TERRITORIO NEGRO

Territorio Negro: Asesinos a sueldo. Matan por un Seat León y 60.000 euros

Dos encapuchados esperaban al abogado Alfonso Díaz Moñux y su pareja, la también abogada Tania Varela en el garaje de su casa en Madrid. Se acercaron a metro y medio de distancia y dispararon en la cabeza del hombre. A la mujer ni la rozaron. Ocurrió el 18 de diciembre de 2008. Ocho personas, ocho sicarios, están siendo juzgados por el crimen. En el banquillo no se sienta quién pagó por esa muerte. Y candidatos no faltaban. En el territorio negro de hoy, hablamos de esos sicarios, de cómo son cada vez menos profesionales, delincuentes de subcontratas poco fiables dicen ellos, y de un personaje que parece sacado de la edad dorada del cine negro: la novia del abogado asesinado.

Luis Rendueles y Manu Marlasca

Madrid | 02.12.2013 18:22

Vamos a situar a la víctima, el abogado Alfonso Díaz Moñux, a quien alguien, con dinero, encargó matar en 2008. No se ha sabido quien lo hizo y no le han faltado candidatos. Los ocho sicarios no han dicho ni palabra. Solo uno ha admitido su culpa en la historia, un atracador colombiano apodado Zarco, y él asegura que se lo propuso un amigo, pero que no sabe quién fue el cerebro, el que ofreció los 60.000 euros por, como dicen ellos, “darle la vueltica al abogado”.

Y en cuanto a candidatos, no faltaban. Díaz Moñux era un buen profesional pero con clientes muy muy peligrosos, lo que algunos llaman un abogado del diablo. Defendió, por ejemplo, a Zakhar Kalashov, el gran capo de la mafia rusa; también a Sito Miñanco, traficante gallego de la antigua hornada, y también a David Pérez Lago, hijo de Esther Lago e hijastro de Laureano Oubiña, otro capo histórico. Meses antes del crimen, denunció que le amenazaban por teléfono y que le seguían. Le ofrecieron escolta, pero la rechazó.

Imagino que se investigó a esos clientes que podían estar disgustados con su abogado, porque todos ellos acabaron en prisión. Un compañero de Díaz Moñux nos explicaba con cierta sorna que si fuera por clientes, él coincidió con algunos como Kalashov con Gómez de Liaño, por ejemplo. Se miró más el asunto del hijastro de Oubiña, porque Moñux abandonó su defensa durante un juicio por narcotráfico por el que fue condenado a prisión. De hecho, aun sigue en la cárcel.

Porque dejó de ser su abogado y sí siguió siendo el letrado de Tania Varela, que era entonces pareja del hijastro de Oubiña, y pasó a ser la novia de Díaz Moñux. Tania, que también fue condenada en aquel juicio, dejó a David y vino a Madrid para vivir con el abogado, hasta el mismo día que lo mataron.

O sea, que la policía investigó si el crimen lo encargó el hijastro de Laureano Oubiña despechado porque su novia le dejara por este abogado. Pero no se encontró nada que avalara esa historia. Pérez Lago sigue preso y parece que su relación con Tania era, vamos a ver si suavizamos lo que nos han contado, de fogonazos, nada profundo, ni espiritual, sino algo muy carnal, que no es poco. Quizás Tania Varela pudiera contar algo de esto. Luego volveremos sobre ella, que tiene también una increíble historia.

Lo que sí se encuentra muy pronto es a los sospechosos de ser los sicarios, los ejecutores de ese crimen. La policía iba siguiendo la pista de unos atracadores de casas y tiendas en Madrid. Y llegó hasta la casa de un colombiano llamado José Alexander Arenas, apodado Zarco. Allí los agentes encontraron seis folios fotocopiados. Era el guión para matar al abogado.

Esos seis folios empezaban con un epígrafe en negrita que dice “actividad profesional”. Allí se explica, con una foto y la matrícula del Mercedes azul oscuro que conducía Díaz Moñux, que los dos –Tania y él– son abogados, que van por las tardes a su despacho y que entre las ocho y media y las once de la noche se van a su casa.

