JULIA EN LA ONDA

Territorio Negro: Las claves de la Operación Pessulum y la peculiar resolución del 'crimen de la etiqueta'

En Territorio Negro conocemos la peculiar resolución de un crimen en Madrid que se presentaba como un reto para la Policía, pero del que los agentes salieron airosos gracias a un pequeño detalle, las dotes de observación de los investigadores y la colaboración ciudadana.

ondacero.es

Madrid | 14.11.2022 17:46

Todo empieza hace casi un año en el madrileño barrio de Vallecas, con una escena de crimen algo peculiar. El 28 de noviembre de 2021, la Policía acude al 5ºB del número 15 de la calle Sierra Toledana, en Vallecas. Es el domicilio de Freddy Mauricio Palacio Espinosa, un español de origen colombiano. La Policía acudió hasta allí alertada por los amigos y familiares de Freddy, que llevaba algo más de veinticuatro horas sin dar señales de vida. Los agentes tuvieron que recurrir a un cerrajero para abrir la puerta, porque estaba cerrada con pestillo desde dentro.

Al abrir, comprobaron que el cuerpo sin vida del dueño de la casa impedía la apertura completa de la puerta. El cadáver estaba semidesnudo –solo llevaba puesto el pantalón del pijama–, amordazado con cinta americana, con las manos atadas por delante con una brida, contusiones por todo el cuerpo y unos cuantos cortes superficiales en un costado, signos que parecían indicar que el hombre había sido torturado.

La puerta la había cerrado la propia víctima justo antes de morir fulminada por un infarto, probablemente provocado por el estrés de las torturas a las que fue sometida: golpes, cortes… Ese pestillo cerrado fue lo que dio nombre a la operación: Pessulum, pestillo en latín. Las primeras investigaciones sobre la víctima no arrojaron mucha luz: Mauri, como era conocido, tenía una pequeña agencia inmobiliaria; su madre, residente en Colombia, le visitaba un par de veces al año y en España tenía dos tíos y primos. Mauri había sido detenido en 2019 por blanqueo de capitales, nada grave ni que hiciera pensar que tenía que ver con su asesinato.

Como tantas otras veces, los agentes tiraron de una minuciosa inspección ocular, la piedra angular de muchas investigaciones. A la escena del crimen acudieron el forense, el titular del juzgado 13 de Madrid y el fiscal –que han tenido un papel definitivo en este caso–, agentes del DEVI, el grupo de delitos violentos de la Policía Científica, y los investigadores del Grupo V de la Brigada de Policía Judicial de Madrid, uno de los grupos con más solera de España a la hora de resolver homicidios. En esa primera inspección sacan petróleo y ven detalles que más adelante serán fundamentales para resolver el caso.

Una de las cosas más sorprendentes era el estado de la casa, una vivienda formada por un salón, dos dormitorios –uno de ellos con vestidor–, una cocina, un cuarto de baño y una terraza. Casi toda la casa estaba ordenada, limpia, impoluta, a excepción del dormitorio principal y el vestidor. Esas estancias estaban revueltas, patas arriba y de ahí se habían llevado una pequeña caja fuerte que habían arrancado empleando cuchillos de cocina de la propia casa. La caja estaba empotrada en el vestidor, por lo que daba la impresión de que los asaltantes iban a tiro hecho, sabían lo que buscaban.

Solo se llevaron la caja fuerte. De hecho, en la casa dejaron objetos de valor: teléfonos móviles de última generación, ordenadores, una consola... Los elementos como las bridas y la cinta americana, junto a las lesiones de la víctima, hicieron pensar a los investigadores que los asaltantes martirizaron a Mauri para que les facilitase el código de apertura de la caja fuerte y al no conseguirlo improvisaron un nuevo plan: arrancaron la caja fuerte con los cuchillos de cocina que cogieron de la misma casa. Además, la inspección ocular siguió dando frutos.

La cinta americana de color negro con la que estaba amordazada la víctima tenía una pequeña etiqueta de color naranja en uno de sus extremos con el precio (1,35€) y la inscripción Súper Bazar. Por el suelo de la casa había unas cuantas bridas iguales a la empleada para amarrar a la víctima. En la basura los agentes encontraron una caja de guantes de látex de la que faltaban cuatro unidades y en la que había una etiqueta similar a la de la cinta americana, con la misma leyenda y otro precio –1,80–. Además, sobre la cama de la víctima había una bolsa de plástico de color verde, vacía, que no parecía encajar en esa escena, por lo que los agentes dedujeron que había llegado hasta allí de la mano de los asaltantes.

Los investigadores del Grupo V centraron primero el momento exacto en el que se pudo producir la muerte de Mauri. Los testimonios de familiares y vecinos permitieron saber que el ataque se produjo en torno a las 9.30 horas del 27 de noviembre del año pasado, es decir, día y medio antes de que fuese descubierto el cuerpo. Un testigo escuchó claramente golpes procedentes del piso de Mauri ese día y a esa hora e incluso algún grito de socorro hasta que pasados unos minutos, las voces y los golpes cesaron. Una vez establecida la hora, los investigadores pudieron comenzar a comprobar cámaras de seguridad de la zona: visionaron unas quinientas horas de grabaciones de distintas cámaras sin un resultado definitivo.

