la película Muñeco Diabólico 3, un subproducto del cine de terror protagonizado por Chucky, el muñeco asesino. El 12 de febrero, la pareja acudió al centro comercial New Strand y allí se hicieron notar: entraron gritando en las oficinas, insultaron a una mujer mayor que iba encorvada, robaron al descuido un muñeco, pilas y pintura para maquetas. Y poco después de las tres y media de la tarde, se toparon con el pequeño James.

James Bulger, la víctima, un niño de tan solo dos años que en ese momento estaba acompañado por su madre.

La madre de James, Denis Fergus, estaba comprando en una carnicería del centro comercial, que a esas horas estaba abarrotado, cuando perdió de vista al pequeño. Las cámaras de seguridad de la galería captaron a las 15.42 una imagen que se ha convertido en historia del crimen y que permanece en el imaginario más terrible de millones de personas: el pequeño James de la mano de uno de sus captores, Jon Venables, mientras el otro va unos pasos por delante y algunos testigos se cruzan con ellos con total normalidad.

Nadie se percató. A las 15.43, las cámaras ya no registraron a ninguno de los tres niños. La madre de James dio la voz de alarma poco después, pero para ese momento, el pequeño, Robert y Jon ya habían abandonado el centro comercial. Hasta treinta y ocho personas se cruzaron con el peculiar trío en los cuatro kilómetros que caminaron. Varios de ellos dijeron que vieron al más pequeño llorar, que los mayores le llevaban a rastras y que lo zarandeaban, levantándolo por encima de sus cabezas. Una mujer llegó a decir a la Policía que le dio la impresión de que James quería huir, pero lo cierto es que nadie, durante esos cuatro kilómetros, avisó a la Policía de nada. Durante ese recorrido, Robert y James arrojaron a James a un torrente y le provocaron heridas en la cara; entraron en una tienda de mascotas, de la que fueron expulsados, varios adultos los pararon y Robert y Jon dijeron que James era su hermano pequeño o que era un niño que se había perdido y le llevaban a comisaría.

Annie Lennox, la solista de Eurythmics, cantaba en ese febrero de 1993 este ‘Pajarito’. Robert, Jon y su víctima recorrieron cuatro kilómetros desde el centro comercial. ¿Dónde acabó este paseo que pasó inadvertido para casi cuarenta personas?

Acabó junto a la vía del tren, en la zona de Walton, al este del centro comercial. Allí, James, de dos años, padeció un verdadero tormento antes de morir. Sus secuestradores le arrojaron en los ojos y en el rostro pintura para maquetas que habían robado en el centro comercial. Le patearon, le golpearon, le tiraron piedras y ladrillos en la cabeza y le metieron en la boca y en el ano pilas que también habían sustraído. Saltaron sobre él, le lanzaron una barra de hierro de diez kilos y ya, mortalmente herido, cubrieron su cabeza con escombros y colocaron su cuerpo en las vías del tren para que un tren le seccionase y simular así un accidente. Los forenses aseguraron que James murió antes de ser partido en dos por un ferrocarril, pero tenía tantas heridas y tan graves que no pudieron determinar con precisión la causa de la muerte.

No. Tras el crimen, Robert y Jon volvieron a sus casas tranquilamente, comentando su hazaña. Mientras, toda la Policía buscaba al pequeño, tras la denuncia de la madre de James. Durante 48 horas, se empapeló Liverpool y sus alrededores con la imagen del niño, aunque los investigadores contaron desde los primeros pasos de las pesquisas con las imágenes grabadas por las cámaras de seguridad del centro comercial, que se convirtieron en la mejor herramienta parta identificar a los secuestradores de James. El cuerpo del pequeño fue hallado dos días después de su desaparición, casi al mismo tiempo que alguien delataba a uno de los dos chicos.