En el segundo folio viene el nombre de los dos abogados, Alfonso y Tania, su fecha de nacimiento, una foto de la vivienda que compartían en el barrio de Chamartín, la dirección exacta y dos frases: “suele aparcar su coche en la calle junto a su domicilio” y “por las mañanas suelen salir juntos entre las nueve y las diez”.

Las tres siguientes son fotos del abogado y su pareja saliendo de casa, subiendo al coche y una grabación en vídeo realizada en abril, ocho meses antes del asesinato, lo que demuestra que el plan fue largo y, al menos la información previa fue buena. En una de esas fotos donde salen los dos, alguien dibuja un círculo con bolígrafo azul sobre la cabeza del hombre. La mujer no debe morir. Y la última hoja incluye la fotografía de los porteros del edificio, posiblemente para evitar que los asesinos se equivocaran y se los llevaran por delante.

Seguimos el relato de ese sicario confeso, Zarco, un atracador colombiano que vive en Madrid. Él cuenta que un amigo suyo le avisó de que un tipo apodado El Flaco ofrecía 60.000 euros por “darle la vueltica” al abogado. En verano de 2008, fijan una cita en unos billares de Galapagar y allí, para convencerle de que la cosa va en serio, pero también para explicarle que el asunto corre prisa, El Flaco, que es en realidad otro colombiano llamado Johny Echeverry, le entrega como anticipo un Seat León amarillo de segunda mano. El Flaco conocía a Díaz Moñux, ya que había sido su abogado en un juicio por robo.

Tres días después de aquella primera reunión en los billares, se citan en Parquesur, en Leganés. Allí aparecen dos colombianos más, John Montoya e Ibrahim, alias El Negro. Llevan en coche a Zarco hasta la puerta de la casa de Díaz Moñux y se la marcan. Tres de esos colombianos se conocían por su pasado como militares del ejército español en una unidad de elite, la Brigada Paracaidista. El Flaco, por ejemplo, fue licenciado con deshonor tras ser condenado por pegar a su pareja.

Pero la policía sostiene que esos colombianos no fueron los ejecutores del crimen, sino que reclutaron a un grupo de españoles, es decir, siguieron subcontratando el asesinato. Fernando y Javier González son dos hermanos que tiempo atrás habían coincidido con El Flaco, el reclutador de sicarios, en una empresa de muebles de cocina. Uno de ellos también fue portero de discoteca en Fabrik, un lugar bakaladero de Fuenlabrada. Y de allí se ficha al último acusado de participar en el crimen del abogado, otro antiguo portero de Fabrik.

En el caso está también acusado Francisco González, el padre de los dos españoles. En su casa la policía encontró 23.000 euros en metálico que creen que fue la parte del pago por el crimen. Los tres de la familia han contado que el dinero era de un comerciante chino al que se lo guardaban, pero no han sabido decir ni el nombre ni razón del tal asiático.

El arma del crimen no se encontró, obviamente, pero les han traicionado los teléfonos móviles. La reconstrucción de la policía, muy prolija y que no explicaremos demasiado para no dar pistas, permite situar al padre de los españoles y su hijo Javier junto al despacho de los abogados el día del crimen. Cuando salen hacia casa, avisan a los supuestos ejecutores, los dos ex porteros de discoteca, que están esperando en la zona, también con sus teléfonos móviles. El juicio debe concluir este mes, se piden entre 15 y 24 años de prisión para todo ellos y será un trabajo duro y arriesgado para el jurado.