Recordemos esas etiquetas de la cinta americana y de los guantes de látex, dos objetos que sin ninguna duda habían llevado los autores. Los agentes del grupo V comenzaron a buscar comercios chinos a los que pudieran corresponder esas etiquetas por las inmediaciones del lugar de los hechos, aunque luego ampliaron la búsqueda a otros distritos colindantes y a polígonos industriales. Era como buscar una aguja en un pajar: hay centenares de ‘super bazares’ sólo en el municipio de Madrid, así que alguien con olfato pensó que esta vez la colaboración ciudadana sí podía funcionar.

¿Y cómo se invocó a la colaboración ciudadana? A través de la exitosa cuenta de Twitter de la Policía Nacional, que tiene casi cuatro millones de seguidores. En ese perfil se puso una fotografía de una de las etiquetas encontrada en la escena del crimen y se solicitó la colaboración del público para dar con el comercio del que procedía. No se dijo, naturalmente, que era para resolver un crimen. En poco tiempo, el tuit registró casi siete mil retuits.

Esa llamada a la colaboración ciudadana dio resultados. Y bien pronto. Los investigadores analizaron cientos de correos electrónicos de respuesta al llamamiento y dieron con un comercio chino de Parla al que al menos cinco personas habían señalado. Se desplazaron hasta allí y vieron que la etiqueta era la misma hasta con los mismos errores de impresión. Allí también hallaron cinta americana y guantes como los de la escena del crimen. Y lo más importante, el ticket de la compra de esos objetos, junto a las bridas, hecha dos semanas antes del ataque.

El comercio chino de Parla no tenía cámaras, pero los investigadores ponen al fin un nombre en la operación cuando analizan aquella bolsa de color verde que estaba en la escena del crimen y que no parecía pintar nada allí. En esa bolsa están las huellas de Porfirio, un dominicano residente en Azuqueca de Henares que había sido fichado por un delito de violencia de género y, por tanto, sus huellas estaban en el SAID. A partir de ese nombre los investigadores del grupo V van encajando piezas de un puzle complejísimo y sorprendente: la investigación permite averiguar que en la trama criminal implicada en la muerte de Mauri hay todo tipo de personajes con distintos papeles y que en ella hay dos familiares directos de la víctima: una prima, María Alejandra, y su marido, Luis Edward. Éste último personaje llamó la atención de uno de los encargados de la investigación desde su arranque: estaba en la puerta del piso de la víctima con un patinete y comiendo pipas, como si la cosa no fuese con él, mientras la policía entraba y salía de la vivienda.

María Alejandra es la prima de Mauri y, además, era empleada de la agencia inmobiliaria propiedad de la víctima. Todos los testigos dicen que tenían una relación muy cercana, casi de hermanos. De hecho, cuando la madre de Mauri llegó a Madrid tras conocer la muerte de su hijo se alojó en la casa de ella y su marido, Luis Edward, sin sospechar que ambos estaban detrás del asalta que acabó con la vida de Mauri. La Policía cree que la prima de la víctima fue quien alertó de que había dinero en la caja.

Sólo cuatro personas sabían que Mauri tenía una caja fuerte en su casa, entre ellas María Alejandra. Pese a ello, el papel de gran urdidor de todo la policía se lo reserva a Luis Edward, su marido, que estaba enemistado con Mauri desde que el matrimonio y él fueron detenidos en 2019 por blanquear dinero, un arresto del que Edward culpaba a la víctima. Para vengarse y para solucionar sus problemas económicos, Edward buscó a una vieja conocida, que también había sido empleada de la inmobiliaria, una mujer llamada Mari Carmen, que regentaba un centro de estética con problemas económicos y a la que Mauri abriría la puerta, ya que era muy desconfiado. Ella debía servir de anzuelo para que les franqueasen la entrada y además debía buscar a los ejecutores del plan.

Y es una buena jugada en principio. La prima de Mauri y su marido no quieren que nadie los pueda relacionar con los asaltantes de la casa, por eso buscan a esa intermediaria. La mujer habla con un conocido africano, Iván, que busca a quienes estén dispuestos a ganar algo de dinero asaltando la casa de la víctima y llevándose el contenido de la caja fuerte. El primer contacto es un hombre llamado Cipriano, que busca a otros dos sicarios: Porfirio –el propietario de las huellas de la bolsa– y Nicolás. Estos dos últimos son los que compra en Parla los objetos para llevar a cabo el asalto. Además, son quienes acuden a la vivienda de Mauri los días previos para preparar el terreno.

Nicolás busca a un viejo compañero de prisión, Alexander, y le propone el plan. Este a su vez le pide a su amigo Darwin que le ayude. Le dice que va a ser un golpe fácil y rápido. Al fin y al cabo, contaban con información privilegiada y con Mari Carmen, la mujer que conseguiría que les abriese la puerta. El día del asalto, Alexander, Darwin y Mari Carmen son quienes entran en el domicilio de Mauri, hasta el que llegan conducidos por Porfirio. Allí permanecen algo más de noventa minutos y allí torturan al hombre, que acaba muriendo de un infarto.

Entre el 2 de junio y el 7 de julio pasados, el Grupo V de la Brigada de Madrid fue deteniendo a todos los participantes en esta trama, un total de nueve personas. Todos ellos fueron enviados a prisión por el titular del juzgado 13 de instrucción. Ha sido, según nos cuentan los propios investigadores, una de las operaciones más complejas de los últimos años, sobre todo a la hora de ir acreditando las conexiones entre todos los implicados