Fue una mujer que vio las imágenes de las videocámaras del centro comercial y reconoció en ellas a Jon Venables, del que además, sabía que ese 12 de febrero, no había acudido a clase. A los investigadores les costó aceptar esta idea, porque las imágenes no eran concluyentes en cuanto a la edad de los secuestradores y la Policía siempre pensó que se trataba de adolescentes, no de niños que no habían cumplido los once años. Una vez detenidos los dos, llegó el momento de acumular pruebas y de los interrogatorios, que ocupan una buena parte del cortometraje nominado a los Oscar.

Esta es otra de las secuencias de ese corto. En ella se recrea el interrogatorio de Robert Thompson, que debió ser al menos así de duro.

Solo lo saben los que estuvieron allí. Ya hemos contado que los policías que participaron en él dicen que fue mucho más suave, más benévolo. En el corto se ven unos interrogatorios duros, con los padres de los menores delante, pero muy duros. Al fin y al cabo, el crimen fue terrible y la policía y la justicia inglesa tenían el aliento de toda la sociedad exigiendo una resolución rápida y ejemplar del asesinato de James. En cualquier caso, los investigadores obtuvieron pronto pruebas forenses que incriminaron a los chicos.

Hubo pruebas científicas. Las ropas de los dos chicos tenían restos de la misma pintura que lanzaron sobre el cuerpo de James y, además, en los zapatos de Robert Thompson los agentes de Policía Científica hallaron sangre de la víctima.

Hablamos de dos niños de diez años, acusados de un terrible crimen. En España y en buena parte de occidente esos dos niños serían inimputables, es decir, no podrían ser juzgados, porque a esa edad no existe la responsabilidad penal. Pero Robert y Jon fueron juzgados como adultos. Así lo contaban las crónicas del momento en Informe Semanal

El Reino Unido estaba conmocionado por el crimen y es cierto que en ese país, la responsabilidad penal comienza a los diez años. Pero Jon Venables y Robert Thompson fueron juzgados, a todos los efectos, como adultos. El juicio ni siquiera fue a puerta cerrada y la imagen de los procesados sentados en un banquillo en el que ni siquiera alcanzaban con los pies al suelo resultaba alucinante. Los dos asesinos se mantuvieron impasibles, como si la cosa no fuera con ellos. Ni siquiera se inmutaron cuando en el juicio se emitieron las grabaciones de los interrogatorios, que el corto ‘Detainment’ reproduce fielmente o cundo los forenses detallaron las torturas de las que fue víctima el pequeño James. En el juicio, eso sí, Venables se convirtió en el niño A y Thompson en el niño B y a partir del final de la vista, las autoridades británicas preservaron sus identidades.

No había ninguna duda, las pruebas fueron abrumadoras. El magistrado Morland, que presidió el tribunal, condenó a los dos menores a cadena perpetua. El juez emitió la recomendación de que Thompson cumpliera un mínimo de 10 años y Venables, un mínimo de ocho. Robert tenía peor pronóstico, según los expertos, y fue el principal instigador del crimen, según la Policía. La cárcel a perpetuidad es sólo una figura jurídica y, en la práctica, las recomendaciones del juez equivalen a la condena real. La Corte Suprema aumentó esa condena hasta los diez para los dos niños y el entonces ministro del Interior, Michael Howard, la elevó hasta los quince, una potestad del Ejecutivo que contemplan las leyes inglesas. Howard reconoció sin tapujos que aumentaba la condena respondiendo al clamor de la sociedad. “Estarán encerrados hasta que Su Majestad quede satisfecha”, dijo el ministro al dictar la nueva sentencia.

Con esa condena, los dos asesinos no habrían salido de prisión hasta cumplir los 25 años, pero lo cierto es que salieron en libertad mucho antes por varias razones. En primer lugar, el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo dio un varapalo enorme al gobierno inglés en 1999. En un dictamen histórico, dijo que se habían vulnerado los derechos humanos de los dos niños, a los que ordenaba indemnizar con varios millones de euros. El tribunal europeo dijo que no hubo un juicio justo para los dos niños, que se vulneraron sus derechos al celebrarse en vista pública y que todo lo que ocurrió en la sala resultaba incomprensible para dos chicos de esa edad. Finalmente, el tribunal de Estrasburgo criticaba el aumento de la pena dictado por el ministro del Interior.