Y en este juicio, increíblemente, no va a declarar la novia de Díaz Moñux, la abogada Tania Varela, la única testigo del crimen. Parece que Tania no está en España. De hecho, está fugada. Y esta es otra aberración de esta historia. La mujer fue condenada a siete años de prisión por blanqueo de dinero procedente e la venta de cuatro toneladas de cocaína (supuestamente de su anterior novio, David Pérez Lago). Recurrió la sentencia y en 2011 tenía que ingresar en la cárcel. Al principio de este juicio, cuando la policía trató de localizarla, desde Instituciones Penitenciarias dijeron que Tania nunca se presentó para cumplir su condena.

Así de fácil. No se presenta y desaparece. Pero sí que le tomaron declaración la noche que mataron a su novio. Y dos veces. La primera vez, Tania Varela parecía que iba a colaborar con la policía. Se prestó a reconocer fotos de algunos sospechosos. De hecho, reconoció a uno de los colombianos como una persona a la que había visto siguiéndoles. El juez temió por su vida y ordenó ponerle escolta policial, pero Tania se dedicaba a darles esquinazo y en el sumario constan las quejas de los policías.

Contó, eso sí, una historia singular. Aseguró que iban a matarla también a ella, pero que se libró porque cuando los sicarios se acercaron al mercedes que conducía su novio, a ella se le cayó un lujoso bolso que llevaba al suelo, entonces se agachó a recogerlo y por eso los disparos no la rozaron.

Si hubiesen querido matarla, lo habrían hecho, pero la orden era matar solo al hombre, así lo ha contado uno de los sicarios. Tania es también una abogada peculiar y algún amigo de Díaz Moñux recuerda como, antes de acudir a la clínica donde su novio agonizaba, porque el samur pudo trasladarlo aun con vida, ella tuvo tiempo de subir a casa, darse una ducha y cambiarse el vestido que llevaba por unos vaqueros cómodos con los que apareció en el hospital.

Algo ocurrió en los meses siguientes. Cuando el juez llamó a Tania Varela a declarar, la mujer aseguró que sufría un cuadro de insomnio, dijo no recordar nada sobre el momento del crimen ni tampoco sus declaraciones en comisaría. La abogada aseguró que estaba siguiendo tratamiento por ese problema con un psiquiatra pero, y esto suena, a Berlanga o a José Luis Cuerda, dijo que no recordaba como se llamaba su psiquiatra, pensaba que estaba en Valladolid, aunque aseguró que hablaba con él por teléfono y, claro, tampoco recordaba el teléfono.

Y después de esos episodios de amnesia, la abogada Tania Varela desaparece. La policía sospecha que puede estar en Islandia, donde vive una hermana suya, pero no hay certeza alguna. En Portugal, nos cuentan, se consigue con relativa facilidad un pasaporte bueno, legal, con el nombre que uno quiera ponerse. Un abogado con humor asturiano nos dijo que “Tania no ganaba nada viniendo al juicio”. Aunque, siempre hay un pero en los territorios negros, pese a su amnesia y su fuga, Tania puede recibir en la sentencia 111.000 euros de indemnización porque al fin y al cabo mataron a su pareja. Menos discutible es la indemnización para los dos hijos que Moñux tenía con su ex mujer, ambos son menores de edad y se quedaron sin padre.

El juicio acaba sin la testigo principal y sin el hombre que pagó por matar al abogado madrileño. ¿Cuál es la hipótesis que no ha podido demostrarse?

El Flaco, que ahora ha perdido también la memoria, contó que el encargo lo hizo un colombiano preso y muy enfadado al que Moñux pidió 100.000 euros por conseguir su libertad, cosa que no hizo. Nunca se dio la identidad de ese preso.

Otra teoría es que en Colombia alguien se enfadó mucho por la “pérdida”, dicen ellos, de un cargamento de cocaína. Se responsabilizaba de ello al abogado. Y, según los procedimientos de los sicarios profesionales, las oficinas de cobro que hemos explicado aquí alguna vez, enviaron a un tyson, a un matador, en avión a España para hacer una visita a Moñux. Pero este hombre fue detenido en el aeropuerto de Barajas, de forma que los colombianos decidieron no arriesgar más y subcontrataron a personal nativo, pero menos cualificado.