El fallo del tribunal europeo no anulaba la sentencia, ni ordenaba repetir el juicio, pero sí hizo que se replantease el tratamiento a los menores delincuentes. Así que en 2001, cuando Jon y Robert habían cumplido los 18 años, los servicios penitenciarios dijeron que los dos menores estaban listos para reintegrarse en la sociedad como hombres libres. Mientras estuvieron privados de libertad permanecieron en centros juveniles de máxima seguridad, sin contacto entre ellos, los dos estudiaron y fueron sometidos a tratamientos psicológicos y psiquiátricos y atendidos por pedagogos y educadores. Además, el estado les dotó de nuevas identidades y los alejó de Liverpool, la ciudad en la que cometieron su crimen. Se calcula que las autoridades británicas se gastaron en torno a cuatro millones de euros en el tratamiento a Venables y Thompson.

La decisión de su puesta en libertad, no gustó nada a la familia de la víctima, por supuesto. La familia de James se deshizo tras el crimen. Sus padres se separaron, el padre cayó en el alcoholismo y la madre, aún hoy, sigue enarbolando la bandera de la persecución de los asesinos de su hijo y tras la puesta en libertad de Robert y Jon auguró que alguien los mataría y que ella apoyaría al asesino. Las autoridades inglesas se esforzaron en mantener el anonimato de los dos condenados, hasta tal punto de que la publicación o la difusión de cualquier dato que ayudase a identificarlos podría ser castigada con penas de hasta dos años de cárcel para su responsable.

Las vidas de los dos han seguido caminos diametralmente opuestos. De Robert Thompson, pese a tener un peor pronóstico, pese a que todos apuntaron hacia él como el principal instigador del crimen, ha rehecho su vida y jamás se ha vuelto a saber absolutamente nada de él. Las últimas informaciones apuntaban que convivía con un hombre, su pareja, que sabía quién era en realidad. De Jon Venables, sin embargo sí ha habido noticias, y no precisamente buenas, estos años.

A los siete años de quedar en libertad, en 2008, fue detenido tras participar en una pelea y encontrar en su poder una pequeña cantidad de cocaína. Después, fue acusado de tres delitos de posesión y difusión de pornografía infantil y condenado a dos años de cárcel. Venables se hizo pasar en Internet, bajo el seudónimo de Dawn, por una madre dispuesta a explotar sexualmente a su supuesta hija de ocho años a cambio de imágenes de pornografía infantil. Durante su juicio, en el que compareció por conexión remota y sólo el juez podía verle, se declaró culpable de tres delitos de tenencia y distribución de imágenes pornográficas, algunas de ellas protagonizadas por niños de la edad de James Bulger.

El descubrimiento fue casual. Fue el propio Venables quien lo facilitó al creer que su identidad había sido descubierta y llamar, presa del pánico, a los oficiales responsables de controlar su libertad provisional. Uno de ellos se acercó a su casa para ayudarle a huir y le encontró intentando hacerse con el disco duro de su ordenador con un abrelatas. Tanto él como su ordenador fueron puestos a disposición de la policía y los expertos hallaron 57 imágenes de niños.

En 2017, volvió a ser detenido, después de que la policía encontrara en su casa una computadora portátil escondida que contenía miles de imágenes y videos de carácter sexual, en los que aparecían, principalmente, menores de entre 6 y 13 años. Además se encontró un documento con el título "Guía de Jazz", que era un "manual que enseña a tener relaciones sexuales con niñas pequeñas de manera segura". Fue condenado a otros tres años y cuatro meses de prisión.

Terrible y triste historia que acabamos con esta canción que Amy MacDonald dedicó al asesinato del pequeño James Bulger.